•❅──────✧❅✦❅✧──────❅•VICTORIA
Octubre 24, Italia. Al final del capituló anterior.
Paso mis dedos por su pecho, su mano baja por mi espalda y no miramos a otro lado que no sean los ojos del otro.
Esto me encanta, que sigamos siendo los mismos amantes que éramos cuando nos conocimos, y que con solo verlo soy consciente de que hay olas de deleite, que son como el mar, infinitas.
La luz de la tarde se cuela por la ventana, no he comido nada, y siento que no tengo energía, y que tengo un hambre como si estuviese embarazada de sixtillisos, pero tampoco quiero irme de este momento, no hay dolor, no hay nada en mi cabeza que no sea el amor que siento por este hombre.
Sus manos suben a mis mejillas, y acerca su rostro al mio, ladeo un poco la cabeza y pega su boca a la mía. Sus labios saboreando los míos, su lengua en la mía y el beso se torna en algo más demandante cuando sus pulgares se clavan en mis sienes y mis manos van a su cuello donde me engancho.
— Dime una cosa, —dice sin apartar su mirada de la mía — ¿Te duele tanto estar alejada de mi como a mi? —pregunta casi en un susurro— ¿Puedes vivir sin mi? — Dime que no soy el único idiota que haría cualquier cosa por ti. ¿Harías tú lo que fuera por mi? —pregunta necesitado de una respuesta.
— Me duele mucho estar alejada de ti, es una carga con la cual yo no puedo andar. —digo en un susurro y se que habla de la discusión antes de Italia— No puedo vivir sin ti, simplemente ya no puedo y el día que tú me llegues a faltar el mundo se convertirá algo sin sentido para mí. —digo aferrándome a su nuca mientras mis labios acarician los suyos.
Me aprieta pegándome a él, su calor es algo que añoraba desde que vine a Italia y el tenerlo así, solo es droga pura para un corazón enamorado como el mío.
Pero no... La verdadera droga son estos sentimientos que viven en nosotros dos, esos sentimientos volátiles y sin miedo que se han desatado, esos monstruos y bestias que rugen dentro de ambos.
— No quieras encerrar a la bestia que soltaste, bestia que solo quiere ser apaciguada por ti. —susurra sobre mis labios.
— No quiero. —digo.
Me mira a los ojos conectando sus mirada con la mía.
— ¿Me amas tormenta? —pregunta.
— Te amo con todo de mi. —no miento.
Sus labios hacen contacto con los míos en un beso feroz, la fuerza que ejerce en el beso es tanta que me golpea los dientes antes de que acople mi boca a la suya, su lengua toca la mía y no puedo evitar jadear ante la sensación de tenerlo así.
Busca mi cuello y tiro la cabeza hacia atrás dándoselo, nuestras miradas se cruzan en el espejo frente a nosotros, el azul oscuro toca el gris de los míos mientras chupa el cuello que comienza a tornarse rojizo por los mordiscos y chupetones.
—Voy a llevarte a comer. —susurra sin dejar de besarme.
—No... vamos a quedarnos un rato más... —murmuro en nuestra burbuja.
— No... —murmura mientras frota su mejilla contra la mía.— arréglate, te comprare una botella de vino.
Hago una mueca pero la mención me emociona.
Me meto en la ducha y para matar tiempo, Samuel se mete en la ducha de abajo. Salgo y me pongo un vestido sencillo negro, se ciñe a mi cuerpo y me tiro por encima un blazer del mismo color, al igual que unas medias con suspensorios y botas hasta la rodilla.
Me recojo el pelo en una coleta y medio me maquillo manteniendo el luto latente en mi.
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