Advertencia: Este capítulo contiene descripciones explícitas de abuso físico y emocional, violencia y trauma. Se recomienda discreción antes de continuar.
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Sentía cómo mi cuerpo era apresado, no podía moverme en absoluto. El aire se entrecortaba en mi garganta, y de mis labios no podía salir ningún sonido. Eso me aterraba, quería llorar, sentía mi cuerpo empapado en sudor. Mis párpados se abrieron de par en par, y mis ojos se toparon con la luz que rodeaba el lugar. Sentía mis músculos tensos. Miré a mi alrededor y encontré a mi profesor mirándome, preocupado. ¿Qué había pasado?
—William, ¿te encuentras bien, muchacho? — La voz de mi profesor era suave, hablaba conmigo como si fuera un niño.
—¿Aún estoy en el instituto? — Pregunté, tratando de evadir la pregunta.
—Sí, ya terminé la clase, pero te encontrabas durmiendo. ¿Has estado descansando correctamente?
—Sí, sólo que ayer me quedé viendo televisión hasta tarde, disculpe, profesor. — No podía contarle lo mal que lo pasaba en las noches, ni el miedo que sentía al cerrar los ojos por él.
—William, sé que apenas me conoces y soy amigo de tu padre, pero puedes contar conmigo si necesitas ayuda. — El profesor tocó mi hombro y lo dejó allí un largo rato, acariciando, tratando de brindar "calidez". Me sentí extraño, era incómodo.
—Está bien, gracias. — Tomé mi mochila y me levanté de mi asiento, tratando de sonreír.
—Hasta mañana, muchacho. — Lo vi sonreír antes de sentarse en su escritorio, mientras yo salía de allí, cerrando la puerta detrás de mí.
La calle estaba ligeramente vacía. Caminé a paso lento, tratando de disfrutar de la poca libertad que me brindaba el día. Lo sucedido hacía un momento había sido demasiado extraño, como un vago recuerdo de mi niñez, uno aterrador. Sentí cómo mi estómago se revolvía, me sentía asqueado, mi cabeza estaba hecha un desastre. Paré en seco para intentar respirar. El sonido del aire me empezaba a abrumar.
La brisa en ese momento era tensa, como si todo el aire alrededor se hubiera condensado en mis pulmones.
Volví a perderme en mis pensamientos. El profesor era muy amable, pero su comportamiento me hacía sentir incómodo. Era demasiado bueno con todos, que ni siquiera podía saber si esa era su verdadera personalidad. ¿Acaso estaba juzgando sin pensar?
Juzgar. Era una palabra que rondaba con frecuencia en mi mente. Siempre lo había hecho. El miedo de no conocer a una persona en su verdadera versión me hacía alejarme de ella. Siempre había sido así.
El profesor era joven, su sonrisa parecía flexible ante los demás, y su carácter, suave. Pero aún así, había algo que no encajaba, y no quería darle demasiadas vueltas.
Quizá sólo estaba pensando mal de una persona que ni siquiera conocía. No todos son iguales a él, porque Demian nunca lo fue.
[...]
—Te noto algo pálido, hijo. — Su voz me hacía estremecer de miedo, aunque trataba de disimular el comportamiento de mi cuerpo. —Hoy no pude ir a recogerte, ¿te encuentras bien?
—No es nada, hacía algo de frío hoy. — Él se acercaba a mí, por lo que rápidamente me aparté y subí a mi habitación. —Tengo un proyecto pendiente, necesito terminarlo.
No giré a verlo, simplemente cerré la puerta, escuchando atentamente cualquier tipo de ruido del otro lado, pero no hubo ningún paso hacia el lugar. Entonces, dejé que mi cuerpo se relajara.

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𝐓𝐮 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñí𝐚
RomansaWill quería un trabajo para poder salvar a su abuela, mientras luchaba con sus pesadillas, y Demian estaba cansado de escribir cosas de amor sin aún conocerlo. ¿Y si lo único que necesitarán es la simple compañía del otro?