Cap. 4 Calefacción

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     Recargada sobre la pared, revisando su celular constantemente se encuentra Elizabeth, quien tiene su abundante cabello rubio recogido en una cebolla acompañada de unas gafas oscuras colocadas en la cabeza. A sus pies se halla un pequeño bolso de color rosa, en el que lleva algunos artículos personales como son crema bloqueadora, una toalla, un traje de baño, un par de sandalias, una muda de ropa extra, entre otras cosas. Su celular comienza a timbrar un par de veces antes de que deslice el botón verde para contestar la llamada.

–Hola, ¿Qué paso?

–¿Dónde estás? Llevo esperándote 15 minutos. Los demás deben seguir aún donde quedamos de vernos –dice con cierta irritabilidad en la voz, a la vez que escucha la contestación de la otra persona al otro lado del teléfono.

–¿Qué? ¿En verdad te prestaron el auto? Oh por eso te tardaste... –pregunta sorprendida– entonces ¿Vas a pasar por mí?

–Sigo aquí en donde habíamos acordado vernos.

–¿Pasarás todavía por ellos?... Ok, aja, bien te esperare un rato más. Así sirve que en lo que llegas voy a buscar un poco de agua, muero de sed, el bochorno que hace esta intenso.

–Muy bien, deja avisarles a los demás que se vayan adelantando, igual les pregunto si les hace falta algo que llevar para comprarlo –dice al terminar su comentario y cuelga la llamada.

Se agacha para recoger su bolso, en ese movimiento su blusa pasa atorarse en un pequeño clavo que sale levemente de la pared donde se había apoyado, rasgándola así por la espalda. – ¡Diablos! –exclama y colgándose la maleta al hombro cubriendo el orificio que había dejado el clavo, toma los lentes oscuros de su cabeza y los coloca en su rostro para ocultar el cambio de color que la delataba la pena que sentía en ese momento por aquellas personas que notaron la situación bochornosa para ella. Con su celular desbloqueado comienza a buscar un número en su lista de contactos, da clic sobre el nombre seguido del botón de llamada. Aprovechando que el semáforo cambio del color verde al color rojo se apresuró a cruzar la calle sobre las líneas amarillas que son usadas por los peatones. El teléfono timbro unos segundos emitiendo un tintineo de una llamada en curso. Ya al otro lado de la cera camina un poco hasta llegar a la entrada de una tienda en busca de agua embotellada, al entrar deja su bolso en la paquetería, y desaparece por uno de los pasillos hablando por teléfono.

Se sabe que el sudor es una forma de transpiración y forma parte del proceso de eliminación de toxinas, pero en ese momento sin hacer el mayor esfuerzo los cuatro amigos están sudando la gota gorda dentro del auto. Elías detiene la camioneta enfrente de una tienda de autoservicio, los chicos esperan a sus otros amigos, que no deben tardar en llegar. Camila mueve unos botones del tablero que hacen encender la calefacción.

–Esto no tira aire fresco –dice al momento que tiene su mano pegada a uno de los ventiladores del tablero de la camioneta.

–De hecho, no sirve esta dañado para dar aire frío y los niveles de velocidad igual se descompusieron –le responde Elías con las manos levantadas cerca del pecho en una postura de disculpa, además es consciente que ella no sabe que el sistema de ventilación no funciona.

A pesar de que las cuatro ventanas están abiertas, el aire que entraba través de los huecos no refresca lo suficiente, la temperatura es elevada a cada momento. Los días de verano son más mortales que los días de otra estación del año.

–¿Qué tal les ha ido en estas vacaciones? –pregunta Camila desde el asiento de enfrente, mientras acomoda los botones de la calefacción que movió. Terminado eso gira hacia atrás mirando primero a Damián y después a Milán con cara curiosa.

Estrella Infinita: Un Amor Sin PrejuiciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora