Capítulo 1

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Varios días habían pasado ya, desde la llegada del nuevo matrimonio a esta casa, todo parecía marchar muy bien, Guillermo se había acoplado a las demandantes tareas que exigían el ser encargado de esas vastas tierras; por otro lado Lucía aprendía muchas cosas en sus tiempos libres como era preparar recetas de comida local y estudiando el idioma inglés, esto último se lo había pedido su marido debido a que más adelante piensa llevar a cabo negocios con ingleses o con estadounidenses. Ella manejaba ya el idioma francés ya que nació en Gordes, un pueblo bastante pintoresco de Francia; en el cuál había pasado gran parte de su infancia hasta que sus padres decidieron moverse a España.

Muchas veces recordaba con nostalgia, aquellos años de su vida, cuando era una inocente niña que disfrutaba dar paseos entre los campos de lavandas en compañía de sus amigos.

En ese momento Lucia estaba desempacando algunas cosas que aún se habían quedado olvidadas y entre las cosas, encontró uña foto de su madre junto a ella y sus 4 hermanos hombres; su madre lucía bastante seria, pero Lucía sabía que a pesar de que era una mujer de semblante fuerte, siempre fue una madre linda y bastante cariñosa. En ese instante se vinieron a su cabeza todas esas imágenes de cuando su madre la llevaba a cortar frutos silvestres junto a sus hermanos, lo mucho que reían en las aventuras y como luego ella y la pequeña cocinaban galletas muy gustosas con los frutos recién cortados. Eso le recordaba que había algo que estaba deseosa de llevar a cabo, o más bien de lograrlo ella quería quedar en cinta, le hacía tanta ilusión el hecho de poder tener hijos, siempre fantaseaba con tener 4 hijos. De la nada Lucía tenía pintada una sonrisa picaresca; tenía que ir a la cocina en busca de Manuelita.

Se empeñó en terminar de ordenar lo poco que quedaba en ese cajón para apresurarse a buscar a la anteriormente mencionada.

Manuelita era una criada, hija de indígenas y se notaba mucho en sus rasgos físicos, era baja de estatura, su cabello era bastante largo, de color negro y liso, pero siempre lo llevaba agarrado en dos trenzas que las decoraba con unas cintas rojas, su piel morena que a Ana le parecía muy interesante, pero bastante linda, era poseedora de unos ojos rasgados con iris de un color marrón muy intenso, siempre brillando con mucha calidez, hacía juego con una nariz aguileña y labios pequeños, tenía una voz bastante dulce que agradaba a cualquier oído. Ella y Lucía al conocerse se llevaron muy bien, esta última había escuchado en un par de ocasiones que Manuelita sabía hacer ciertas cosas, que en esos momentos a Lucía se le había cruzado por la cabeza.

Lucía al llegar a la cocina, empezó a repetir el nombre de Manuelita.

-Señora, ella ha salido a darle de comer a las gallinas- respondió una de las cocineras que en ese momento se encontraba lavando algunas ollas.

-¡Oh! esta bien, muchas gracias, iré a buscarla a fuera- dio una sonrisa y procedió ir al corral donde se encontraban las gallinas, ahí vio a la lejanía a Manuelita, estaba esparciendo las sobras de comida que habían quedado del almuerzo y algunos granos de maíz. -¡Manuelita!- la nombrada volteó a ver en dirección donde se aproximaba Lucía.

-Señora, buenas tardes ¿Qué la trae por aquí?- la joven embozó una sonrisa cálida.

-Manuelita, no se como expresarte este deseo sin sentirme un poco avergonzada, pero necesito de tu ayuda- decía todo de forma agitada mientras se ruborizaba violentamente -quiero que hagas una de esas cosas que tú sabes hacer, verás es que llevo deseando quedar en cinta, pero quiero que este día mi marido se sienta bastante cómodo a mi lado, o algo que lo anime aún más...- suspiró aún más avergonzada, rompiendo el contacto visual, para bajar su mirada -tú sabes a lo que me refiero.

