Afortunadamente, la reunión con su padre ya había terminado. Cada vez aguantaba menos hablar con ese hombre y, a medida que iba recibiendo cartas, menos confiaba en los integrantes de la mafia.Con carpeta en mano, entró en su habitación para preparar lo necesario para su ida. Básicamente era una maleta con ropa, con los documentos que le habían proporcionado y varias armas escondidas en el doble fondo a prueba de detectores. En definitiva, lo imprescindible para el viaje de un sicario.
Esta vez la misión parecía más complicada. Mejor dicho, era más complicada.
En otras ocasiones había eliminado del mapa a espías, bajos cargos de otras mafias secundarias e incluso a sus líderes. Sin embargo, en esta, debía encargarse de un pez gordo..., de nada más ni nada menos que del jefe de la mafia italiana.
No era ningún misterio la rivalidad entre su padre y Giancarlo Cabassi. Era muy común los ataques mutuos y los atentados entre ellos, los cuales le proporcionaban ventajas e inconvenientes. Al estar familiarizado con sus formas de actuación, era fácil predecir lo que iban a hacer y cuando. Pero, por el otro lado, los continuos choques entre ambas mafias les otorgó a ellos el mismo conocimiento. En resumidas cuentas, él y su equipo sabían como se movía el enemigo pero, el enemigo, también conocía como se movían ellos.
Igualdad de condiciones.
Ante ello, solo había que confiar en sus facultades y en la suerte. Lo mismo, si planeaban una buena estrategia, no sufrirían apenas bajas. En cambio, si los italianos eran más listos, aquello sería un maldito baño de sangre.
A todas estas dificultades, había que añadirle la presencia de la policía. Los agentes encubiertos se hacían pasar por mafiosos con tal de obtener información y atraparlos. Una vez en las garras de la ley, o te torturaban para que hablases y descubrieses la identidad de tu líder, o te encerraban de por vida. Incluso llegó a sus oídos la noticia de la muerte de varias personas debido a un "descuido en la utilización de la fuerza".
– Vaya mierda – se sentó en el colchón y luego se dejó caer hacia atrás.
Si estuviera en su mano, no haría ninguna misión más. Simplemente deseaba vivir tranquilo. Sin preocuparse de quién pudiera entrar por la noche a matarlo o quién tendría que asesinar él al día siguiente. El peso de los actos cometidos durante esos dos años y medio, le producía arcadas y pesadillas. Se consolaba a sí mismo afirmándose que solamente había matado a personas nefastas, malvadas. En otras palabras, seres que merecían la muerte. Sin embargo, ¿qué derecho tenía para decidir sobre quién moría y quién vivía?
Se hacía esa pregunta todos los días antes de cerrar los ojos.
Mientras permanecía tumbado, abrió la carpeta revisando su interior. Fotos de su víctima; el día, la hora y el lugar donde él estaría; el número del equipo que dirigiría y la identificación de su segundo al mando; la pista en la cual le esperaba el avión privado que lo llevaría a Italia.... Ya lo leería con paciencia en el vuelo, en esos momentos, no tenía ánimos para nada.
Suspirando pesadamente, ordenó a su cuerpo que se moviera de una vez y preparara la maldita maleta. En menos de cinco horas debía partir, por lo que iba muy justo de tiempo.
Entre elegir la ropa, ordenar sus objetos personales, asegurarse de que las armas estuvieran en perfecto estado y demás, terminó cuando faltaba una hora y media para el despegue. A Yibo le hubiera gustado acabar antes pero, cuando algo no era posible, simplemente no lo era. Solo podía ocupar unos breves minutos para despedirse antes de salir pitando para el aeropuerto.
– ¿Ya se va, señorito Wang?
La señora Qing, la cual iba saliendo al terminar su horario de trabajo, vio como el castaño llenaba el maletero del Mercedes con dos maletas. Ella se entristeció debido al significado de aquello. Al día siguiente debería prepararle algún plato delicioso a Zhan para intentar animarlo.
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La Mafia | Vᴇʀsɪᴏ́ɴ Yɪᴢʜᴀɴ
FanfictionDebía ir a Italia. Lo tenía claro como el agua y cristalino como el cuarzo. Los días posteriores al descubrimiento de las cartas, los dedicó completamente al estudio de éstas. Las leyó una por una detenidamente y apuntó lo que fue sonsacando en un...