007

816 73 0
                                    

traté de olvidar todo el asunto, me esforcé en no pensar en ello, pero cada vez que me encontraba a lee por el gimnasio, la ira volvía a mí como si nunca se hubiera ido.

él pareció notar mi rechazo, pues dejó de quedarse hasta tan tarde entrenando, evitaba encontrarse conmigo a todas horas, aunque hubiera más gente a nuestro alrededor y, por las miradas fugaces que cruzábamos, sabía que no le agradaba que le estuviera juzgando de aquella manera.

sin embargo, esta noche es diferente. cuando me dirijo al vestuario, pensando que ya no me iba a encontrar a nadie más, me sorprende ver a jeno desvistiéndose rápidamente.

no dice nada cuando me ve entrar, simplemente se queda de pie, mirándome fijamente y con los brazos a medio levantar mientras se quitaba la camiseta.

me recuerda tanto a aquella primera vez en la que lo pillé recibiendo sexo oral por parte de aquel chico, que tengo ganas de soltar una carcajada, pero la reprimo.

ignorando su presencia, me encamino hacia mi taquilla y saco todo lo necesario para tomar una ducha. maldigo entre dientes ante el escultural cuerpo del joven, pues sigue poniéndome a mil.

no me privo de repasarle lentamente de arriba abajo, deteniéndome en todas y cada una de sus curvas, ignorando el hecho de que sabe que lo estoy observando.

"si tan solo fuera capaz de hacer frente a la situación que vive..." pienso para mis adentros, imaginándome lo bien que nos lo estaríamos pasando si el contexto fuera otro.

me sorprendo al notar sus manos sobre mi espalda, acariciándome lentamente, y su cuerpo pegarse al mío. me tenso ante su proximidad, luchando con el deseo irrefrenable de abalanzarme sobre él, pues esto no está bien.

pero cuando siento sus labios besar sensualmente la piel de mi cuello, todo el autocontrol que tengo queda hecho añicos. ¿quiere sexo? pues eso tendrá.

me giro para encararle más rápido de lo que se esperaba, sobresaltándolo. me mira intensamente, esperando con cautela a mi siguiente movimiento.

gime cuando estampo mi boca con la suya en un beso feroz, y lo hace de nuevo cuando lo levanto por sus caderas y le obligo a rodear mi torso con sus piernas, pegando su espalda a la fría pared de las duchas.

―ah, joder ―gimotea al empezar a moler nuestras entrepiernas desnudas con rudeza, agarrándose con fuerza de mi nuca.

con una mano tanteo su entrada y adentro un dedo en ella, sacándole un sonoro jadeo. le preparo con rapidez, pues no quiero esperar ni un segundo más a volver a sentirme en su interior.

gruño al sentir la estrechez de sus paredes asfixiándome el pene, no recordaba la sensación tan placentera. tardo un momento en empezar a embestir duramente, descargando toda la frustración y enfado en cada penetración.

los labios de jeno sueltan ligeros quejidos, pero sé que no es dolor físico lo que siente.

―no tienes por qué seguir con esto ―le recuerdo mientras taladro su punto dulce.

―no es tan... ahh, sí... no es tan fácil, no lo entiendes ―me reprocha, echando la cabeza hacia atrás y dejándome ver una lágrima resbalando por su mejilla.

ese gesto me conmueve y molesta a partes iguales. ¿si está tan mal con él, por qué no le deja? está claro que no le quiere, ¿por qué siguen juntos?

―no, no lo entiendo ―replico, incrementando la velocidad de mis embistes.

―¿po... podemos hablar de esto luego? ―solloza y eso hace que vuelva a centrarme en su rostro.

me parte el alma verlo así y hago lo único que se me ocurre para que deje de llorar. uno mis labios a los suyos de manera delicada, para nada acorde a cómo están siendo mis movimientos contra su entrada.

jeno se aferra más a mí, como si temiera caer o peor, como si temiera que le soltara. ese gesto desesperado termina por romper cualquier barrera que se interpusiera entre nosotros.

aunque mis embestidas siguen siendo ansiosas, ya no hay ese atisbo de negatividad en ellas, sino que hay una especie de promesa grabadas en ellas.

