– ¡Maldito hijo de puta!
Un cabreado azabache andaba por toda la casa como un pollo sin cabeza. Miraba cada dos por tres el móvil esperando una contestación que no llegaría pronto.
– ¡¿Pero qué se supone que está haciendo para no responder el puto mensaje?!
Zhan no paraba de entrar y salir de WeChat, pensando que, así, conseguiría lo que deseaba antes. Estaba paranoico y se quejaba de que "su hermano" le ignoraba. Solo porque pasaron tres minutos desde que le mandó un "Hola" por el chat.
El beso le había producido un cortocircuito en el cerebro. Este soltaba chispas e intentaba buscar información de donde podía para unir aunque fuera una sola idea. Una tarea fácil habitualmente... pero dificilísima en ese instante.
– ¡¿Pero qué le pasa a ese... a ese... malnacido?! – apuntó a la puerta como si estuviera detrás de ella. – ¿Cómo puede hacerme esto? – se tiró en el sofá con los brazos abiertos, la mirada perdida y las mejillas hinchadas. – Me besó – se tocó los labios con las yemas de sus dedos melancólicamente. – Me besó... pero luego me llamó "hermanito". ¡¿Cómo pudiste, maldito?! – lanzó un cojín que surcó el aire hasta golpear la pared.
Entre lamentos, insultos y ataques de ira, la tarde pasó volando. Ni siquiera fue capaz de comer, ni de estudiar como le dijo a la cocinera. Solo esperó y esperó por un mensaje, un mísero mensaje de ese "cabrón desgraciado" -como lo llamó varias veces-, que había causado estragos en su alma.
Se mantuvo durante horas sentado, con sus codos apoyados en las rodillas y las manos sosteniendo su cabeza. En la mesa de centro, reposaba el teléfono alineado justamente con su cuerpo. La posición perfecta para que, al momento de que sonara, le llamasen o se encendiese la pantalla, poder tomarlo deprisa.
La noche ya comenzaba a oscurecer el día, provocando que los focos del patio, aquellos que delineaban el camino para los coches, prendieran sus luces paulatinamente. Aunque pareciera que no, esos chismes pequeños, los cuales no llegan ni a la altura del tobillo, iluminaban bastante.
Zhan se mordía el labio con fuerza. Luego crujía los huesos de sus manos. Tras ello movía su pierna con nerviosismo. Después se frotaba la cara. Y, por último, volvía a hacer lo del principio. Estaba dentro de un ciclo que se repetía, mientras sus ojos ni parpadeaban en esa gran espera.
De repente, la estruendosa canción que tenía de tono le avisó de una llamada entrante, haciéndole pegar un respingón por el susto. Sin embargo, la sorpresa le duró medio segundo ya que se lanzó a por el móvil sin mirar ni siquiera quién era.
– ¡¿Por qué no me respondiste inmediatamente, Yibo?! – gritó nada más apretar el botón verde.
– Bu... buenas tardes – habló una voz femenina desde el otro lado. – Soy Gu Yiang de la compañía telefónica. Le llamo debido a que me gustaría preguntarle...
Mientras la chica hablaba, la decepción recorrió su organismo, provocando que el malhumor regresara. ¿Cuándo pensaba el mayor comunicarse con él?
– ... ¿desea cambiarse de tarifa?
– Estoy muy bien con lo que tengo. Muchas gracias – colgó sin esperar más.
Lo deseaba. Lo deseaba mucho. Lo deseaba tanto como besar otra vez al castaño.
¿Y qué deseaba?
Pues tirar el puto teléfono por la ventana del segundo piso.
– Me voy a volver loco – Xiao se tumbó bocabajo, con el rostro pegado al asiento.
No entendía nada. Era totalmente un misterio el porqué en vez de besarlo en la mejilla como él esperaba, lo besó en la boca.
Podría haber sido de broma. Quizás Yibo buscaba molestarlo o enfadarlo y por eso lo hizo. Sin embargo, esa opción no quería ser reconocida por su corazón, aunque tuviera todo el sentido del mundo. Por otro lado, estaba la hipótesis querida, la utópica, en la cual Wang lo besó porque quiso, porque también tenía sentimientos románticos hacia él. Su alma sensible se emocionaba y gritaba con esta idea. Pero la racional la rechazaba totalmente.
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La Mafia | Vᴇʀsɪᴏ́ɴ Yɪᴢʜᴀɴ
FanficDebía ir a Italia. Lo tenía claro como el agua y cristalino como el cuarzo. Los días posteriores al descubrimiento de las cartas, los dedicó completamente al estudio de éstas. Las leyó una por una detenidamente y apuntó lo que fue sonsacando en un...