La de ojos oscuros embozó una sonrisa confidente, sabía a lo que se refería su señora con clara vergüenza. Claro que iba a ayudar, todo este tiempo que ha estado conviviendo con la señora Montes se ha percatado del enorme deseo de tener hijos.

-Acompáñeme, prepararé algo que estoy segura le funcionará- rápidamente se dirigieron a la cocina, donde manuelina sacaba de las especiaras siete rajas de canela y buscaba en uno de los chineros la miel.

La ojiverde miró como Manuelita ponía a calentar agua y colocaba las ramitas de canela en ella y como rápidamente al llegar al punto de ebullición le agregó siete cucharadas de miel.

-Esto es un endulzamiento mi señora; esto le ayudará tanto a usted en su seguridad como a él para potenciar sus sentimientos.- rápidamente llevó la olla con el agua al baño de la pieza de sus señores, para ponerlo en la tina y estabilizar la temperatura a una agradable, agregándole agua fría.

-Usted debería ir metiéndose en la tina señora Montes, mientras le estaré preparando un té para que aumente las probabilidades de quedar en cinta- Manuelita sabía que el señor Guillermo y la señora Lucía llevaban intentando desde hace un rato lograr ese pequeño milagro.

Y así fue, la morena se había retirado del cuarto de baño para dirigirse a la cocina y preparar el té con unas hierbas que habían traído desde la india, su madre le había enseñado todo lo que sabía y pensaba conmemorarla siguiendo sus pasos en el campo mágico. Al terminar de prepararlo se dirigió de nuevo al baño donde Lucia ya estaba muy cómodamente disfrutando del agua tibia.

-Señora, aquí está esta el té- la morena dejó el té en la mesita que estaba al lado de la tina, para que la ojiverde fuera capaz de tomarlo cómodamente.

-Muchísimas gracias Manuelita. - la sonrisa que estaba demostrando Lucía era muy sincera y bastante cálida, se sentía muy agradecida con la ayuda de Manuelita. Para ella era un agrado esta señorita, la comenzaba a ver como una añoran amiga y confidente.

-No es por nada, ya sabe, usted solo dígame cualquier cosa y veremos qué se hace, por el momento me retiro. - la morena salió de la habitación dejando a solas a Lucía.

Horas más tarde Lucía estaba en su habitación, esperando a su amado esposo mientras colocaba cremas en su rostro. Su mesa donde tenía organizado todo su maquillaje, cremas y perfumes estaba iluminado por dos lamparas a la par del espejo.

De un momento a otro escucho como la puerta se abría y daba paso a Guillermo que por su semblante parecía estar muy cansado, pero sus ojos se posaron rápidamente en Lucía, al ver como ella le sonreía de manera tan cálida, provocó que el corazón del azabache se emocionara, siendo el culpable de mostrar una gran sonrisa.

Se dirigió a su armario para poder poner su ropa de dormir y rápidamente ir a la cama para descansar un poco; había sido un día largo, tuvo que resolver un pequeño problema que se había generado con un cliente algo problemático, no parecía satisfecho con el peso de la caña y con el precio que estaba establecido.

-Guillermo...- la dulce voz de Lucía lo sacó de sus pensamientos llevando toda su atención.

-Ven aquí.- el azabache golpeó el lado libre de la cama dando a entender que deseaba que Lucia se sentara sentara a su lado.

Lucía felizmente se acosto a su lado, hundiendo su rostro en el pecho de su amado, era cálido y le daba una sensación de mucha paz.

-¿Cómo estuvo tu día?- habló mientras admiraba las facciones de Guillermo.

-Mi querida Lucía, no me lo recuerdes; me ha tocado lidiar con un hombre bastante problemático. -Guillermo sonrió mientras acariciaba la larga cabellera rubia de Lucía.

-Puedo imaginármelo- Lucía mordió sus labios, se levantó hasta quedar a la altura de Guillermo, hubo un momento en el que se miraron mutuamente, para luego sonreírse, lentamente fueron acortando la distancia entre ellos hasta chocar sus labios y comenzar un glorioso beso que iba subiendo de tono.

Y así fue como sus cuerpos danzaron instintivamente esa noche.

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⏰ Última actualización: Sep 30, 2022 ⏰

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