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La vi en fotos y videos. ¡Qué ironía! En unas fotos conocí un rostro que jamás vi por cámara, una cara de lado, una nueva barbilla, unas nuevas pestañas y con las montañas de Indonesia por detrás...porque ella viajaba muchísimo. Cuando usaba los abrigos en el invierno se veía tierna con sus botas de cabaña y su gorro, su chaqueta de plumas y su nieve. Yo nunca había visto la nieve así que para mí también era un rasgo de ella.

Descubrí que era un poquito robusta y bastante larga, sabía que debía ser alta por la raza, y porque sus manos tapaban las copas de vino y cubrían casi todas las cervezas británicas. Los colores de su raza le llenaban de excentricismo, y en una foto de tacones y toda envuelta de plata, parecía una estatua de Grecia o de Rumania...de por allá, con algo maravilloso que podía seducir a cualquier hombre, y quién sabe si a cualquier animal. Yo comenzaba a sentir incomodidad: en el espejo simplemente no me veía para ella, ni mi apariencia ni mi situación social encajaban, tampoco mi cultura, después comprendí que en toda esta inferioridad del tercermundismo había un problema bien grave que nunca podríamos superar. 

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora