Dulce Locura

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El día siguiente ambos se levantaron temprano y juntos compraron para preparar una rica comida. Además sabiendo que Sirius no llegaría hasta dentro de dos días Harry se convenció de dormir en la habitación de su padrino por la simple razón de tener a Ginny lo más lejos posible, aún no entendía esa sujeción que había demostrado la noche anterior para no lanzarse sobre el cuerpo tan excitante de su amiga y devorarla a besos. Gracias a Merlín ahora contaba con la suficiente determinación y claridad para pensar y no cometer una locura. La noche anterior había sido una réproba, infernal, tortuosa pero placentera para sus sentidos, el solo hecho de tenerla cerca implicaba la felicidad, la euforia que solo ella le hacía sentir, sobre todo cuando ella enredara sus piernas con las suyas y lo abrazara como si sólo fuese de ella y esa posesión era cierta. Él solo era de Ginny Weasley.

― ¿Sabes hacer pastel de melaza? ― Preguntó sorprendido entrando en la cocina guiado por el aroma dulzón que invadió la casa.

― Debía aprender, además era como estar en la madriguera con ustedes ― Harry sonrió con ternura.

― Tus padres llegan dentro de cuatro días de Francia. En cuanto lleguen les daremos la sorpresa, hoy podemos visitar a Ron...

― ¡No! ― Se apresuró en contestar nerviosa.

― ¿Por qué?

― No me siento preparada para ver a Ron ― Gimoteó aterrada.

― Pero... ¿Volviste para reencontrarte con tu familia? ― Inquirió confundido.

― ¡Claro que sí Harry! ― Replicó exasperada.

― ¿Entonces? ― Insistió él molesto.

― Necesito tiempo ― Imploró angustiada.

― ¿Más tiempo? han pasado tres años Ginevra, ¿quieres más tiempo? ― Ironizó fastidiado ― No me parece justo que sigas escondiéndote de tu familia porque cometiste errores estúpidos en tu vida.

― No fueron estúpidos ― Acotó ella de inmediato.

― ¿Ah no? ¡te fuiste de tu casa por un hombre que jamás te respetó! ― Le reprochó furioso haciendo gestos con sus manos.

― ¿Qué te pasa bruto? ¡no te metas con Dean! ― Le espetó furibunda y Harry sintió una quemazón expandirse por el pecho no entendía si era la rabia, el dolor o el desasosiego por abrirle los ojos de una buena vez.

― ¡Ese idiota casi te golpeó, te alejó de tu familia jamás te respetó ni mucho menos te amó!

― ¡ESO A TI NO TE INTERESA!

― ¡CLARO QUE ME INTERESA!

― ¡PUES NO LO HAGAS, JAMÁS TE LO HE PEDIDO!

― ¿PARA QUÉ VINISTE A MI CASA ENTONCES OBTUSA! ― Ella lo miró a los ojos y sintió una tristeza descomunal, se quitó el delantal y lo arrojó sobre la mesa de la cocina.

― Lo siento, ya entiendo que no debí venir aquí... ― Harry entrecerró los ojos chasqueó la lengua y antes que ella saliera de la cocina la tomó por las muñecas y la miró fijamente.

― No malinterpretes ― Dijo él en un bufido frustrado.

― ¿Qué no te malinterprete? ¡pero si me acabas de decir...!

― La verdad Ginny, no seas complicada por favor ― Perseveró él escrutando el rostro de la pelirroja.

― Para mi no fue fácil alejarme de mi familia Harry, y tampoco será sencillo volver a ellos ― Explicó consternada y Harry entrelazó sus manos con las de ella y le sonrió con dulzura.

Dos semanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora