Capítulo 5

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—No me interesa si tienes que matar a ese vejete de mierda, lo quiero lejos de mi territorio de mi ciudad—expuse realmente cabreado

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—No me interesa si tienes que matar a ese vejete de mierda, lo quiero lejos de mi territorio de mi ciudad—expuse realmente cabreado. Esos hijos de puta tenían por nada mi autoridad. Me gané el derecho de comandar a los hombres de mi padre y a liderar todo su legado.

No fue por las buenas, no fue agradable y me jodieron toda mi puta vida.

No permitiré que ese anciano mal nacido, se meta en mi territorio como si mis ordenes no fueran nada.

—Mátalo Naruto—ordeno de nuevo. Mis ojos se quedan fijo en su mirada azul.

—No puedo hacerlo. Si te atreves se desatará una guerra muy sangrienta.

Él tenía razón, no podía simplemente acabar con su hedionda vida. Tenía que hacerlo sufrir mucho más que eso, una bala en su cabeza no será un castigo doloroso.

Exhalé enfriando mi cabeza y pensando más allá de mi enojo.

—Él sabe que no puede pasar mercancía sin que yo reviente sus negocios. ¿Por qué insiste? —aflojé mi corbata. Luego me puse de pie—. Vigílenlo, día y noche.

—Lo haremos. Fue algo que hablamos Orochimaru y yo, no pretende pasar mercancía, es algo más.

—Está bien, dejen que la rata encuentre lo que busca. No lo molesten.

—Como órdenes. ¿Entonces hoy es noche libre?

—¿Por qué?

—Haruno se marchó antes de tiempo.

—¿Qué?

¡Maldita sea!

Esa mujer me hace perder mi paciencia.

Sali apresurado en busca de su horrible persona, pero la mujer realmente se había marchado. Le había importado un cuerno que yo le dijera que la llevaría a casa todas las noches. Me importaba una mierda si salía antes de tiempo, lo que realmente me enferma es que me desafié de tal manera, no teme por su vida y lo deja en claro siempre que puede.

Quisiera saber que putas pasa por su mente, para entender su comportamiento.

Dejé todo detrás de mí y me apresuré a ir directo al ascensor. Naruto llevó desde hace una hora, puede ser que ella ya haya llegado a su casa. Entré al ascensor y las puertas se cerraron. Solo fueron unos segundos que parecieron eternos y la puerta se abrió nuevamente.

La recepcionista dijo algo, pero no le tomé importancia, si es algo urgente que me lo diga otro día, o que saque una cita para el próximo año. Realmente no me interesa.

Atrapé infraganti a mi chofer justo en el momento en que mordía un burrito lleno de carne y cebolla. Mastico con prisa ante mi cara de pocos amigos y tragó rápido.

A los pies del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora