Capítulo 3.

3.6K 374 131
                                    

JENNIE KIM.

Hermosa.

Sencillamente hermosa. Una chica con unos hermosos ojos color miel, con destellos maravillosos; una semblante serio y eso no hacía sino hacerla lucir más hermosa de lo que ya era.

Su pelo negro y brilloso, sus mejillas coloradas y unos labios rellenos con un hermoso brilla labios. Su flequillo no hacía sino darle más característica a sus rostro. Era una chica la cual con tan solo una mirada te transmitía un sin número de sensaciones. Desconocidas y otras ya sentidas. Pero eran únicas.

Cuando toqué su mano, me sentí nueva. Como si se tratara de volver a mi adolescencia, donde no me importaba lo que pensara nadie; y aunque ahora tampoco me importara, con ver a Lisa, me sentí nueva.

Una nueva aventura, una nueva mirada, y una nueva chica.

Nunca me interesé por una mujer a largo plazo. Me gustaron por momentos, pero nada más. Me atrajeron pero nada más. Una noche la cual fue solo eso, una noche. En la cual no quise repetir dos veces.

Cuando Lisa me miraba me surgía una rara intriga. Cuando conocí a Zara, la madre de Lisa, vi a lo lejos a esa chica de tan solo dieciséis años, un poco más baja, un poco menos madura y con un semblante aburrido. Ahora era similar, pero con más altura y más madurez, robándose todas mis miradas.

Y mis ganas de conocerla más y leer su mirada, como si fuera a decirme más que sus palabras. Porque era obvio lo confundida que estaba; y lo tensa que se ponía cuando la miraba. Se movía en aquel mueble individual. Era guapa, la más guapa de todas.

Y su personalidad tosca no hacía sino hacerla lucir más guapa de lo que ya era.

Me mordí el labio inferior, mientras jugaba entretenida con mi lapicera. Estaba en la oficina de mi consultorio. Entretenida pensando en los ojos de aquella Tailadesa.

Tomé la decisión de mudarme a Seattle luego de un tiempo, aproveché el que tenía a personas conocidas como la familia Manobal. Eran amables, pero más que nada, de ellos me atrajo una persona.

Y no me importaba lo que pensaran sus padres.

Además tenía a algunas amigas aquí; todo ya era conocido, no era la primera vez que estaba en Seattle.

Me tomé el tiempo de alquilar un apartamento en Seattle, para así tener mi propio espacio. Me gustaba no tener que compartir lo que consideraba mío. Como lo era mi espacio.

Lisa parecía y era una fruta exotica. Sus labios eran fresas, unas que me encantaría probar con miel. Me arqueé levemente, imaginándola.

Quería olvidarme un poco de la vida que mantenía que Corea. Ahora mi objetivo era uno sólo. Puede que Lisa desconfie de mí, o su mirada y su comportamiento hacia mi persona no sea la mejor; pero lograría que cayera. Quiero a Lalisa Manobal.

Desperté de mis pensamientos cuando Irene entró a mi oficina. Esta se veía algo agitada, fruncí el entrecejo y me senté correctamente, despejando todo pensamiento lujurioso que tuviera hacia aquella pelinegra.

—¿Qué pasó, Irene?

—Todo. Eso pasó, no me deja de llamar, Jendeukie —exhaló.

—Pues córtale y cambia de número.

—Es muy insistente.

—No puedo hacer mucho, Irene. Te dije hace rato que cambiaras de número.

—¿Y a ti no te llama? —quiso saber.

—Pocas veces, conmigo ya no es tan insistente; y porque le puse un alto. No como tú.

—Ese es tu problema, no él mío, Jennie. Pero aquí estoy.

Viajando Entre Mentiras. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora