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Salió del hospital cuando cayó la primera helada.

La nieve fría lo cubrió, el viento frío pegó en la cara de Korapat Kirdpan... Sin embargo, se demoró en darse cuenta de que nuevamente era invierno.

El invierno en Tailandia no era realmente frío, sin embargo, éste invierno en particular sí que lo era. Nanon ordenó con cuidado su bufanda, y antes de que lo notara, sus manos fueron sacudidas por fuertes temblores como si fueran hojas secas y arrugadas.

Heladas.

Su corazón estaba más helado todavía.

Se paró debajo de la señal de "alto" y esperó el autobús que no sabía cuándo podría llegar a pasar. Sus dedos estaban congelados y blancos para cuando sacó del bolsillo derecho de su pantalón el teléfono móvil y marcó inmediatamente después de que escuchó el timbrecillo de llamada automática. Esperó y lo intentó una y otra y otra vez.

Finalmente, nadie respondió.

Nanon miró los papeles que llevaba consigo una última vez y los dejó en el cubo de basura más cercano. Después de más de media hora, finalmente llegó el autobús y con ello, la escapatoria que estaba esperando con tanta desesperación. Subió, apoyó la frente en la ventana de cristal y marcó aquel número nuevamente.

Alguien le contestó ahora.

— Está helando hoy, es invierno — a lo largo de catorce años, la voz de Nanon había demostrado no dejar de ser suave y gentil incluso en las peores circunstancias... Pero las lágrimas no podían parar de brotarle en ese momento.

Ohm hizo un sonido de disgusto ante la oración que acababa de escuchar. Sentía que era realmente molesto hablar con él todo el día.

— ¿Hay algo que necesites? Estoy trabajando horas extras, ya sabes.

— ¿Volverás por la noche? No has regresado a casa por mucho tiempo.

Nanon, frotó incansablemente el anillo plateado que se encontraba descansando en su dedo anular de la mano derecha. Las lágrimas le empaparon el dorso y la muñeca. Ohm sintió que el Nanon de ese momento estaba actuando muy extraño. Eso, claro, era gracias a una enorme intuición que había logrado desarrollar y perfeccionar. Después de todo, habían logrado estar juntos durante 14 años ininterrumpidos.

— ¿Qué te pasó?

Nanon no respondió, en su lugar volvió a preguntar pacientemente:

— ¿Volverás por la noche? Me gustaría que comiéramos albóndigas juntos, podría conseguir una bolsa.

— Realmente no puedo volver ahora — Ohm comenzó a enojarse nuevamente. Tal vez era gracias a esa actitud tan dulce o a que siempre parecía tener tanto apetito — No vayas a comprarlas, le diré al secretario Song que te lleve unas cuantas después.

Nanon escuchó la voz ocupada del teléfono, su corazón comenzó a dolerle demasiado en el instante mismo en que Ohm colgó. Presionó también el botón de apagado y, de la misma forma lenta, llevó el celular dentro de su bolsillo.

¿Cómo puede no tener tiempo para mí, pero si para ir cada noche a cenar con su jefe?

Ohm está siempre afuera. ¿Cómo podría siquiera sospecharlo?

Hace cuatro años que el corazón de Ohm dejó de ser confiable, amable y sensible. Nanon no podía notarlo. Los ojos de Nanon siempre han estado cerrados. Actúa como si no le importara, no se atreve a decirlo, pero teme que una vez que se aclare no haya vuelta atrás y todo se derrumbe. No es amor ahora, sino un impulso hormonal excesivo que creció desde la infancia gracias a diez años de dedicación y malos hábitos. ¿Cómo pudo armarse de tanta tolerancia? Sabe que se engaña a sí mismo. Es tan necio. No puede oler el perfume que pertenece a una mujer en el cuerpo de Ohm. No puede ver el lápiz labial impreso en las solapas de la camisa de Ohm. Entiende las excusas de su hombre favorito cuando no está en casa. Solían amarse tanto, ¿Por qué ahora es así? Ellos saben claramente que incluso el momento difícil después de esos maravillosos primeros años ha llegado.

Cuando llega a la estación, él está consciente de que quien se bajó del autobús no es aquel hombre con una cara amable y actitud confiada del inicio... Solo es una persona más, con unos ojos rojos y una cara demasiado blanca. Nanon no compró comida, y ahora siente como si jamás pudiera volver a tener hambre de nuevo.

Hoy ha sido muy difícil suplicarle a Ohm que regrese a casa...

Debido a que Ohm realmente no sabe lo que está pasando, puede que le hablara así porque aún piensa que pueden comer albóndigas juntos la primera noche de nieve el próximo año ¿Verdad?



•                 •               •



El asistente Song llega muy rápido. El hombre enfundado en un traje negro parece acabar de salir de la compañía. Le entrega la caja de comida con una marcada reverencia y después de un momento, finalmente se atreve a tomarle de la mano. Nanon sabe que le da vergüenza agitársela así que empieza haciéndolo él.

— Me encargaré de las compras en el futuro. Ohm no tiene que explotarte todos los días y obligarte a hacer estas cosas.

El señor Song sonrió.

— Es lo que un asistente tiene que hacer, trabajo duro. Algunos asistentes no pueden soportar ni la más mínima parte de esto, aunque tengan un salario más alto que el mío — él y Nanon conversan un poco más y, como todos, se va y lo deja solo de nuevo.

Después de que el asistente Song se fue, Nanon se sentó en la mesa redonda y mantuvo inmóvil la pequeña caja de albóndigas, pegada en todo momento a su pecho. En los primeros años, había dos personas siempre sentadas alrededor de la mesa. En los últimos diez años, esa mesa estaba llena de harina y de masa para hacer relleno... Nada más.

Nanon solía tomar un par de toallas de papel para limpiar las frecuentes hemorragias nasales que experimentaba últimamente. Nanon entendió a larga que estaba de verdad muy enfermo, y que las bendiciones que Ohm profesaba estarle mandando diariamente no parecían haberle llegado a tiempo.

Solo comió cuatro de las albóndigas, y las cuatro restantes fueron despiadadamente desechadas después. Cuatro fueron suficientes para su estómago, sin embargo. Él sabe lo que pasa, tiene un poco de fiebre alta, la baja presión arterial lo pone muy cansado, solo duerme y duerme y duerme...

La angustia va a aplastarle por mucho tiempo más todavía. 





DANI

Los 10 años en los que más te amé  || OhmNanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora