1• Poland Street

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September, 1977

Esta mañana, las autoridades encontraron el cuerpo de una mujer de aproximadamente diecinueve
años cerca de un canal de agua dulce en Hertford, a tan solo 45 kilómetros de Londres.

Los oficiales realizaron el peritaje correspondiente a la escena, tomaron fotografías a su alrededor y por supuesto al cadáver.

Las Investigaciones arrojaron que la joven presentaba marcas en el cuello, producto de una estrangulación con soga que trajo como consecuencia la asfixia inmediata de aquella muchacha.

Tenía los brazos cruzados contra el pecho, sus puños dejaban ver rastros de polvo fino procedente del suelo y parecía como si el cabello estuviese repleto de basura. Los peritos quedaron estupefactos con el estado tan deplorable de la dama, pues al examinar el cuerpo de forma detallada, se percataron que había una inserción de medio centímetro muy cerca de la garganta, lo que condujo a creer que tal vez el asesino utilizó un objeto punzocortante para cortar el cuello y extirpar parte del tejido nervioso. Ahora bien, si ya
había conseguido ahogarla, ¿por qué procedió a mutilar el pescuezo de la fémina?

Los uniformados inspeccionaron hasta el último rincón de la zona para encontrar pistas, pero no consiguieron reunir más de lo que ya tenían escrito en la carpeta de investigación, además de que
la mujer no llevaba documentos que permitieran identificarle. Esto ocasionó que la gente del pueblo
comenzara a crear sus propias teorías respecto a lo acontecido aquel día: por un lado, corría el rumor de que se trataba de un ajuste de cuentas, otros decían que la muchacha se lo buscó por ofrecer servicio sexual, mientras que unos cuantos preferían dejar de frecuentar los sitios aledaños por temor a un asalto o algo peor.

Los agentes no encontraron indicios para arrestar al responsable del homicidio y optaron por cerrar
el caso de forma definitiva; aunque más bien lo hacían por falta de pruebas sólidas.

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October, 1981

Westminster , London

—¿Cómo que no saben nada! —Habló Linda desesperada observando a los dos hombres uniformados, quienes no hacían otra cosa más que revisar el mismo expediente una y otra vez ante
la penetrante miranda de aquella muchacha de veinticuatro años de edad.

—Comprenda que ya han pasado varios años desde lo ocurrido con su hermana y no podemos hacer mucho.

Aquella chica rodó los ojos y frunció el entrecejo claramente molesta por la inmediatez de los oficiales, quienes repetían lo mismo infinidad de veces para evitar hablar de la situación, o tal vez para ahorrarse explicaciones del motivo que les obligó a deshacerse de aquella investigación, cuyos
archivos fueron olvidados en un cajón bajo llave.

—Mire, en verdad quisiéramos ayudar, pero mis colegas y yo no podemos reabrir un caso sin las
pruebas pertinentes. —El estatal continuó explicando la situación, además de puntualizar que la
comisaría atravesaba por una escasez de personal que impedía la reapertura de casos como el que
se exponía en aquella oficina.

Linda Turner no podía creer que el cuerpo policial se manifestara de esa forma respecto a lo ocurrido con su hermana menor, pues no era la primera vez que se presentaba en la procuraduría para solicitar la reapertura del caso. Quería llegar hasta las últimas consecuencias; quería encontrar una pista que le permitiera comprender lo que había sucedido aquel otoño de 1977, pero cada que intentaba obtener información, los responsables decían que era imposible hacer algo para movilizar a las fuerzas policiales o que debía olvidar el asunto.

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