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Toma un sorbo de café alto. Lo compró en Starbucks hace un rato y aún sigue caliente, gracias al material del vaso. Está sentado en el parque del centro, donde la gente concurre con bastante frecuencia. Muchas familias y parejas acuden ahí cada día. Tampoco podían faltar los que siempre hacen ejercicio. Corren y se estiran por allá, con auriculares en sus oídos, ignorando al mundo. Gracias al cielo, el sol no que tanto como en otros días, así que es un día fresco sin llegar a ser helado, el saco de su traje le cubre bien y ni siquiera suda o se siente sofocado por eso.

Hay un niño correteando por ahí. Tiene el cabello negro y lacio aunque tiene algún mechón de color castaño. El cabello le llega por los hombros. Si le atina bien, no tiene más de 6 años. Viste con una bermuda deshilándose por las rodillas, posiblemente fue un pantalón antes. Su camisa está algo sucia y el dibujo en ella casi ya no se ve. Tiene unos lentes para ver que parecen gafas de nadar. Una banda adorna su codo y ríe. Le recordaba mucho a su hijo.

- ¡Venice, no te vayas muy lejos! - sigue la voz, para ver de donde proviene.

Viene de un castaño de ojos mieles, quien fuma un cigarrillo despreocupado. Tiene un tanktop de dibujos raros. Su pantalón es ancho y se ajusta a sus tobillos y a la cadera. Nota sus muñecas y como mínimos tiene diez pulseras artesanales en cada una. Si baja más la mirada, puede notar que en el puso hay un trapo extendido y sobre este varias pulseras como las que el chico usa. Sus tenis son unos convers viejos y gastados. El poco sol que hay choca con su rostro, dándole un tono acaramelado a su piel, sus ojos brillan a causa del reflejo del mismo y su cabello aparentan ser más claro de lo que en verdad es.

Vuelve a tomas su café y voltea a otro lado cuando el castaño se da cuenta que le observaba.

- ¡Buenas tardes, señor! - el mismo niño que hace rato correteaba, ahora está parado frente a él, sonriente. Y le falta un diente de arriba.

- Venice, deja en paz al señor - ve al hombre acercarse, trotando. Su rostro luce un poco más cansado de cerca.

- Pero, papá. Quiero vender mi primera pulsera. Por favor, por favooooor. Ya soy un niño grande, dijiste que cuando cumpliera 6 me dejarías. Ayer los cumplí. Deja que este sea mi regalo.

La mirada del chico se ablanda y le sonríe dulce al niño.

- Está bien amor. Pero como te enseñé ¿eh?

Venice asiente, seguro

- Buenas tardes, señor. Mi nombre es Venice Theerapanyakul y mi papi y yo andamos vendiendo estas pulseritas hechas con mucho amor y dedicación. Al verlas, parecen simples hilos atados unos a otros, Pero no lo son si nosotros le damos un significado.

El niño toma aire, inflando el pecho, antes de seguir hablando.

- Por ejemplo, esta me la hizo papá hace dos años, cuando era más pequeño. Y es especial para mí porque fue mi primera pulsera. Asia que, como yo, usted puede comprar una y regalársela a alguien especial, para que tenga un significado especial - sonrió a lo último - ¿Cómo lo hice?

Le preguntó a su padre y él le aplaudió encantado. Tiene un brillo especial en los ojos, es de cariño y orgullo.

- ¡Asombroso! Te luciste, lobito

Venice se sintió orgulloso de si mismo

- Muy bien. Me has persuadido completamente. Te compraré una para mi hijo. Pero antes ¿me podrías repetir tu nombre, chiquitín?

- Claro, señor. Venice Theerapanyakul Pongsakorn ¿Y el suyo?

Abrió los ojos, grande. Esto debía  ser una simple coincidencia. Debían existir miles de Theerapanyakul por todo Tailandia. O bueno, tal vez... ya que no es un apellido común que digamos.

Bracelets ~ VegasPeteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora