Capítulo 14

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—Está noche nos quedaremos en el departamento de Itachi—lo escuché atenta mientras esperábamos a que el ascensor abriera

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—Está noche nos quedaremos en el departamento de Itachi—lo escuché atenta mientras esperábamos a que el ascensor abriera.

—Tiene varias habitaciones supongo—soltó una risa burlona—¿Dije algún chiste señor Uchiha?

—Eres divertida—me miró sobre su hombro y luego regresó la mirada hacia enfrente justamente cuando el ascensor abrió. Subimos y las puertas se cerraron—. Su miedo escondido en medio se esa valentía falsa me resulta divertida—dijo mientras yo me colocaba detrás de él y él frente a la puerta.

—¿Miedo?

—Teme caer en mis garras, admítalo.

Que arrogante.

—¿No es tan feroz como cree? —se gira lento.

—¿En serio? —da un paso y otro hasta que el aliento se vuelve pesado en mí. Gracias al cielo la puerta se abre, pero el mantiene esa posición a pesar de que la recepcionista nos esta mirando. Da un paso más y levanto mi mano para detenerlo.

—No se atreva.

—¿Me da ordenes? —sonríe burlón.

—¿No me ha escuchado? —elevo una ceja y no me dejo intimidar.

Hecha su mano hacia atrás y las puertas se vuelven a cerrar y el ascenso sube, aunque no se a que piso vaya. A pesar de que mi mano esta entre nosotros no tiene problemas para quitarla y así mismo acorralarme contra la pared.

Tan rápido como la puerta se cierra se abre de nuevo, me toma del brazo siendo un poco tosco y me lleva hacia esas oficinas pequeñas.

Ahora es cuando debería tener miedo, quizás defenderme a pesar de todo, pero cuando lo intento me doy cuenta de que me gusta la agresividad que siento que ejerce en mí.

¿Qué me pasa?

Me lleva directo a una oficina y la abre sin miramientos, jala de nuevo de mi y me toma de la cintura para sentarme sobre el escritorio.

—Pero...—me corta la palabra al darme un beso demasiado intenso, posesivo y doloroso. Sus manos aferradas en mi rostro me impiden alejarme, así que correspondo de la misma manera. El dolor que pueda causar lo regreso halando de su cabello, se queja, pero no deja de besarme.

Sus manos viajan por mi cintura y jala de mi cuerpo para pegarlo contra el suyo, es demasiado rudo y tosco. Mi cuerpo hormiguea y se siente raro con su ruda cercanía, con el calor que sale explosivo de su traje negro.

Deja de besarme de pronto y me mira fijamente como si estuviera tan molesto, como si me hubiera equivocado en el contrato más importante de su vida. Una ira que no me asustaba pero que si me intrigaba dada las circunstancias. Sus manos aun aferradas en mi cintura se aprietan demostrando la molestia.

—Me está volviendo loco—respira fuerte y yo también—. Cuando se trata de usted la sangre sube a mi cabeza rápidamente y dejo de pensar.

—¿Su mente queda en blanco?

A los pies del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora