-Park Bing, Park Bing. Despierta chico, llevas durmiendo doce horas seguidas.- Sunoo le pico la mejilla a Sunghoon con cuidado ligeramente preocupado de que a quien le estuviera hablando fuera un cadáver. Parecía todavía respirar, estaba atrapado en un sueño tan perturbadoramente profundo que era casi vegetativo. Como una dulce rosa tendida en su lecho, inmóvil y perenne.
El pelinegro abrió los ojos lentamente, todavía sensible a la luz que penetraba las ventanas. Entre su vista borrosa pudo divisar al mágico muchacho de cabellos rosáceos y el tejado de madera sobre él. Por ese instante, surreal y descolocado olvidó todo lo que había vivido, que la voz de un desconocido, el perfume de las lavandas y el sofoque del abismo de la muerte como único panorama. Creyó en su inocencia o delirio que todo aquella fantasía no había sido nada más que un sueño o alucinación producto de la fiebre, que al final todavía estaría sobre su cabeza el alto techo de ángeles y santos, el suntuoso palacio albergando su miseria y los brocados abrazando su eterna soledad. Por esa fracción de suspiro sintió el escalofrío del miedo recorrer toda su columna adormecida de miedo, siéndole todo el espacio desconocido debido a esa fugaz amnesia. A medida que iba aclarando su vista limpiándose los ojos y volviendo su cabeza al tiempo toda una bomba de recuerdos cayó sobre él. El joven de cabellos rosaceos tenía nombre y sabía la ubicación de la casa
-Ah, tu t'es réveillé.- Sunoo se alejó y se sentó frente a él.- Je croyais que tu étais mort.- Dijo con sarcasmo para esconder su alivio y se quedó mirándolo fijamente hasta que despierte del todo. Pudo notar que estaba fuera de lugar y que con un poco de tiempo los recuerdos del último día no tardarían en reaparecer en su memoria. Leyó en sus rasgos tensos y distantes un miedo disimulado, uno que no tenía la intención de incomodar porque era consciente que no debía temer, uno que le tenía con la piel erizada y que lo había hecho volver a la más pura y primitiva infancia buscando un refugio en un lugar tan desconocido . Para aplacar ese sentimiento y darle en su lugar la seguridad que su cuerpo inconscientemente infantil buscaba le regaló una sonrisa pacifica y empática.
Sunghoon se levantó un poco somnoliento todavía. Observó sus alrededores, las paredes de piedra sin pulir, la estufa prendida para mantener el calor, Sunoo frente a él brindándole una atención que le resultaba extrañamente desconocida, el techo con las barillas de la madera mostrando su desnudez como las casas de la edad media y en cada pared a los laterales amplias vetanas que mostraban paisajes hermosos pero opacados por la frialdad de noviembre y las las salvajes hojas de arboles que se atravesaban en la vista. Estiró sus músculos y se acomodó en la cama. Tardo un poco de tiempo en que el flechazo de la fiebre llegara desde muy lejos pero con precisión hasta él y aunque ya no ardía cada poro de su ser todavía le retumbaba la cabeza, sentía la fragilidad en cada músculo junto con la turbia sensación de estar fuera de sí mismo. Por ello cuando intentó sentarse sus brazos fallaron haciéndolo caer sobre la misma almohada donde llevaba muchísimo tiempo. No podían soportar su propio peso, aún.
- Con cuidado, con cuidado. Recién despiertas, aun debes estar débil por la fiebre.- Sunoo se apresuró a tomarlo por la cabeza para que no se haga daño. Pudo notar la mueca de dolor que Sunghoon formó al golpear su espalda contra la cama. Lo tomó por los hombros y los acaricio para que pase el dolor. -Todavía no estás del todo bien, aún necesitas descansar.-
-Perdón.- Susurró Sunghoon adolorido con los ojos cerrados.
-Esta bien, no tienes de que disculparte.- Le dió una última caricia en el delgado hombro y se separó.- Quédate ahí, te traeré algo de comer.- Sunoo se levantó acomodándo las cobijas sobre él y se retiró escaleras abajo hasta la cocina.
Toda la vida Sunghoon se había sentido ajeno a si mismo, siempre su razón de ser y mayor deseo fue el de irse lejos de su propio nombre, no había nada más aparte de eso y Dios lo sabía. Pero ahora que lo había logrado, tras plegarias, lágrimas, esfuerzos, miedos y caminos todo aquello que lo volvía infeliz se había esfumado, se había quitado de de encima todas sus penas y ahora se sentía fuera de si, como si el anhelo de odiar el lugar donde nació era lo que lo conformaba como "Sunghoon". Había deseado tanto, esforzado y maltratado así mismo por el querer que ahora sentía que ya no tenía un propósito, no había nada por lo que llegar al día siguiente y eso lo llevó a una especie de trance donde su vida y persona no eran tan reales como creía. Como si su cuerpo no fuera el suyo y esa vida la había hurtado de alguien más, solo que no lo recordaba. Él no debía estar en esa cabaña con un joven vendedor atendiéndolo, sino atado a Versalles sufriendo entre cuatro altas paredes, esa era su realidad. Esta era la de otra persona, alguien más feliz y con suerte. Alguien a quien el mundo era más que una caja de bordes dorados. Entonces ¿Que hacía ahí? Quiso quitarse de encima la idea de que todo lo hizo para nada porque la cabeza le iba a reventar de tanto sobre pensar y separarse de si mismo. Tal vez deseaba arrancarse la cabeza para callarla, o podría ignorarse o tratar de no morir aunque era lo que más quería.
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𝐂𝐑𝐎𝐖𝐍 ❛𝓢𝓾𝓷𝓼𝓾𝓷❜
FanfictionSunghoon era el príncipe heredero al trono en la Francia del siglo XVIII pero vivía aterrado a tomar la corona y tener al reino en la palma de su mano. Y Sunoo un simple y misterioso vendedor de lavandas tenía todo aquello que siempre había buscado...