Un martes cualquiera

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Durante las siguientes semanas las cartas siguieron llegando, una detrás de otra, siempre en algún rincón de su taquilla, siempre en el mismo sobre blanco, siempre las dos mismas palabras escritas en la solapa de este. Siempre el mismo comienzo y la misma firma. Lo único que cambiaba era el contenido de estas. A veces eran más largas, páginas enteras en las que el tal "T" le hablaba sobre su día o sobre lo que le gustaba de él, y otras veces más cortas, pequeñas notas como "hoy no tuve mucho tiempo de escribirte, pero quiero que sepas que hoy te veías especialmente bonito, y tu pelo se veía más suave de lo que se ve normalmente, ¿me dejarás tocarlo algún día? Apuesto a que es la cosa más suave del mundo y que huele a miel o algo así" Antes de darse cuenta tuvo que buscar otro lugar donde guardar las cartas, porque había más de las que nunca pensó que recibiría. Tras cada una de estas sentía que conocía más y más a esta persona misteriosa, y su curiosidad iba aumentando considerablemente. Moría de ganas por saber quién se escondía detrás de todo este asunto. ¿Sería alguien a quien conocía? ¿Alguien mayor o de su misma edad? Y si era la segunda, ¿alguien de su clase o alguien de la otra? No lo sabía, y necesitaba respuestas a todas sus preguntas. Sin notarlo había comenzado a mirar más a su alrededor, intentando buscar a esa persona. Y es que, cuando leía las cartas le daba la sensación de que esa persona lo observaba desde lo lejos. Le daba la sensación de que había una distancia insalvable entre ellos, que esa persona lo miraba desde la lejanía mientras anhelaba poder estar a su lado. Sentía que era alguien que estaba muy cerca, pero que también estaba muy lejos, y eso era algo que le estaba volviendo completamente loco. No paraba de pensar en esta persona de identidad misteriosa, y en las cartas que le dejaba. Solo había tres cosas en su mente en todo momento, y esta era una de esas. La segunda era el voleibol, y la tercera... La tercera era algo que no estaba preparado para admitir, al menos no por ahora. Eso era algo suyo, algo que ni siquiera se había permitido pensar libremente, pero que era innegable que estaba ahí.

Era un martes como cualquier otro cuando llegó la carta que hizo que deseara fervientemente conocer la identidad de su admirador secreto (si es que podía llamarlo de esa forma), mucho más de lo que ya lo deseaba. Era una carta íntima, al menos mucho más de lo que habían sido las otras. Era una carta que había hecho que su corazón se encogiera, y que quisiera conocer a esa persona para estrecharla entre sus brazos.

Tal y como había pasado las otras veces, el sobre apareció en su taquilla tras la práctica de la tarde. Lo había guardado en uno de sus libros de clase con la intención de leerlo al llegar a casa, pero había algo que le decía que esta era diferente, que la leyera cuanto antes. No sabía por qué, pero algo sobre esa carta en especial se sentía distinto. Diciéndole a Kageyama que tenía que irse con urgencia al baño y que lo esperase un segundo que volvería enseguida, salió del cuarto del club, la carta en el bolsillo, y buscó un lugar en el que sabía que no lo iban a encontrar. Una vez ahí comenzó a leer.

Querido Hinata:

Lo siento, hoy no tengo muchos ánimos. En realidad, no suelo tenerlos. Te parecerá una locura teniendo en cuenta que ni siquiera sabes quién soy, pero tú sueles ser lo que hace que mis días sean un poco mejores. En realidad creo que ya te lo dije en mi primera carta, pero te lo repito en esta también, tan solo por si acaso. Nunca te lo podré agradecer lo suficiente. En cualquier caso es que hoy no es uno de mis mejores días. Hoy siento un peso dentro de mi corazón. Lo siento si esto no tiene mucho sentido para ti, pero me cuesta poner en palabras mis sentimientos y esta es la mejor manera que tengo para describirlo. Hoy hay un peso en mi corazón, uno que en realidad siempre está ahí, pero hoy lo está de manera más intensa, aplastándolo. Parece que quiere romperlo más de lo que ya está. Quizás piensas que mi corazón está roto por alguien a quien amaba de manera romántica, pero te puedo asegurar que no es así. En absoluto. Yo... yo perdí hace algún tiempo a alguien. A alguien a quién quería muchísimo, y en unos días es el aniversario de su muerte (no voy a decirte el día exacto por si me escuchas decirlo por ahí y entonces sumas 2+2 y te das cuenta de que, sí, soy yo). Y lo extraño, lo extraño muchísimo. No solo lo extraño, sino que la culpa me carcome por dentro, porque no puedo llorar. Quiero, pero no puedo hacerlo. Simplemente no puedo. Solo puedo abrazar a mis familiares que lamentan su muerte y ofrecerles mi apoyo. Da igual que todo el mundo piense que eso es suficiente, para mi no lo es. Y aunque sé que en realidad esa persona me conocía como nunca antes alguien me había conocido y sé que no me culpa por ello de todos me siento de esta manera. No lo sé. Como decía todo lo que tiene que ver con emociones o sentimientos es algo complicado para mi. Sé cuando amo y sé cuando estoy triste, y sé cuándo me divierto y cuándo lo estoy pasando mal, pero tengo problemas para mostrar lo que siento al mundo. Expresarme me es complicadísimo (en serio. No sabes cuántas horas me paso escribiendo estas cartas, intentando buscar las palabras indicadas para lo que tengo que decirte), y de hecho ni siquiera sé cómo lo estoy haciendo a través de estas cartas, pero supongo que lo estoy haciendo, y creo que tú me ayudas con eso. Lo haces inconscientemente, desde el momento en el que llegaste a mi vida como un huracán, arrasándolo todo y poniendo mi mundo entero patas arriba. Me gustaría poder contarte todo esto en persona. En realidad no sé exactamente cómo reaccionarías, pero en mi cabeza me miras sin sentir lástima por mi (normalmente cuando cuento esta historia las personas sienten lástima por mí), y me miras con tus ojos cálidos y me abrazas, a pesar de que yo más que probablemente esté muy tieso al principio. Tras unos segundos yo te devolvería el abrazo y me sentiría comprendido, aunque sea tan solo por unos minutos. Con un poco de suerte me sentiría querido. No lo sé. No puedo saber cómo vas a reaccionar en realidad, a fin de cuentas esto no es nada más que una suposición o una fantasía, llámalo como quieras, pero sé que tienes buen corazón, Hinata. Un corazón puro, uno que no merezco y nunca mereceré. En realidad, creo que nadie lo merecerá nunca.

Cartas para HinataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora