Capítulo 3

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Los personajes son de Naoko Takeuchi, la historia es fines de lucro y sin ofender a nadie es solo por diversión.

Capítulo 3

Una gran multitud se congregaba en las afueras del palacio, pero cuando Serena saludó con la mano, se dio cuenta de que, cuando mucho, sólo una de cada tres personas respondía a su saludo.

El resto, hombres en su mayoría, permanecía de pie con los brazos cruzados y una torva expresión en el rostro.

Hubiera querido preguntar al rey qué sucedía, pero comprendió que no hubiera logrado hacer escuchar su voz y, un momento después, habían cruzado las verjas de puntas doradas, guardadas por soldados.

Le pareció que había un número exagerado de ellos en las puertas y en el patio y en la larga escalinata que conducía a la puerta del frente.

Se veían muy elegantes con sus chaquetas rojas y pantalones azul oscuro, y los oficiales impresionantes con sus charreteras doradas en los hombros y sus numerosas medallas.

Serena y el rey subieron la escalinata alfombrada de rojo y entraron en uno de los más hermosos vestíbulos que ella había visto nunca.

Era de mármol blanco, con columnas corintias con adornos dorados y el techo estaba pintado en forma exquisita. Había también, numerosas estatuas admirablemente esculpidas.

Pero no hubo tiempo para ver nada más, porque varios funcionarios los condujeron a través de un amplio corredor, hacia un enorme salón de recepciones.

Este era también impresionante, y al principio, Serena sólo acertó a ver los enormes candelabros de cristal reflejados una y otra vez a ambos lados del largo salón.

Mientras ella y el rey se movían a través de una gran cantidad de gente hacia un estrado que se encontraba al fondo, en el cual había dos tronos dorados, a Serena se le ocurrió que el salón había sido, en realidad, copiado del Salón de los Espejos, en el Palacio de Versalles.

"¡Es muy hermoso!", pensó con admiración.

Entonces le fue imposible pensar en nada, excepto en la gente que le estaban presentando. Varios familiares ancianos del rey se encontraban presentes y constituían acompañantes de respeto para ella. Y estaban, también, los miembros del gobierno.

El primer ministro era un hombre de cabellos grises y de cierta edad, pero había algo en su porte y en la expresión de su rostro que reveló a Serena que poseía un poder del que había tenido que tener cuidado.

Murmuró algunas palabras de bienvenida, antes de presentar a los miembros de su gabinete, uno por uno.

Serena sintió que ellos la miraban en forma calculadora, como si estuvieran decidiendo para sí mismos si les sería de utilidad o si resultaría un estorbo. Pero enseguida pensó que se estaba dejando llevar por su imaginación.

En Elysion, como en otros países pequeños, el monarca estaba siempre al mando de todo. El controlaba el país, y sólo en casos excepcionales, el gobierno se oponía a sus decisiones.

Serena tuvo que ser presentada a tantas personas, que, después de algunos momentos, se sentía atontada, y no era capaz de distinguir un rostro de otro. Se concretó a contestar a los saludos con amables frases de gratitud.

En el salón, Serena se sintió tan tímida que temió no poder pronunciar una sola palabra y no deseó otra cosa que encontrar un rincón dónde esconderse. Entonces recordó, no sólo que se suponía que era Mina, sino también las palabras de su madre:

"La timidez es egoísta. Significa que estás pensando en ti misma. Piensa en los demás y en sus problemas, no en los tuyos".

Eso fue lo que Serena trató de hacer ahora y cuando la recepción terminó y los invitados aplaudieron, aunque lo hicieron en forma digna y controlada, sintió que lo había logrado.

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