Cap. 2: "No te enamores de un artista"

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— No lo he vuelto a ver desde ayer, cuando entró en su habitación sin saludarme, ni decirme nada.— le dije a Alia por teléfono.

Me recosté de nuevo en la cama recién hecha, debatiéndome si debía visitar el campus como me propuse o ceder a la tentación de esconderme bajo las mantas y pretender que no existía.

La verdad es que es un poco reservado, pero dale tiempo que seguro que se irá soltando.— contestó.— ¿Está en casa ahora? A lo mejor podrías hablar con él y presentarte.

Contuve la risa.

Alia estaba viviendo en un hipotético mundo feliz. Por su comportamiento del día anterior, estaba segura de que ese chico no quería ni que hablase con él ni que me presentase. Y en el hipotético caso de que sí quisiera, ¿por qué no lo había hecho él ya?

Pero Alia no tenía ninguna culpa, y le estaba agradecida eternamente por ayudarme, así que decidí que lo iba a intentar. Incluso aunque mi lado orgulloso me regañara por ello.

— Lo haré en cuanto le vea.— prometí, levantándome de la cama.— Esta mañana me pareció oír un portazo cuando estaba duchándome así que probablemente ya se haya ido.

Confirmando mis sospechas, cuando salí de mi cuarto parecía que no había nadie en casa.

Bueno pero... ¿Tú crees que lo vas a llevar bien con él? — preguntó Alia.— Si no, puedo hablar con Lucas y-

— Alia, no te preocupes, seguro que todo irá bien.— contesté, apoyándome en el umbral de la cocina. Pasé mi vista por el salón. Parecía totalmente limpio a excepción de una taza medio llena de café. Fruncí el ceño.— Es sólo que... Tú me dijiste que era reservado y callado, pero no creí que fuese...

¿Que fuese qué?

— Borde.

Ya, lo que hizo ayer...— comenzó a decir, pero no escuché nada después porque juré oír un carraspeo.

No me moví de mi sitio.

— Estoy aquí.— pegué un respingo cuando una voz que no reconocí habló.— Ya sabes, "el borde".

Lucas se reincorporó en el sofá donde había estado tumbado todo ese tiempo. No había notado su presencia porque no lo pude ver tumbado desde mi perspectiva. La perspectiva... y que estoy medio ciega cuando no llevo gafas ni lentillas.

Tragué saliva. Qué vergüenza.

...¿Sabes? — mi amiga seguía hablando.— ¿Ilaira?

— Alia, te llamo luego.— interrumpí, colgando la llamada.

Miré a Lucas mientras se llevaba la
taza de café a la boca y dejaba un libro encima de la mesilla. Después de pasarse la mano por el pelo, se levantó para coger el libro y colocarlo en la estantería. Luego sacó un cigarrillo de su bolsillo trasero del pantalón y se lo puso entre los labios. Se acercó a donde estaba yo, todavía inmóvil, y se apoyó en el respaldo del sofá. No me miró ni un solo segundo, cuando sacó el móvil y se concentró en lo que fuera que estuviera mirando en él.

Así que ese era Lucas. Mi compañero de piso por el resto del año.

Y esa era su voz. Grave, de tono bajo, monótona. Clavada en mi mente por unos segundos, mientras pensaba en lo que decirle.

Y ese era su físico. El pelo marrón oscuro que el día anterior llevaba despeinado, en ese momento parecía recién lavado, brillante, algunos mechones ondulados cayéndose sobre su frente mientras miraba el móvil. Sus pestañas parecían largas, tan oscuras como su pelo. Sus labios, que sujetaban el cigarrillo firmemente, eran ligeramente voluminosos.

𝑰𝒏𝒆𝒓𝒄𝒊𝒂 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora