Capítulo 4.

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– Zhan... – su dulce voz lo llamaba.

– "Suena tan lindo".

– Zhan... – la volvió a escuchar.

– "No quiero despertarme, quiero seguir oyéndote".

– Zhan... – notó una caricia en su mejilla.

– "¿Por qué se siente tan real?"

– Zhan, ya. Despierta – lo zarandearon de un lado a otro.

– ¿Eh?

Velozmente, cayó en el mundo físico, abandonando la comodidad en el de los sueños.

Elevó su cabeza de la almohada y se preguntó en dónde se encontraba. Su mente estaba cubierta por una nublina mañanera, la cual procesaba todo lo eliminado y lo guardado por la noche en su cerebro.

– ZhanZhan, ¿puedes quitarte? Necesito levantarme e ir al baño – las palabras provenieron de un lugar muy cercano, justo debajo de él.

– ¿Qui... quitarme? – centrándose en el presente, giró su cuello hasta mirar al frente y, lo que descubrió, le dejó atónito.

¿Cómo habían llegado a esa posición?

Su cuerpo, estaba totalmente sobre el del castaño, tan juntos que nada cabría entre ambos. Sus brazos, rodeaban su torso mientras, los del contrario, su cintura, encontrándose las manos del mayor muy próximos al inicio de los montes de su trasero.

Por lo visto, lo que antes sintió bajo su cabello no era la almohada, sino el pecho de aquel chico causante de su delirio.

La sorpresa y el pudor le hicieron mantenerse quieto, preso del pánico y de la excitación creciente. Sus ganas de hacerlo eran enormes. Estaba muy necesitado, aunque, luego, lo estuvo mucho más.

No sabía si era verdadero... o solo un producto de su imaginación. Si había sido por su causa o por la biología natural del hombre. Sin embargo, notaba algo duro rozando su zona íntima.

A su mente deseosa le pareció buena idea montarse una película con final feliz en el que era correspondido. No obstante, la calma y neutralidad en las facciones del pelicastaño no emparejaban con lo que sentía abajo.

– ZhanZhan..., ¿puedes quitarte?

– Ah, sí, sí. Lo siento – se quitó de encima y se tumbó desganado en el otro lado.

La situación cada vez se le escapaba más de las manos. Ya casi ni podía actuar normal delante de Yibo sin parecer un tonto o un estúpido.

– Oye – el mayor giró delicadamente su rostro para que lo mirara. Tras ello, le dio un beso en la frente. – ¿Estás bien?

– Mm – asintió.

– ¿Tuviste más pesadillas?

– Eh... No, no – continuó con la mentira, ya que nunca tuvo ninguna.

– Me alegro – sonrió y volvió a besar su frente. – Bien, llegó la hora de levantarse. Venga, ve y arréglate.

– ¿A qué hora llega papá?

– Según la carta... dentro de una hora y media. Desayunaremos con él.

– Mm. Bien, tengo hambre – comentó medio alegre.

– ¿Cómo puedes tener hambre? Te comiste dos tazones de fideos gigantes anoche.

– Es porque estaban muy buenos. Además, ya mi estómago los ingirió. Ahora necesita más – sonrió cerrando sus ojos.

La Mafia | Vᴇʀsɪᴏ́ɴ YɪᴢʜᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora