Cap 35 Brahmavihara

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Al día siguiente por la mañana, Bai Rong levantó sus párpados con pesadez, su reloj biológico le indicaba que era hora de levantarse, pero su cuerpo desobedecia sus órdenes, cada una de sus extremidades pesaba tanto como si fuese aplastada por una tonelada de concreto.

Algo desorientado, por un momento desconoció el lugar donde se encontraba, parpadeo un par de veces confundido hasta que sus ojos se adaptaron a la obscuridad y pudo ver la tenue luz que se filtraba a través de las pesadas cortinas, su cerebro terminó de reiniciarse y se dio cuenta de que estaba en la habitación de su penthouse.

Intentó moverse, más su cuerpo estaba atrapado en un abrazo mortal, sus adoloridos brazos rodeaban cabeza y cuello de su joven cachorro de lobo, mientras el alfa se aferraba a su cintura enterrando la cabeza en su pecho. 

Con una respiración lenta, el alfa dormía plácida y profundamente.

"..."

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Tenía la fuerte necesidad de patear con rabia a su Adonis fuera de la cama.

Su maltrecho cuerpo había sido devastado con fiereza durante horas, y ahora, aún debía convertirse en almohada y mimar al pequeño cachorro.

Levantó la mano con la intensión de pellizcar la mejilla de su amante, sus dedos tocaron la cálida piel, y cuando estaba por retorcer la carne, se detuvo.

Meditando su actuar por un par de segundos, suspiro indefenso y finalmente se dio por vencido, su alfa dormía tranquilamente y su serena apariencia era casi como la de una escultura tallada

También se sentía un poco reacio a lastimarlo cuando estaba en un estado indefenso, el movimiento de su mano se convirtió en una caricia posando las yemas de sus dedos cerca de los labios sellados, sus ojos recorrieron la silueta del rostro desde la frente hasta el mentón, aunque aún estaba obscuro dentro de la habitación, la tenue luz que se filtraba del exterior le daba un aire inmortal a los bonitos rasgos de su Adonis, dejando en su cabeza solo dos palabras.

Realmente atractivo.

El pequeño fuego que ardía en sus entrañas instando a golpearle, fue completamente extinto.

Recostado de lado, disfruto de la efigie por un tiempo, y cuando estuvo satisfecho salió con cuidado de los brazos que lo atrapaban, sin embargo entre el intento de acomodar la cabeza ajena con cuidado sobre las almohadas, salir de las prensas que lo sostenían, y tratar de no lastimar más su ya adolorido cuerpo, empezó a sudar profusamente, cuando por fin se libero había algunas gotas de sudor en su frente, miró la cara de su amante que aún cerraba los ojos con fuerza, se inclino lentamente robando un beso de los labios rosas, tan fugaz y tan ligero como el toque de una libélula, cuando terminó se dirigió a la ducha con prisa.

En el momento que la puerta se cerró por completo, el alfa en la cama abrió los ojos y una media sonrisa apareció en la esquina de sus labios.

Ajeno a este detalle, Bai Rong se aseo con calma mientras pensaba, según lo que mencionó el doctor An sería bueno hacer algunas pruebas el día de hoy. En otro momento habría hecho oídos sordos a la recomendación del médico, pero hoy, él también tenía interés en realizar las pruebas que fuesen necesarias, así que antes de regresar al trabajo decidió que pasarían primero a la clínica del doctor An.

Cerro la llave de la ducha, se enredo en una bata y salió, encontrándose con un par de ojos de color negro profundo, su alfa estaba sentado al borde de la cama cubriendo su cuerpo desnudo con la esquina de la sabana, Bai Rong no pudo controlar su mirada que se desvío de los ojos negros a la manzana de adán, luego al poderoso paquete de ocho, después al abdomen, llegando finalmente más abajo a donde cubría la sabana.

𝙻𝚊 𝙷𝚒𝚜𝚝𝚘𝚛𝚒𝚊 𝚍𝚎 𝙾𝚝𝚛𝚊 𝙲𝚊𝚛𝚗𝚎 𝚍𝚎 𝙲𝚊ñó𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora