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el resto de la semana transcurre con normalidad. lee y yo nos encontramos en el gimnasio, pero actuamos como si nada hubiera ocurrido.

no hemos vuelto a quedarnos a solas, pues cuando yo terminaba mi entrenamientos, él ya se había ido.

no sabía si quizás estaba tratando de evitarme, pero tampoco es un asunto que me quitara el sueño.

no fue hasta un par de días más tarde, cuando coincidimos de nuevo en el vestuario.

me había quedado más tiempo aquel día, pues no lograba terminar de coordinar mis pies con los movimientos de mis brazos, y eso me frustraba de sobremanera.

pero cuando mi cuerpo me dijo "basta", tuve que ceder, por mucho que quisiera seguir entrenando. me sorprendo al encontrarme a jeno desnudándose tranquilamente, quien parece no inmutarse ante mi presencia.

sin decir nada, me encamino hacia mi taquilla, saco mi ropa y mis utensilios para ducharme. mientras me quito el pantalón de chándal que uso para entrenar veo cómo su cuerpo desnudo se adentra en las duchas, así que me apresuro en seguirle.

de nuevo, las miradas curiosas no pasan desapercibidas entre nosotros, pues no dejamos de echarnos rápidos vistazos mutuamente.

la tensión sexual es incluso mayor que la primera vez, pero en esa ocasión jeno no toma la iniciativa, por lo que me veo obligado a hacerlo yo.

como él ha terminado antes que yo, termino de eliminar con rapidez los restos de jabón y salgo a su encuentro.

está delante de las bancas que ocupan el centro de la estancia, inclinado hacia delante mientras se seca las piernas con su toalla.

no pienso demasiado en lo que estoy haciendo, tan solo sigo mis instintos. me ubico justo detrás suya, sin tocarle pero haciéndole notar mi presencia, esperando por su reacción, al igual que él hizo el aquel día.

se yergue en su totalidad, todavía de espaldas a mí, y gira su cabeza hacia un lado, de manera que me muestra su perfil. sé que está esperando a que haga el siguiente movimiento, así que no me hago de rogar.

con parsimonia, retiro la única pieza de tela que cubría su cuerpo, dejándolo desnudo ante mí. mi toalla acompaña a la suya en el suelo, de manera que ahora ambos nos encontramos en las mismas condiciones.

la mirada de jeno desciende hasta la ropa en el suelo durante un breve instante, pero después vuelve a elevarse y me mira por el rabillo del ojo.

trato de que no se note el titubeo ni la duda en mis gestos, y creo que lo consigo. una mano se ubica en su cadera, mientras que aproximo nuestros cuerpos para adherir mi entrepierna a su trasero.

jadea imperceptiblemente al notar mi erección presionarse firmemente contra sus nalgas, pero no se aparta. no sé qué espera que ocurra, pero mi deseo de estar enterrado en él es cada vez más insoportable, así que eso es lo que pienso hacer.

muevo mi pelvis varias veces, moliéndome contra él, como para mostrarle un atisbo de lo que se avecina. es mi manera de indicarle que es su última oportunidad de retirarse.

para mi sorpresa, no lo hace. al contrario, empuja con su trasero hacia atrás, incrementando la presión entre nuestros centros, indicándome que él también quiere.

no espero ni un segundo más y, empujando su espalda hacia delante, le inclino sobre el banco. parece entender lo que quiero, pues se apoya con manos y rodillas en el mueble, de manera que su culo queda a mi completa disposición.

decido que lo mejor será prepararle primero, pues no estoy seguro de si podrá recibirme con facilidad o no. hundo mi rostro entre sus nalgas y aspiro con fuerza, deleitándome del intenso olor de la zona.

le siento estremecerse bajo mi gesto y no puedo evitar que una ligera sonrisa de suficiencia se dibuje en mi rostro. saco mi lengua y lamo toda la longitud de la ranura, sacándole un bajo jadeo de sorpresa y satisfacción.

sin esperar mucho más, empiezo a lamer y lubricar su entrada, quien empieza a palpitar ansiosa. después sustituyo mi lengua por uno de mis dedos, introduciéndolo en él para dilatarle más enserio.

ligeros gemidos agudos empiezan a emanar desde su boca y no tardo en adorarlos, me están volviendo completamente loco.

no puedo esperar por estar enterrado en él. meto un segundo dedo que, unido al primero, se encargan de amoldar y relajar toda la musculatura de la zona, abriendo sus paredes y entrando y saliendo con relativa facilidad.

tras añadir un tercer dedo a la ecuación, sus quejidos son bastante más sonoros y el poco autocontrol que me quedaba desaparece.

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