[15] camiseta + nayeon = todo

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¿Sexo suave? ¿A qué se refería Sana?

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¿Sexo suave? ¿A qué se refería Sana?

Nayeon iba a decir algo al respecto a su comentario. Jungkook le había explicado un poco aquella técnica antes de pasar el celo de la alfa con ella, pero su cerebro no logró canalizar mucho la información por el apuro y terminó por confundirse más y más. Cómo sea, Sana estaba algo rara desde que le preguntó si conocía el sexo suave, es decir, más rara de lo normal.

Era otra tarde, luego de clases, sin tareas o deberes. Nayeon con sus manos sobando sus brazos mientras tenía un puchero en los labios por el frío, su madre había llegado hace unos días de viaje y no había dudado en acorralar a Sana en un cuestionario total desde que vio la marca prendida en su cuello, preguntándole cosas personales que no quiso recordar porque era vergonzoso, pero, era su mamá, qué se esperaba de ella si era una omega chiflada.

Dejó de pensar cuando escuchó una voz.

—Nay —se acercó rápidamente ella con la frente perlada, su flequillo totalmente húmedo. Estaba recién salida de la ducha, al parecer, porque algunas gotas resbalaban por su rostro. Nayeon olisqueó el aire y se relajó al captar el aroma de su alfa—. ¿Tienes frío?

La omega negó temblando un poco.

—Claro —murmuró ella, tomando su bolso para rebuscar algo. Cuando lo encontró posó una sonrisa en su rostro y se lo extendió a su omega—. Toma, es mi camiseta favorita, pero puedes ponértela tú, ¡es el número nueve!

Inmediatamente, una camiseta cubrió su delicado cuerpo, cayéndole largo hasta un poco más de las rodillas. El cabello de Nayeon se despeinó un poco por ello, pero no pudo evitar sonreír, ya que el aroma impregnaba el de la alfa, sintiéndose segura la prenda prestada.

—Te queda lind-

La alfa no pudo terminar porque la omega se había abrazado a su cuello, colgándose y buscando más de su pareja. Ella hunde la nariz en la marca de su omega y regocijando su loba en el acto gracias a la presencia de la otra, se sintió feliz. Feliz de que Nayeon este hasta ahora a su lado, feliz de que la omega use su camiseta favorita porque realmente creía que podía ver estallar su pecho al tener dos cosas importantes en una sola vez.

El silbato las sacó de su ambiente, pues al parecer el siguiente grupo en entrenar eran los de baloncesto.

—¿Cómo te fue hoy en tu escuela? —le cuestiono Sana con verdadero interés, sentándose a su lado en las gradas.

Nayeon frunció el ceño.

—Normal —la omega se crispó de hombros, sin embargo, luego hizo una mueca triste—. Aunque... hoy no te pude ver en receso.

La alfa dio una gran sonrisa.

—El equipo se está esforzando para representar la escuela —le dijo Sana, orgullosa—. ¡Incluso creo que estamos mejorando comparado a lo que éramos al inicio!

Y Nayeon volvió a sonreír, porque a veces amaba esa faceta de su alfa, esa faceta donde se dejaba expuesta como una niña pequeña en busca de contarle a alguien lo que hace bien, lo que le gusta.

A Nayeon le encantaba la idea que sea ella a quién se lo cuente.

—No soy fan de los deportes, pero estoy segura de que eres una de las fichas más importantes del entrenador —concedió la omega, con una sonrisa suave en el rostro—. ¡De seguro eres buena, Sasa!

—No es por presumir, soy la mejor —contestó Sana, acercándose a susurrarle algo a Nayeon—. Pero es porque tengo la mejor inspiración de todas, y justamente está al lado mío.

Bien, ¿Nayeon podía sentir su rostro hirviendo?

Hubo un rato de silencio entre ambas luego de lo que dijo Sana. La timidez volviendo a su cuerpo y sus mofletes rojos de la vergüenza, sin embargo, era vergüenza de la buena. A veces Nayeon sentía que no merecía a Sana, de sus buenos tratos o de sus palabras bonitas. A veces no sabe qué hizo para que la Luna le dé una alfa dedicada, linda y tierna, no obstante, lo que sí sabe es que no podría haber mejor opción.

No podría haber una persona que ocupe el lugar de la rubia en su vida. Ella era única, era todo lo que consideraba cómodo o bien para ella. Era su alfa. Su destinada.

Su pequeña mano había tomado la suya, diciéndole discretamente que ya quería irse del campo. Sana comprendió, asintiendo mientras apretaba la mano de Nayeon, y se dijo mentalmente que siempre en su vida la sostendría cada vez que pudiese.

El cielo tenía un degradado rojizo oscuro, el sol se ocultaba y una pareja de alfa y omega estaban simplemente caminando al lado de la otra, Nayeon inclinando por momentos la cabeza por el hombro de Sana, aunque esta no llegase por la altura.

Tal vez todo habría estado tranquilo, tal vez hubieran llegado así hasta el hogar de la omega y hubiera sido un día más.

Sin embargo...

—Quiero ir hoy a tu casa —dijo Nayeon de repente.

Sana paró en seco, confundida.

Nayeon hizo lo mismo.

—¿Qué? ¿Para qué?

—Creo... creo que estoy lista para conocer a tu papá, Sana.

 creo que estoy lista para conocer a tu papá, Sana

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