―ah, mark... ―suspira mientras muerdo sensualmente su cuello.

ese simple sonido hace que mi estómago se contraiga y empiece a expulsar mi semilla en su interior. sigo moviéndome hasta que siento nuestros abdómenes siendo manchados por su esperma, pero no le bajo de mis caderas cuando termina.

sin soltarle, cierro el grifo de la ducha y nos encamino hacia los bancos, donde me siento con él todavía a mi alrededor. me mira directamente a los ojos y, con el labio temblándole ligeramente, me confiesa su mayor secreto.

―no tengo adónde ir ―su voz se entrecorta. ―no tengo ni un puto duro para salir de esa casa, es el único sitio que tengo para vivir.

vaya, no me esperaba para nada algo así. le observo detenidamente, controlando lo que siento al verle llorar de esa manera, en silencio, sufriendo.

quizás había malinterpretado su relación, quizás no era una dependencia emocional, sino una dependencia económica. entonces un montón de preguntas de agolpan en mi mente.

―¿y el dinero de los torneos? ¿qué pasa con él? ―inquiero con curiosidad, pensando que podría ahorrarlo.

―todo lo que gano se lo funde ―niega con la cabeza, apenado. ―mi sueldo de camarero va para el alquiler y el dinero del boxeo para sus deudas, tiene unas cuantas.

eso me enfurece todavía más, pero trato de contenerme. ahora comprendo mejor por qué no puede irse, pero sigo creyendo que debe escapar cuando antes de aquella relación.

jeno nunca podrá ser feliz con aquel tipo, siempre se endeudará y será él el que deba pagar los platos rotos. le miro con detenimiento.

está con la vista clavada en el suelo, los ojos llorosos e intentando amortiguar los sollozos que no dejan de escapar de entre sus labios.

―lo siento ―pronuncio con mucho pesar, logrando que sus orbes contacten con los míos debido a la sorpresa. ―lo siento mucho, jeno.

y acto seguido, le beso delicadamente. mis palabras y mi gesto terminan por quebrarle del todo. comienza a sacudirse violentamente mientras llora con desolación, enterrando su rostro en mi cuello y aferrándose a mis hombros como si de un salvavidas se tratara.

en ese instante sé que debo hacer algo para ayudarle, lo que sea, pues no quiero volver a verle así. acaricio su espalda con suavidad, dejando que se desahogue, pues lo necesita.

mi mente maquina a toda velocidad, pensando en posibles soluciones para él. quizás pueda irse a un motel mientras busca apartamento. me parece una buena idea, así que, cuando su respiración se ha tranquilizado, se la propongo.

―a lo mejor podrías quedarte en un motel hasta que encuentres otro sitio en el que vivir ―sus ojos castaños se entrelazan con los míos. están rojos e hinchados debido al llanto.

―lo intenté, más de una vez, pero siempre me encuentra ―no termino de entender el tono que usa para pronunciar las últimas palabras, pero cuando me muestra una cicatriz curada en uno de sus costados, mi mandíbula se tensa inmediatamente. ―le gusta atarme para que no me pueda defender, así se encarga de "darme mi merecido y recordarme cuál es mi lugar".

tengo que apartar la mirada de su rostro para tranquilizarme.

nunca creí que lee jaeno, el más fiero rival al que me había enfrentado jamás, fuera víctima de violencia doméstica. ya veis, las apariencias engañan.

siento la ira inundar cada recoveco de mi ser, y a partir de ese momento se convierte en algo personal.

―voy a sacarte de ahí ―prometo con solemnidad antes de volver a besarle.

boxingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora