Capitulo 3

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Su mirada me irritó más que las palabras que vinieron a continuación:

- Parece que ensillé la yegua equivocada! - comentó con una sonrisa burlona.

Yo la fusilé con los ojos.

- No enseñan buenos modales a los empleados en este lugar por lo que veo - dije antes de darle la espalda.

- Una mujer con el poder exhalando por los poros con miedo de un caballo?

Al oír el tono displicente viniendo de una mujer campesina, yo enloquecí.

Me volví para ella y ésta se mantenía en la misma posición, sólo cruzó los brazos sobre el pecho.

Suspiré.

Odio ser desafiada.

Miré para el animal allí, parado y amarrado, después para ella nuevamente:

- No tengo miedo de nada estúpida! - dije aproximándome del caballo.

Mi corazón estaba disparado. De rabia.

Puse las manos firmes sobre la silla, el pie izquierdo lo erguí hasta el apoyo y entonces di el impulso para cima.

Nada.

El caballo se movió para el lado. Me alejé nuevamente intentando no mirar para donde la mujer estaba. Yo podría muy bien ignorar aquella payasada toda e irme, pero no haría eso. No ante una "cualquiera" cómo aquella...

Agarré nuevamente la silla. Otra tentativa, otra vez el caballo se movió.

- Caballo idiota! Quédate quieto! - dije agarrando nuevamente sus riendas.

A esa altura la campesina ya se había sentado en el pasto y sonreía hecho un niña tonta, parecía divertirse con mis sucesivos fracasos.

Entonces yo, por la cuarta o quinta vez, tomé con firmeza en la silla, levanté una pierna, di al impulso el máximo de fuerza que pude y me lancé encima. Esta vez el movimiento del caballo fue casi un giro de noventa grados, yo perdí el equilibrio cuando mi otra pierna ya casi alcanzaba el lomo del animal y entonces caí de culo, como una fruta madura.

La mujer vino en mí auxilio inmediatamente:

- Hey, estas bien? - preguntó visiblemente preocupada, intentando ayudar a levantarme.

- Aléjate de mí campesina inmunda! - grité ya levantándome.

Ella se alejó dos pasos, mordiendo el labio, parecía intentar controlar las ganas de reír. Entonces se volvió para el caballo:

- Ya basta de jugar por hoy, Missy - dijo dando una palmadita en el lomo del animal, sólo entonces yo percibí que aquel era el caballo payazo de ella, que yo había visto en la noche anterior.

Ella entonces, con una habilidad irritante, montó en la yegua:

- Fue muy divertido conocerte, señorita - dijo lanzándome una mirada ordinaria y me guiñó antes de empinar con el animal y salir a galopes en dirección al bosque.

********

- Que odio! - hablé entre dientes, casi pudiendo sentir el sabor de la rabia en mi boca.

Yo nunca en la vida había pasado por una humillación tan grande.

Jamás!

Suspiré resignada, sintiéndome una total idiota y lo peor, sin saber que hacer para minimizar aquella sensación.

Estaba sofocando mientras caminaba lentamente en dirección a la casa. Pero que iría a hacer allá? No había nada. Ni teléfono, ni una computadora, ni televisión, ni al menos un libro.

- Es decir un lugar inútil! - dije desistiendo de entrar en la casa y siguiendo en dirección opuesta.

Caminé al azar por mucho tiempo, me metí en el bosque cerrado sin percibir.

Intentaba no más pensar en el incidente con la mujer de ojos verdes, pero era increíble como aquella tontería se había hecho la mayor causa de mi rabia. Mi padre caía para el segundo plan.

Estaba escuchando ya a algún tiempo el sonido tranquilizador de una cascada y, sin percibir, me vi siguiendo el sonido. Tomé una trilla muy estrecha, necesitaba mantenerme atenta para desviarme de las ramas y arbustos.

Yo descendía y bajo mis pies la tierra se hacía más húmeda y fresca. Entonces, al pasar por un tramo que más parecía una fenda de un denso bosque, de repente me vi frente a una espectacular cascada de aguas cristalinas que, al chocar en las piedras lisas, formaba una neblina serena.

Ella bañaba un pequeño río que allí en aquella parte parecía un lago, era medio redondo. Los árboles quedaban casi dentro de aquellas aguas, entre piedras y barrancos.

Me aproximé más y toqué el agua, era helada, transparente, yo podía ver las piedras al fondo. Caminé un poco por allí, contornando el agua, quería aproximarme más de la cascada.

Entonces fui sorprendida por una escena inusitada.

Bien al lado de la cascada, tras algunas piedras, vi alguien. Una mujer.

Nadaba allí con desenvoltura, parecía muy animada. Yo no quise sorprenderla, arruinar sus momentos de ocio y no estaba ni un poco a fin de conversaciones, entonces resolví salir de allí.

En ese momento, algo me llamó la atención. Cerca de un barranco, vi algunas ropas. Un jeans claro, una camisa de rayas marrones y negras, un sombrero marrón enorme y... Un perro al lado que dormía tranquilamente.

Quién tomaba baño, desnuda en aquellas aguas era la campesina insolente.

Yo reí y suspiré, sintiendo un placer anticipado. Tendría mi venganza más temprano de lo que imaginaba...

Me acerqué silenciosamente de aquellas ropas sucias, sentí cierto recelo por el perro, pero extrañamente, mi rabia y mi instinto de venganza eran más fuertes que mi miedo de un perro callejero.

Él me vio agarrar las ropas, levantó una oreja y volvió a dormir.

- Perro inútil - hablé en voz baja con una sonrisa deliciosa en el rostro.

Ya tenía toda la ropa de la mujer en las manos, incluso su ropa íntima y aquello me dejó más feliz aún.

Caminé lentamente hasta el otro lado del río donde ella pudiera verme.

Ella continuaba a nadar tranquilamente. Yo esperé... Esperaría el tiempo que fuera necesario, estaba divirtiéndome.

Paró de nadar y quedó allí, sólo su cabeza sobre el agua.

Nos miramos.

Yo la encaré de modo que ella inmediatamente leyera en mis ojos lo que yo estaba haciendo.

- Yo no sabía que la venganza era algo tan dulce - dije mostrando a ella las ropas en mis manos.

- Deja mis ropas ahí, chica - dijo ella en un tono compasado, casi tranquilo.

Yo sonreí:

- En algún momento alguien vendrá hasta aquí, ahí pide ayuda – dije ya volteándome para la trilla - Espero que ya no sea muy tarde y te conviertas en una uva pasa.

Yo estaba sintiendo una especie de alivio dentro del pecho con aquella venganza. Cuando ya me aproximaba de los arbustos, oí un movimiento repentino venido de las aguas tranquilas del río.

Me giré rápidamente.

La mujer salía del agua lentamente y venía en mi dirección.

Un amor por Encargo | JENLISA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora