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han pasado tres días desde que descubría la verdad acerca de mi contrincante. tres días en los que no he podido dejar de pensar en una manera para ayudarle y sacarle del infierno en el que se ha convertido su vida. tres días en los que mi mente dibujaba miles de imágenes de cómo debía ser la convivencia con aquel tipo, imaginándome a un jeno atado y magullado, siendo golpeado constantemente por la persona que una vez amó.

impacto repetidas e incansables veces mi puño contra el saco, descargando la frustración al no saber cómo echarle una mano. ayer vino con corte en un pómulo y, cuando le pregunté qué demonios le había pasado, me dijo que donghyuck (así es como se llama el capullo) le había golpeado por reprocharle que no dejaba de endeudarse.

eso me enfureció todavía más, y estaba empezando a repercutirme directamente.

me costaba centrarme en los entrenamientos, jaehyun me había llamado la atención más de una vez por estar distraído, mi humor era pésimo y la tomaba con cualquiera que se cruzara por mi camino.

cuando levanto la cabeza de la tarea que estoy haciendo y miro a mi alrededor, me doy cuenta de que apenas quedan un par de personas en el gimnasio.

busco a jeno con la mirada, encontrándomelo en el banco de pesas, ejercitando sus bíceps.

sonrío al verle tan ensimismado en su labor, ignorando el hecho de que no dejo de estar pendiente de él. ha pasado de ser mi rival número 1 a convertirse en mi protegido.

sigo golpeando sin cesar el saco hasta que el último compañero desaparece por la puerta. en esos instantes, el castaño de ojos azules que no deja de ocupar mi mente está tumbado en la máquina de pectorales, subiendo y bajando la barra sin descanso.

me aproximo hasta él y, cuando nota mi presencia, detiene el ejercicio. se incorpora, sentándose en el banco y me observa con una sonrisa sincera.

―hola, tipo duro ―saluda con alegría, y no puedo evitar contagiarme.

―hola ―le respondo mientras me siento a horcajadas sobre él, rodeándole el cuello con mis brazos y besándole ávidamente.

―vaya, que yo recuerde no es mi cumpleaños ―bromea, sorprendido por mi gesto, cuando nos separamos para recuperar el aliento.

―idiota ―le golpeo juguetonamente el hombro y justo después mi mirada recae sobre el corte de su pómulo. lo acaricio con suavidad, no queriendo dañarle. ―¿te duele?

―ahora ya no ―responde suspirando y en voz baja.

ese tono llevaba implícito otro mensaje, eso quería decir: "ahora que estás aquí, ya no". la intensidad de su mirada me envuelve por completo y lo único que soy capaz de hacer en esos instantes es unir nuestros labios de nuevo, saboreándole con cuidado.

jeno responde al gesto, instalando sus manos en mis muslos para mantenerme completamente pegado a él.

nos besamos al mismo ritmo durante lo que parecen horas, disfrutando de la compañía y las caricias del otro.

cuando al fin nos separamos, junto nuestras frentes y rozo su nariz con la mía, sacándole una hermosa sonrisa. mi corazón da un vuelco ante el gesto y sé que estoy completamente perdido.

―¿qué demonios me has hecho, mamón? ―le regaño, pero luego le muestro mis característicos hoyuelos, sacándole una sonora carcajada.

―te dije que eras una magnífica pasiva, mark ―alardea con aires de suficiencia.

chasqueo la lengua, fingiendo molestia, pero no puedo borrar la sonrisa de bobo de mi rostro.

su semblante divertido se acentúa y un pensamiento fugaz de querer verle así todos los días cruza por mi mente. entonces caigo en la cuenta de que ya sé cómo ayudarle.

―vente conmigo ―digo de pronto, cambiando mi semblante a uno serio y sorprendiéndole por eso.

―¿a dónde? ―inquiere, confundido.

―a mi casa ―le aclaro, pero eso todavía parece extrañarle más. ―tengo una habitación libre y podrías usarla tú.

sus ojos se abren ante el significado de mis palabras, está en shock. dios, he sido tan idiota, ¿cómo no se me había ocurrido antes?

es la solución perfecta, así jeno puede salir de esa maldita relación tóxica y yo me encargaré de que aquel tipo no vuelva a ponerle una mano encima.

―no, mark, no quiero caridad ―es firme y contundente.

―no es caridad, puedes darme una cantidad simbólica a modo de alquiler ―le explico. ―y podemos compartir gasto como el agua, la luz y la compra ―parece que está sopesando la idea, así que prosigo. ―también podemos repartirnos las tareas, por ejemplo yo cocino y tú limpias, o al revés.

―no sé cocinar ―admite ligeramente avergonzado.

―da igual, pues tú friegas los platos ―le tranquilizo, como si ese detalle no fuera relevante. ―vamos, jeno, es tu mejor oportunidad ―le animo. ―no más deudas, no más peleas, no más palizas...

sus ojos se aguan ante mis palabras, claramente emocionado. un atisbo de esperanza brilla en ellos y sé que realmente lo quiere, quiere venir conmigo.

mi corazón palpita frenético ante la posibilidad de que acepte mi propuesta, por lo que trato de ocultar el nerviosismo que siento mientras espero su respuesta.

―¿estás seguro de querer meter a un extraño en tu casa? ―pregunta para asegurarse.

―jeno, por favor ―me quejo. ―te he dejado entrar literalmente en mí, creo que ya hemos superado esa fase ―le reprocho con media sonrisa.

en esos instantes se escucha el sonido de un claxon justo delante del gimnasio.

ambos nos levantamos para ir a ver de quién se trata y me tenso al ver que no es más que el "novio" del castaño, que reclama su presencia. el boxeador me mira apenado, como si me pidiera disculpas por la interrupción.

―no vayas con él ―le pido, haciendo que me observe con los ojos muy abiertos. ―no tienes por qué volver a pisar esa casa, te prestaré todo lo que necesites, ropa, toallas, todo. no vayas con él ―repito, en esa ocasión en un tono de mayor súplica.

puedo ver la indecisión reflejada en sus orbes castaños, la lucha interna que está teniendo en ese mismo instante. su mirada me indica que desea aceptar mi petición con fervor, pero que el miedo a las consecuencias que puedan tener sus actos se lo impide.

no pienso dejar que vuelva con aquel capullo, no pienso permitir que le vuelva a poner un dedo encima. alargando la mano hacia su dirección, a modo de ofrenda, le digo:

―ven conmigo, jeno.

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