Capítulo III: Anite o la moderna Cupido.

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Anite estaba columpiándose en una de las hamacas del parque cuando a lo lejos vio a Héctor sentando en una banca jugando con lo que para la pequeña parecía ser su perro un pequeño negro de patas cortitas cuerpo largo y orejas caídas. El perrito iba y venía con una pelota para que su dueño la arrojase de nuevo. Había pasado un mes desde que los habían invitado a cenar y hasta ahora solo Angélica había empezado a frecuentar la casa, por cierto, la muchacha parecía ser muy divertida y parecía que Anite la atraía naturalmente, jugaba con ella y le enseñaba cosas.

«El amigo de mi hermana parece ser una buena persona —pensó—. No entiendo por qué mi hermana no quiere estar con él»

La pequeña empezaba a entender apenas lo que era el amor, estaba entrando en esa edad en la que todos empezamos a fantasear con una persona en especial. Claro eso no se lo podía decir a su hermana, pero a ella le gustaba uno de sus compañeros de la escuela. Entonces a partir de esa idea ella solita ató los puntos.

«A mi hermana le gusta ese muchacho» —concluyó Anite sonriendo con malicia.

—¡Es momento de actuar! —bajó de la hamaca y corrió hacia donde su hermana estaba sentada vigilando.

—¿Me dijiste algo, preciosa? —preguntó mientras veía a su hermana acercándose corriendo—. No te escuché bien.

—No Sofi estoy bien. —sonrió—. Vamos hacia allá, dijo apuntando, caminemos un rato, ya me aburrí del parque.

—Bien, tú mandas —respondió la pelirroja sonriendo, esto lo hacían todos los fines de semana, jugaban juntas en el parque un rato y luego iban por un helado.

Nuestra pequeña estratega sonrió para sí, caminó hasta asegurarse de que su hermana viera al perrito, pero no pudiera distinguir a su dueño.

—¡Un perrito! —gritó la cupido y salió corriendo detrás.

Y detrás salió su hermana preocupada.

—¡Oye, no sabes si el perro muerde, ven acá! —gritó la pelirroja saliendo disparada detrás de la castaña.

«¿Qué le pasa a esta niña? —pensó Sofi mientras corría—. Ella no es así».

Pero Anite no la escuchó y aceleró con la ligereza que su cuerpo se lo permitía, sabía que su hermana llevaba zapatillas y ella tenis deportivos, jamás la podría alcanzar sin perder un zapato en el camino. Aprovechó la ventaja que le tenía a su hermana para saludar al salchicha y dejar que la oliese cómo es debido, se sentó en el suelo y lo acarició.

—Hola Héctor —saludó despistadamente cómo si no lo hubiera visto antes, al igual que su hermana era muy buena actriz—. ¿Cómo se llama tu perrito?

—¡Anite! —sonrió Héctor, el chico sabía lo que significaba Anite corriendo por el parque—. Me asustaste, se llama chimichurri. ¿Es lindo verdad?

—¡Si lo es! —exclamó la pequeña con una voz más aguda de lo usual.

Mientras tanto nuestra Cloe vio a Dafnis y quedó pálida, además la carrera sin calentar había ayudado más bien poco, ahora se encontraba jadeando, a punto de vomitar, mientras Anite estaba fresca como lechuga, es casi como si hubiese estado calentando...

—Ani... —Jadeó la pelirroja—. No corras así... vas a matarme...

—Hola Sofi —trató de saludar Héctor.

—Sofi, él es chimichurri —dijo la pequeña de rizos ignorando a los dos—. ¿No es lindo?

—Hola chimichurri —saludó Sofi ya repuesta—. Eres muy lindo verdad.

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