Capítulo 11.

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JENNIE KIM.

Abrí los ojos despacio, notando la sensación extraña de un cuerpo que escalaba sobre el mío. Cuando me dispuse a abrirlos por completo, miré a Lisa con sus piernas entrelazas con las mías y una de sus manos rodeando mi cintura. Fruncí el entrecejo y miré en dirección hacia la puerta. ¿Zara habrá visto esto? lo más probable es que sí.

Y me preocupa que note algo indebido. Carraspeé y con cuidado de no despertar a Lisa, me salí de la cama. Coloqué bien su cuerpo y me estiré cuando estuve ya fuera de esta. Puse mi mano sobre el cuello y frente de la menor, notando que estaba a una buena temperatura, y que el tomar aquello le había sentado muy bien.

Al igual que el dormir.

—Oh, Jennie —levanté la mirada y me puse derecha al momento de que Zara entró—. Creí que seguías dormida.

Eché un vistazo hacia la ventana, y debían ser más o menos las diez. No era temprano, y afuera el agua caía muy fuertemente. Odiaba viajar con lluvia.

—Lo siento. Es que al recostarme con Lisa me olvidé un poco del tiempo —me eché el pelo hacia atrás—. ¿Qué horas son?

—Las once y media. ¿Por qué mejor no te quedas?

No parecía estar molesta, al contrario. Zara siempre me ha tratado de una manera amable, y si algo tiene esa mujer es que cuando está molesta, o incómoda, se le nota en sus facciones. Pero ahora parecía relajada. Tenía una pijama puesta. Todos deben de estar durmiendo.

—No, no, no hace falta. Puedo irme —fui a por mi cartera—. No quiero causar incomodidades.

—Pero no las causas, en realidad, después de lo que hiciste por mi hija, y de quedarte con ella para que se relajara y durmiera, es mi manera de agradecerte —pidió con amabilidad—. Hay una habitación para invitados.

Contemplé a Lisa en la cama, y como sus párpados descansaban tranquilamente, su respiración era lenta y pausada. Como sus mejillas seguían igual de rosadas pero sus labios más hidratados. Ya no sudaba y su piel brillaba con la luz de la Luna que adentraba por la ventana. Era una obra de arte. Y como me dieron ganas de ser el lienzo y pasar por su piel.

<<Despierta, Kim>>.

—Perfecto —asentí—. Me encantaría pasar la noche. Aparte está lloviendo mucho.

Zara me miró conforme, —Ven conmigo. Te va a agradar, siempre está ordenado.

Me guió por el pasillo de la casa. Los Manobal no eran personas desbordadas en dinero, pero sabían como utilizarlo. Y tenían una de las casas más bonitas, con tonos llamativos y cero exagerados, contrastando con todo. El pasillo era amplio y las habitaciones grandes. Así como el área de la planta baja. Y era como sentirse en familia.

Entré a la habitación, y era cierto. Era amplia y cómoda, todo estaba en su lugar y la cama era de dos plazas. Sábanas blancas con grandes almohadas la adornaban. La ventana tenía un balcón muy pequeño. Dentro de la habitación había un cuarto de baño, no era tan enorme pero tenía una ducha y una tina, la cual iba a servir perfecto.

—Gracias por esto, Zara. Me sentiré muy cómoda —admití.

Eran pocas las veces que me permitía ser amable o sincera, pero con ellos era casi imposible no serlos. Así que Zara sólo me dio las buenas noches, y se retiró. Me mordí el labio inferior y me quité los zapatos, poniéndolos a un lado. Me senté en la cama a pensar un poco.

Y se me era imposible no llegar a la parte de la pelinegra, donde su mano tomó la mía, o donde sus ojos sencillamente no paraban de mirarme. Donde su cuerpo se sentían tan bien, aunque haya sido por su gripe, no me importaba, la había tenido contra mí. Asimismo, viajé a cuando le di su primer orgasmo. Y en mi cabeza se repetía una y otra vez esa imagen.

Viajando Entre Mentiras. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora