La carta y la flor del cielo

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Se había colado otra vez por el techo. Reparé aquel agujero un par de veces la semana pasada y mi alegría al conseguir sellarlo se desvaneció al instante al recibir un puñado de nieve servida en mi cara. Me levanto de la cama, aún falta una hora para empezar mi rutina, pero eso ya no importa. Si no me apresuro a arreglar el daño tendré una colina de nieve por casa al llegar la tarde.

Después de terminar la reparación preparo el desayuno: Unos cobos grises y un poco de infusión de raíz. Dejo un plato listo y cubierto para cuando despierte Pallas. Como tranquilamente, me visto y me pongo las raquetas. La calle esta despejada, es bastante temprano. De no ser por las gruesas capas de tela que me cubren moriría congelado, mi cuerpo no es para nada resistente en comparación con los otros seres, en especial los hongos quienes pueden salir libremente sin siquiera portar un abrigo.

– ¡Buuuaaaa! -Grita Seb al sujetar desde abajo mi tobillo izquierdo-.

– ¿Qué haces allí, escondiéndote bajo la nieve? -digo mientras le largo la mano para que se levante-.

– Solo quería asustarte y sí que lo conseguí, ja, ja, ja. Pusiste una mueca como si hubieras pisado la boca de un sumidero.

– ¿Para eso esperaste horas enterrado, esperando a quien sabe quién te pasara por encima? Porque me parece que el chiste es otro. -hablo sin dejar de moverme, en verdad me lleve una sorpresa, pero si lo reconozco le hará más gracia y seguirá haciéndolo-. Eres un ser hongo muy diferente al resto...

– ¿Sí...? ¿Por qué lo dices? Cuen...tame –dice sosteniendo esa sonrisita burlona en su cara-.

– Los demás seres hongo se ocupan de sus asuntos.

– Que amargado eres, deberíamos ir al festejo nocturno, dicen que habrá un gran anuncio del reino de las hojas.

– Perfecto, es una excelente idea, puedes ir y saludar a cada uno de los invitados de mi parte y luego vuelves para encontrar mi cabeza empalada. –no sé qué me ha sucedido, de pronto he empezado a hablar motivado por una sensación extraña-.

– ¿De qué hablas? Ja, ja, ja. No pensé que la broma te molestara tanto.

– Yo tampoco...

Continuamos caminando hasta llegar a la biblioteca, un pequeño y viejo edificio consumido por el hollín de las chimeneas vecinas. Me dirigí a mi oficina: un diminuto cuarto disminuido aún más por columnas de kofters oscilantes.

– Solo estaré aquí hasta antes del atardecer, no me quiero perder el festejo ni mucho menos la noticia ¿Habrá una nueva monarca en el reino de las hojas? -dice Seb mientras recoge unos kofters que ha tirado al asomarse.

– Está bien. -no me atrevo a contarle la mala noticia. La noche anterior llego una carta de desalojo. Pagar el alquiler del lugar se hace imposible cuando las hojas no paran de elevar el precio.

Las horas transcurrieron, revisé algunos tomos nuevos y de vez en cuando me perdí mirando al suelo y considerando descabelladas ideas para salvar la biblioteca o el poco ingreso que me quedaba. Parecía que la única solución aceptable era desalojar, de lo contrario terminaría poniendo en riesgo la vida de mi hermana con mi estúpido orgullo. Pallas no merecía aquella situación, en mis manos estaba pedir ayuda a Hakin y desistir de mi guardia. En Likaha estaríamos protegidos, pero estaría siguiendo los pasos de mi padre, estar junto al rey de Fangaska no era de mi agrado.

– Ya está decidido, me daré por vencido. Por Pallas –digo mientras brindo con una taza de infusión como si de licor se tratara.

– ¿Me hablas? –dice Seb acercándose a mi escritorio.

– ¿Acabaste de organizar?

– Sí.

– Pues te faltan estos tomos nuevos, no podemos dejarlos por ahí tirados ¿o sí?

Veo cómo cambia la expresión de su rostro, sé que desea salir corriendo a departir en las festividades, no había notado la hora y pronto estarían dando la supuesta gran noticia.

– Esta bien... –dice bastante descontento

– Espera. Déjalos a mi cargo, después de todo no tengo el menor interés en ir a esos espectáculos. Además, puede que gastes tanta energía que tienes de sobra.

– ¡Nos vemos mañana! –dijo mientras salía danzante de la oficina.

Ser el guardián del recinto de kofters de invierno no es sencillo, debo ingresar por la entrada secreta en el suelo y luego descender por una escalera de caracol para al fin encontrarme con los enormes pilares y las infinitas repisas. Sin la ayuda de Seb administrar el lugar me sería imposible, él puede estar aquí días enteros sin preocuparse por la oscuridad o el frío.

Cuatro mil quinientos once, cuatro mil quinientos doce, cuatro mil quinientos... y listo. Están todos en su lugar. Pallas debe estar preocupada, será mejor apurarme e ir a casa. Cierro la entrada y motivado por algún tipo de intuición pongo un pesado mueble sobre ella dejando caer un pilar de kofters por el suelo. Me es imposible dejarlos allí así que los recojo y los dejo sobre el primer lugar que veo descubierto.

Me encuentro cerrando la puerta de la fachada cuando una jovencita se acerca a las escaleras de la entrada. Su piel es pálida, sus ojos grandes y tiene por cabello pequeñas hojas que le llegan hasta la cintura. Sin duda es un ser hoja. Me extraña su vestimenta desgastada, no parece ser alguien del pueblo y aunque de seguro pertenece a invierno no es alguien que verías todos los días.

– ¿Puedo ayudarla? La biblioteca está cerrada. –No parece tener intención de hablar, solo me mira como quien ve a la nada–.

Me dispongo a irme,pero me toma de la mano entregándome un sobre y una pequeña flor dorada. Depronto suena un estruendo y mientras veo como comienza a llover fuego elladesaparece.

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Cobo: tubérculo grisáceo o café de poco tamaño que crece en la nieve.

Kofter: Paginas encuadernadas con o sin texto en su interior inmunes al deterioro por medios ambientales o naturales, únicamente legibles por los adamanes.

Likaha: El reino de los hongos. [Borrador].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora