Capítulo 5: Boutonnier

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Últimamente Potter actuaba muy extraño.

Primero se negó a dejar que Draco volviera a hacerle una mamada. Lo que era bastante extraño porque ¿Quién se niega a una mamada? Y no cualquier mamada, una del mismísimo Draco Malfoy. Y es que, Draco era buenísimo en todo, absolutamente TODO, pero ese no era el punto. El problema era que Harry no se veía bien de salud y era un hecho que el producir flores le resultaba sumamente doloroso, aun cuando no brotaran directamente de su pene.

Tampoco es que fuera un voyerista, pero le desconcertaba que cada vez que necesitaba alimentarse, Harry se iba a la habitación contigua ─la que ahora era su habitación─ y después volvía con un recipiente lleno de flores. Era como si le avergonzara estar frente al rubio.

Draco, por supuesto, se ponía a comer las amapolas de inmediato, y llámenlo loco o como quieran, pero el sabor no era igual y tal vez, el efecto tampoco, pues sentía que el proceso de sanación era más lento de lo habitual.

— Muy bien, señor Malfoy —dijo el sanador Spinster—. Todo parece ir bastante bien. Su cuerpo se está recuperando y probablemente en unos meses más se habrá sanado por completo.

— ¡MESES HA DICHO! —Exclamó sorprendido, aunque de hecho no tenía nada de qué sorprenderse, pues el sanador ya le había explicado que la sanación llevaría tiempo.

— Si recuerda...

— Disculpe, sí, lo recuerdo. —Interrumpió al sanador no queriendo escuchar más al respecto—. Entonces, ¿hay algo más que debería saber?

— No, nada más. —El otro mago sonrió y comenzó a guardar los objetos de diagnóstico que traía consigo en una pequeña maletita.

Cuando el sanador se fue, el rubio permaneció en su habitación, pensando cómo decirle a Potter que desafortunadamente su acuerdo no iba a curarse en un tiempo cercano. Seguramente el mago se molestaría, después de todo, conforme pasaba el tiempo se notaba cada vez más incómodo. Y tampoco es como que a Draco le fascinara comer las amapolas que florecen del semen de Potter, pero esa era la única manera de obtenerlas.

— ¡TÍO DRACO! —Al escuchar el grito de Edward, suspiró resignado, cortando aquella línea de pensamientos y decidido a hablar con Potter más tarde.

No obstante, cuando salió de la habitación, Teddy corrió hacia él.

— ¿Sucede algo malo? —preguntó acariciando el cabello azul del niño que acababa de enredar los brazos a su torso.

— Tío Draco, creo que mi padrino se siente mal.

Draco frunció el ceño.

— ¿Por qué lo dices?

— Hace un rato estábamos jugando y de un momento a otro comenzó a tocarse la cabeza, como si estuviera adolorido.

— ¿Dónde está? —preguntó Draco alarmado.

— En el jardín.

— ¡TAM! —El elfo apareció de inmediato—. Lleva a Edward a su habitación y quédate con él.

Teddy se resistió a obedecer, pero Draco no le dio tregua, no tenía tiempo para discutir, bajó rápidamente las escaleras y salió al jardín donde encontró a Potter sentado en una de las bancas de madera, con los ojos cerrados y apretando los puños.

— ¡Potter! —gritó apresurándose a llegar hasta el moreno—. ¿Qué tienes? ¿Quieres que llame al sanador Spinster?

Harry negó con la cabeza.

— No, ya se me está pasando.

— ¿De verdad? Porque no se nota que sea así.

Harry tomó la mano de Draco y la apretó suavemente, luego le sonrió.

𝓐𝓶𝓪𝓹𝓸𝓵𝓪𝓼 [𝓖𝓪𝓻𝓭𝓮𝓷𝓿𝓮𝓻𝓼𝓮]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora