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en el vestuario solo se oye el ruido del agua cayendo sobre nuestras desnudas pieles y la tensión sexual es tan elevada que se puede palpar.

me giro sobre mis talones, de manera que le doy la espalda a la pared y me enjabono despacio por todo el cuerpo, sabiendo que sus ojos castaños están clavados en mí.

no sé por qué lo hago, solo sé que me entretengo más tiempo del necesario acariciando mi miembro, por lo que no puedo evitar soltar ligeros jadeos.

abro los ojos, que había cerrado segundos atrás mientras me aclaraba el jabón, cuando escucho el grifo de su ducha cerrarse.

jeno se dirige directamente hacia acá, sin titubear y sin mostrar ni una pizca de temor o recelo. sin despegar sus ojos de los míos, se hinca ante mí, ubicando su cara ante mi bien erecto miembro, y saca la lengua para lamer brevemente la punta.

muerdo mi labio inferior para acallar el gemido que nacía desde lo más profundo de mi garganta y le sostengo la mirada.

durante unos segundos que se me hacen eternos ninguno se mueve, esperando la reacción del otro. al ver que no le aparto, vuelve a acercar su rostro a mi entrepierna e introduce mi glande en su boca, sacándome un sonoro jadeo.

esta vez no se retira y sigue succionando la zona con ímpetu, por lo que llevo una de mis manos a su cabeza para empujarle y que se trague toda mi longitud.

parece entender el mensaje, porque poco a poco va engullendo cada centímetro de mi pene hasta que su nariz roza mi vello púbico.

gruño roncamente cuando ahueca sus mejillas, apretando a mi alrededor y hace un movimiento extraño con su garganta, estimulando la punta.

mis dedos se enredan con su cabello y le insto para que se mantenga en esa posición. una de sus manos viaja hasta mis nalgas para darle estabilidad y poder moverse sobre mí con mayor facilidad, mientras que con la otra comienza a masturbarse él también.

en poco menos de tres segundos, el vestuario se llena de bajos gemidos y jadeos, así como de nuestras respiraciones pesadas, que cada vez se van acelerando más.

tengo que apoyarme en la pared para no perder el equilibrio y termino por agarrarme de la alcachofa de la ducha, que es el único soporte que he logrado encontrar.

su boca sigue haciendo maravillas en mi erección y sentir las vibraciones de su garganta debido a los sonidos que suelta por estar tocándose a sí mismo lo hace todo muchísimo más placentero.

mis ojos descienden para observar la escena, y juro que la imagen de lee arrodillado ante mí, con mi pene entre sus labios y lamiéndome de esa forma será bastante difícil de olvidar.

me centro en tratar de recordar todos y cada uno de los detalles del momento que pueda, pues probablemente el recuerdo me sirva para posteriores pajas.

cuando sus orbes castaños encuentran los míos siento algo sacudirse en mi interior. no es un sentimiento cálido ni amoroso, todo al contrario.

ese tipo se ha encargado de arruinarme mi momento de paz, ha invadido mi gimnasio y me ha quitado parte de tiempo con mi entrenador.

usando el agarre que tengo sobre sus cabellos, empiezo a mover frenéticamente mis caderas, follándole la boca sin piedad.

mi gesto parece sorprenderle al principio, pero rápidamente se amolda a la nueva situación y se deja hacer mientras sigue succionando para apretar a mi alrededor o incluso usa sus dientes.

mis gruñidos son cada vez más fuertes a medida que mi orgasmo se va acercando y siento que podría morir en el instante en el que percibo su clímax vibrando en su garganta y, por ende sobre mi pene.

con un par de estocadas más, me corro dentro de su boca, echando la cabeza hacia atrás y soltando un sonido gutural desde lo más profundo de mi pecho.

jeno se encarga de lamer bien la zona para no dejar rastro de mi semilla y, tras dejar un leve mordisco en mi sensible glande, que produce una sacudida violenta en mí, se levanta del suelo.

me mira durante unos breves segundos. ninguno de los dos dice nada, no hemos hablado en todo el tiempo y parece que ahora tampoco es necesario.

vuelve a su ducha y elimina su propio semen de su cuerpo antes de salir y dirigirse hacia su taquilla.

tras recuperarme de la arrolladora sensación le imito y, todavía en silencio e ignorando al otro, nos vestimos tranquilamente.

debo analizar seriamente lo que acaba de pasar. he permitido que mi rival me comiera la polla, y eso es algo que jamás creí que sucedería.

no puedo negar que me haya gustado, ¡joder, ha sido increíble! y parece que él no se arrepiente, pues no ha huido despavorido del vestuario como creía que haría.

que fuera él quien se acercara también es algo que me sorprende, aunque lo achaco al hecho de que mi interrupción le había dejado caliente.

decido que no voy a darle más vueltas al asunto, tan solo se ha tratado de un encuentro sexual ―uno muy alucinante― pero nada más, por lo que no tiene sentido comerse la cabeza excesivamente.

tras dedicarle un breve asentimiento de cabeza a modo de despedida, me encamino hacia mi casa, rememorando todos y cada uno de los detalles de la ese intercambio de placer.

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