4. Trabajo nuevo

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La seriedad que reflejaba su rostro me erizó la piel. Sí este era otro de sus trucos para hacerme creer en el amor se estaba pasando de mis límites.


—¿De qué hablas? —La inseguridad se apoderó de mi voz.


—Daniel, deja de hablar y cumple con lo que te estoy pidiendo.


Peligrosamente se acercó a mí; pude notar entonces que estaba un poco alcoholizada, el rubor en sus mejillas era natural y no por el maquillaje como yo creía, sus pupilas levemente dilatadas penetraban mi cuerpo. La distancia entre ambos se iba acortando poco a poco, tenía en mente que debía de cumplir con su petición ya que para eso me pagaba; pero lo extraño en todo esto es que jamás me había pedido sexo en esas condiciones y bajo ningún tipo de temática. Siempre que tenía relaciones ella estaba en sus cinco sentidos, Julith casi no tomaba y cuando lo hacía no teníamos ningún tipo de contacto físico. Odiaba estar ebria y acostarse con alguien -o eso me había hecho creer- la cuestión es ¿por qué mi cuerpo no respondía ante sus insinuaciones? Estaba estático ante su presencia.


¡Vamos Daniel, mueve tu inútil cuerpo de una vez!


Sentí el leve roce de su brazo junto al mío, alzando su mano comenzó a acariciar mi rostro, sus ojos buscaban algo en los míos pero no sabía qué era, mientras tanto su otra mano comenzó a tocar mi pecho subiendo y bajando a un ritmo acogedor. Su boca comenzó a jugar con mi oreja para descender en busca del espacio que había entre mi cuello y el hombro, dejando pequeños besos a su recorrido, para este punto ambas manos estaban en un juego entre los botones de mi camisa y el comienzo de mi pantalón.


Cuando pensé que iría mas lejos sentí su cuerpo vibrar de una forma distinta, la tomé por los hombros para separarla de mi y ver su rostro; sus labios estaban apretados formando una línea, parecía que sus mejillas explotarían en cualquier instante, sus cejas temblaban de una forma incontrolable y sus ojos estaban fuertemente cerrados. Al verla de ese modo pensé que se pondría a llorar pero cuando se atrevió a mirarme una risa incontrolable salió de ella para separarse completamente de mí.


No entendía nada.


—¿Qué pasa? —Me hacía señas con su mano para que esperara—. ¿Qué es tan gracioso?


Estaba que se doblaba de la risa, jamás había presenciado un ataque de ese tipo por parte de ella. Yulith se retorcía por toda la sala hasta que se pudo sentar en un sofá, se sobaba el estomago a modo de controlarse. Al no comprender nada de esto, un sentimiento de molestia me empezó a invadir, estaba seguro que se estaba burlando de mí y yo no sabía cuál era el chiste.


—Dan... Dani... Daniel... Deberías de ver tu cara... —Apenas pudo soltar entre risas.


—¡¿Mi cara?! —Fruncí el ceño para enfatizar mi malestar.


¿Qué era tan gracioso?


Tenía que agradecer el hecho que no tuviera una risa escandalosa, pero de vez en cuando soltaba unos sonidos bastante raros; si seguía riéndose de ese modo sus vecinos pensarían que estábamos asesinando a algún animal. Me di la vuelta para no verla y también para que mi enojo no incrementara, pero por lo visto iba a durar un largo rato de ese modo. Cuando dejé de escuchar salir las focas que Yulith llevaba dentro, giré para mirarla y comprendí porqué había parado con su escándalo ¡Estaba morada! Trataba de darse aire con sus manos pero era inútil, mi instinto de héroe se activó y corriendo me acerqué a ella. Poniéndome de frente, le abrí las piernas y con delicadeza tome su cabeza haciéndola bajar y quedar entre sus extremidades.

Scort © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora