Capítulo 16

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Caminé rápidamente en su dirección, pero sus ojos fríos me detuvieron. Paré delante de su mesa.

-- Necesitamos conversar -- fue todo lo que conseguí decir.

Ella se mantuvo en silencio, mirándome en los ojos, estaban fríos y distantes.

Continué:

-- Yo... -- que yo diría a ella? -- Lisa yo... Soy una imbécil! -- dije dejando mis brazos caer.

Continuó a mirarme con los mismos ojos, yo no sabía exactamente como comenzar, me sentía presionada con la situación toda.

Ella estiró el brazo para el teléfono:

-- jisoo -- habló al aparato mientras miraba para mis ojos perdidos y desamparados: -- Pida a la señora wang que entre, por favor.

Colgó el teléfono:

-- Tu minuto terminó.

-- Lisa, yo... -- no pude continuar. La puerta de la sala se abría y la señora entraba con su perro en los brazos.

Derrotada, mordiendo los labios yo la miré nuevamente, y dejé la sala.

Ya estaba dentro del coche cuando una fuerza extraña dominó mi ser y yo volví para la clínica.

-- De nuevo! -- dijo jisoo encarándome con desdén.

-- Voy a esperar que ella atienda todos -- hablé altiva.

Me senté nuevamente y agarré una revista.

Intenté concentrarme en ella inútilmente, bajo los ojos atentos e irritados de jisoo.

Más de una hora después, Lisa dejaba la sala con su última clienta.

Y como en las dos últimas veces, siquiera miró en mi dirección.

Cuando ella volvió para la sala sola, yo levanté.

-- No vas a entrar sin que ella autorice ésta vez -- dijo jisoo anticipándose en mi frente.

-- Yo no voy a salir de aquí sin hablar con ella -- dije con una confianza imaginaría.

-- Puedes dejármelo, chu -- Lisa acababa de abrir la puerta.

Nos miramos nuevamente. Y nuevamente, tuve miedo de sus ojos. La esperanza de que ella me perdonara se desvanecía gradualmente.

Pero yo necesitaba decir todo.

Ella pasó por mí y siguió por un pasillo lateral y entró. Yo la seguí.
Pasé por la puerta, sintiendo las manos mojadas.

Era una especie de sala particular, allí no había nada que recordara a sus bichos. Incluso el aire tenía un perfume de lavanda. La mesa era blanca, tapete marrón en toda la sala.

Ella cerró la puerta y vino en mi dirección.

Quedamos a dos pasos de distancia, sentía su perfume y sufría con los recuerdos del rancho.

-- Que quieres, kim? -- preguntó encarándome en el fondo de los ojos.

Escucharla llamarme por el apellido me lastimaba más de lo que yo podría suponer.

-- Vine a decir que... Que soy una estúpida, una idiota que... -- respiré hondo. -- Una idiota que sacó conclusiones equivocadas y por eso... Te lastimé!

Ella continuó a mirarme por algunos segundos, después me dio la espalda.

Como nada dijo, continué:

-- Pensé que eras tú quien mi papá había "escogido" para seducirme -- Me desahogué intentando controlar el temblor de la voz.

Lisa quedó de espalda para mí durante todo mi relato sobre mis descubrimientos, el plan idiota de mi padre y todas las conclusiones estúpidas que yo había llegado.

Al final de todo, yo no conseguía controlar más los temblores de las manos.
Lisa jamás me perdonaría. Se mantenía inmóvil.

Respiré hondo algunas veces mientras miraba para su espalda, imaginaba lo que estaría pensando, imaginando lo que podría hacer para que me perdonara.

Ella se volteó para mí repentinamente.

Nuestros ojos se encontraron.

-- No entiendo lo que todo eso tiene que ver conmigo -- dijo ella. - A fin de cuenta, eso es entre tú, tu padre y kai.

-- Te traté de aquella forma horrible a causa de eso, Lisa. Será que no entiendes?

Ella estaba dejándome desesperada. Su expresión firme sacudía todas mis estructuras.

-- Y qué?! Continúo no entendiendo que haces aquí, por qué me buscó.

Parecía que estaba intentando irritarme, llevé las manos a los cabellos y tal movimiento hizo la coleta desprenderse. Más aliviada, yo podía descargar mi angustia enterrando los dedos en los cabellos sueltos.

Bajé los ojos por algunos segundos y suspiré. Cuando los erguí nuevamente, encontré los de ella clavados en mí.

-- Discúlpame, Lalisa-- dije casi en un susurro.

-- Sí -- respondió desviando los ojos para la ventana. -- Si era eso lo que vino a hacer aquí, ya lo hizo. No te culpes por lo que pasó, fue todo un mal entendido, está todo bien.

Sus palabras eran una lámina fría.

Miré mis manos, sin saber exactamente que decir, que hacer. Me sentí perdida.

-- Yo no...

Dios, por qué ella estaba tan distante de mí? Que le diré? Será que eso era todo? Será que ya me había olvidado? Para ella todo era tan simple así?

No me había cuestionado sobre esa posibilidad. En fin, el sentimiento intenso era mío.

Yo la amaba.

Ella no era obligada a sentir lo mismo por mí. La única razón para estar irritada conmigo era pura y simplemente por yo haberla tratado mal en la empresa. Sólo eso. Entonces, si yo había pedido disculpas por eso, y Lisa había aceptado, estaba todo bien.

Punto final.

Lo que había existido entre nosotras parecía tan distante para ella cuánto la mirada que me lanzaba.

La conclusión acababa de empujarme en un precipicio, vencida, dije:

-- Yo creo que era... Eso lo que vine a hacer -- dije sin tener más la valentía de continuar.

Lisa nuevamente me miró en los ojos, enterró las manos en los bolsillos de su bata.

-- Buenas noches, kim.

Mi mandíbula endureció.

Le di la espalda y caminé en dirección a la puerta rezando para que mis piernas aguantaran al menos hasta mi coche...

Merecía todo aquello. Merecía perderla, merecía ser la eterna mujer de hielo, de los negocios, y solitaria.

Ella no me quería, veía su frialdad, no adelantaba declararme, ya me había olvidado.

Entonces, cuando ya tenía la mano en la manilla de la puerta, sentí un dolor agudo en el pecho. Un dolor tan fuerte, que lo que pasó enseguida fue guiado por mi instinto de supervivencia.

Me volteé para ella, y en dos pasos, ya la había alcanzado. Esta vez Lisa me miró sorprendida. Tomé sus manos como un ahogado desesperado intentando salir del agua. Doblé las rodillas y la encaré:

-- Necesito que me perdones, Lisa -- dije con la voz estrangulada por la desesperación.

Mis ojos mojados apenas percibían la expresión en los de ella. Las manos temblaban, pero no podía decir si las de ella también.

Un amor por Encargo | JENLISA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora