Supermercado

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Era el segundo termo que vaciaba tomando mate en la misma plaza que el lunes anterior. Ésta vez era martes y yo me había instalado desde temprano esperando encontrarlo.

La hora del almuerzo había quedado atrás. No me importaba; de todos modos la ansiedad no me hubiera permitido comer.

Garabateé cerca de diez bosquejos del paisaje a mi alrededor y en todos estaba él...

Más o menos a las tres tuve que entrar al supermercado. Ese era otro de los baños que solía usar estando en la calle. Ya nadie me miraba raro cuando me iba de ahí sin comprar nada porque estaban acostumbrados. Sin embargo, esa tarde me dejé tentar por una caja de esos cereales multicolor que no comía desde la adolescencia.

Cuando estiré la mano para sacarlos de la góndola escuché que alguien me saludaba. No hizo falta que me diera vuelta para saber que era él. Cuando lo hice, él bajó la mirada, sonrojándose.

-Sí eras vos... -murmuró.

-Todo bien?

"Todo bien?", pregunté, como si creyera que podía actuar normalmente o tener una charla casual con la persona que me había tenido obsesionada toda la semana. Vi que miraba los cereales con cierta nostalgia también.

-Hace un montón que no como de esos.

-Ah -dije, sin saber cómo seguir. Hasta que de repente me iluminé y agregué -Querés venir conmigo y vamos comiendo por ahí?

-Ok.

Cómo podía interpretar esa sonrisa? Por un instante se me hizo burlona, pero luego me pareció que más que eso, su sonrisa se veía extraña porque trataba de reprimirla.

Caminamos juntos hasta la caja sin decir mucho. Estaba pagando cuando noté que la cajera miraba al chico horrorizada. Él no parecía darse cuenta. Se había quedado viendo a un par de perros que querían entrar al súper desde hacía rato.

Recién cuando llegó su turno puse atención en su compra: dos botellas de vodka y una lata grande de bebida energizante. La empleada le pidió el documento para comprobar que era mayor de edad.

-Veintidós años, eh?

No estaba muy convencida de que fuera verdad. Él no respondió nada. Al final se las vendió.

-Y eso que es martes -señalé, divertida -Hay joda hoy?

-No, son para mí.

Cuando nos estábamos yendo, giré para ver a la cajera una vez más y la encontré todavía mirándonos con la cara fruncida. Me dieron ganas de darle un cachetazo, por estúpida. El chico nunca la vio... Supongo que sí vio sus manos al pagar, pero nada más. Era lo mismo que esa vez en la calle: miraba un punto fijo y se evadía de la gente.

Terminamos en la plaza una vez más. Lo vi más animado cuando metió la mano en la caja y sacó unos cuántos cereales, que se llevó a la boca. Estábamos frente a frente, sentados en el pasto.

-Cómo te llamás? -preguntó en cuanto pudo tragar.

-Ivana, y vos?

-Andrea -ante mi sorpresa, aclaró -Es un nombre unisex, mi vieja es fan de un cantante que se llama así... Ese que cantó con Ed Sheeran...

-Ah, Andrea Bocelli.

Él asintió mientras volvía a llenarse la boca de dulces.

-Puedo hacerte una pregunta?- dije.

Andrea parecía curioso pero relajado a su vez. Volvió a asentir.

-Qué te pasaba el otro día?

-No -La relajación se fue al cuerno. Resopló, recostándose sobre la tierra -No importa ahora. Ya estoy bien.

Su piel era tan blanca que al sol parecía fosforescente. Quería tocarla... Pero nunca tomaría la iniciativa para hacer algo así. Apenas podía hablarle.

-Tengo tu dibujo pegado en mi habitación. -dijo. Miraba el cielo.

-Yo también. -respondí, antes de darme cuenta de que la había cagado.

Se volvió hacia mí, con el ceño fruncido. Podría haber intentado mentirle, pero era pésima haciéndolo, así que no tuve más opciones que explicarme.

-Bueno... Hice otro retrato tuyo, cómo fauno, y lo pegué también. Lo hago con todos mis dibujos.

-Eso último no es verdad, no? -volvía a perderse en la inmensidad del cielo, pero reprimía una sonrisa.

-No, no lo es. -respondí, abatida.

-Sos linda... No desaparezcas.

Agradecí el hecho de estar sentada, porque al oír esas palabras sentí que se me iba la fuerza de las piernas.

-No voy a desaparecer.

Andrea se reacomodó, apoyando la cabeza sobre mi regazo. Sentí que toda mi piel se erizaba. Toda.

-Entonces seguime en Instagram así hablamos por ahí cuando no te encuentre.

"A ver, Ivana... Éste chico estuvo esperando cruzarte, igual que vos con él." No lo podía creer. Y ahora estaba descansando sobre mis piernas, con sus ojos fijos en los míos... No era intimidante; me miraba con dulzura, pero todo eso resultó ser tan intenso para mí, que algo se quebró en mi interior. Así es: me di cuenta en ese momento que ya no estaba nerviosa.

Sentía la realidad como si estuviera soñando. Ése era mi sueño lúcido. De alguna manera sentí que podía hacer lo que se me antojara. No habría consecuencias. Y si las había, siempre podía elegir despertar.

Saqué mi celular del bolsillo y lo desbloqueé. Mientras abría Instagram, apoyé la mano que me quedaba libre sobre uno de sus hombros. No pareció molestarle. Andrea habló sólo para dictarme su nombre de usuario.

-Listo, ya te estoy siguiendo.

Probé de hacerle una sútil caricia con el pulgar. Todavía no me animaba a hacer contacto visual con él de vuelta. Estaba guardando el celular cuando sentí llegar su mano a mi mejilla.

-Listo -repitió - Ya me invitaste a tu vida... Ahora estás maldita.

Los dos reímos, aunque a mí me estaba costando respirar por lo mucho que lo deseaba.

Era la segunda vez que nos veíamos, apenas habíamos hablado dos palabras y ya estábamos así. Yo no había podido contenerme y estaba pasando los dedos por su pelo. Era tan suave como lo había imaginado. Sería así de suave su piel?

Volviendo a sentir esa euforia de los sueños, me animé a acariciar su cara, mientras Andrea hacía lo mismo con la mía. Cerró los ojos.

Quién era ese chico? Por qué no lo había visto nunca antes por ahí? De repente tuve una sensación angustiante y extraña: mientras seguía recorriendo su piel, sentí que él podría romperse en pedazos de un momento a otro. Sacudí la cabeza, cómo queriendo alejar ese pensamiento irracional, pero al irse ése, llegó otro igual de raro: tenía que ser fuerte... Fuerte por Andrea. Qué me pasaba?

No me di cuenta de que él se había incorporado, apoyando las manos en el suelo. Su boca estaba a escasos centímetros de la mía.

-Tenés que trabajar hoy? -preguntó.

-Tengo el día libre.

-Tengo una idea... Vamos a caminar por ahí?

No era que me disgustara la propuesta, pero ese corte y alejamiento abrupto me había dejado aturdida.

-Conozco un lugar bien chido.

Sonreí.

-Por qué hablas así? No estamos en México...

-Es que ninguna otra palabra describe mejor a mi lugar que 'chido' -explicó, solemne.

Así que el chico tenía un plan... Alegremente me dejé guiar hasta el destino elegido. Lo que él dijera...

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