IV

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-¡EL PRÍNCIPE HA DESAPARECIDO!- Gritó una mucama a primera hora de la mañana, corriendo por los pasillos a toda velocidad intranquila despertando a todos, turbando las actividades del resto de la servidumbre provocando caos, histeria y confusión colectiva a las siete de la mañana.

Decir que estaba asustada era poco, literalmente su cabeza pendía de la vida del príncipe que parecía que la tierra se lo comió durante la madrugada.

La joven estaba encargada del baño, vestimenta y desayuno del príncipe. Todas las mañanas lo solía despertar y preparar para sus actividades diarias pero esta vez el alma casi se le escapa del cuerpo cuando vio que la cama del joven príncipe estaba completamente helada y vacía. Él no había pasado la noche en el lugar, ni siquiera estaba desordenada como si hubiese dormido ahí , sino que cada sábana y cobija estaba en perfecto orden. Como si ni siquiera hubiera alguien viviendo ahí.

Lo buscó por todas partes e incluso, rompiendo las reglas de la casa real en habitaciones donde no estaba permitida su entrada. Sabía que Sunghoon podía ser escurridizo y actuaba impulsivamente a veces, cuando perdía la cabeza y el sentido común le era nublado por el delirio a causa de su pobre enfermedad. Alguna vez hizo la misma "travesura" si se lo podía llamar así, fue encontrado en los jardines detrás del palacio balbuceando y paseando sin rumbo. El alivio que sintió esa vez fue tanto que ahora lo añoraba, pensaba sumida en la alteración que eso no podía estar pasando de nuevo aunque sentía en la piel y los huesos el terror ferviente de la muerte avecinándose. Está vez para su desgracia no había ni un solo indicio de su paradero en un lugar tan grande como Versalles. La gente se contagió de su pánico y toda una muchedumbre alocada buscaba hasta debajo de las piedras al príncipe.

-!Hey,hey madame! - Gritó Jake frenando a la mujer que corría desesperada a lo largo del pasillo creando caos. No sabía exactamente lo que pasaba,despertó y solamente escuchó unos gritos alterados con todo el mundo alborotado apenas puso un pie fuera de su habitación. -¡Deténgase por favor! ¿Que sucede?- Jake la tomó por los hombros y ella seguía con la respiración agitada mirando hacía todos lados con la ansiedad a tope.

-¡El príncipe, mi señor! ¡No está!- Jake abrió los ojos entre aterrado y confundido, se puso pálido del espanto y el corazón se le bajó hasta el estómago. Su mayor miedo estaba siendo realidad.

Soltó a la mujer para salir disparado hacía la habitación del joven creyendo que tal vez se escondió en alguna parte que no conocía la sirvienta pero que los aristócratas si. Era probable que haya sufrido un ataque durante la madrugada y se hiciera daño en una esquina donde se perdiera del mundo como solía hacerlo. Eso le aterraba ¿Que tal si se hacía daño al punto que no tuviera cura, que rozará la muerte o incluso llegará a ella hasta afectarle para siempre. Su cabeza se rehusaba rotundamente a la idea. No,no,no,no y no.

Al llegar allá con todo el mundo dando vueltas como aves alteradas revisó la habitación asustado. Sacó a toda la gente con un grito estruendoso tratando de mantener la compostura que su educación aristocrática le había otorgado ajustadamente. Una vez a solas examinó alterado cada esquina de la habitación.

No estaba en su cama, ni en la salita, ni en el pequeño baño que tenía, el balcón o su cuarto de escondite. Todas sus cosas estaban en orden como si no hubiera pasado nada, como si su presencia siguiera ahí. Perdido en el aire, en su memoria o en la ilusión. Incrustado en las paredes, en los libros o en el pañuelo que le regaló sobre la cama.

Gritaba su nombre asustado por si estaba escondido en alguna recóndita parte de la recámara siendo empujado lentamente a una crisis de pánico desconocida y aterradora, aún así nadie respondía más que el silencio del vacío eterno. Los querubines lo observaban desesperarse levantando los cojines y abriendo los roperos, las paredes se hacían más pequeñas a cada segundo sin dejarle espacio para respirar con normalidad o buscar más entre el tapiz, las infinitas posibilidades de lo qué le pudo haber pasado al joven príncipe lo abrumaban hasta querer llorar y arrancarse la piel de la carne para calmarse. Bajo la alfombra, en el cajón, dentro de un florero. Poco a poco su voz se rompía buscando a la alucinación de que estuviera ahí. Pequeño y fragil, con una cicatriz en la muñeca.

𝐂𝐑𝐎𝐖𝐍 ❛𝓢𝓾𝓷𝓼𝓾𝓷❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora