4.- Incluso la oscuridad que vemos es tan hermosa

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Secó el sudor de su frente y sorbió la nariz, se había resfriado por las bajas temperaturas de invierno. No había podido ir al doctor, había utilizado la mayor parte del dinero en saldar las deudas y comprar todo lo que la bebé necesitaba. Había tomado un descanso para comprar un antigripal después de estornudar y casi cortarse la mano mientras cortaba la madera. Finalmente había renunciado a sus otros empleos y dejado la universidad. Siendo sincero, el pánico lo embargó un par de veces antes de hacerlo, dudando de si realmente era buena idea. Confiaba en YoonGi, tal vez más de lo que debería. Si el pelinegro hubiera sido un imbécil, probablemente estaría en terribles problemas económicos en ese preciso instante. Por suerte, no fue un mentiroso y le enseñó todo lo que sabía, desde técnicas hasta los más pequeños trucos para un trabajo pulcro. Fue cuestión de mes y medio para que JiMin aprendiera a hacer las cosas, ahora solo quedaba practicar hasta pulirse a sí mismo y que el mayor le diera proyectos para trabajar sin supervisión.

— ¿Por qué no has ido a ver a un médico? ¿Necesitas dinero?

Odiaba la facilidad con la que le ofrecía dinero sin dudarlo. No lo comprendía, porque era obvio que si aceptaba, le daría incluso más de lo necesario. Suspiró una risa:—. No, muy amable. Solo soy flojo para ir.

— JiMin, quiero que vayas al doctor, no quiero enfermar por tu culpa —farfulló molesto mientras acarreaba con dificultad un pesado trozo de madera recién cortado. El menor fue hasta él y lo ayudo a cargarlo hasta la mesa de trabajo—. Estoy hablando en serio. 

— Iré saliendo de aquí, lo siento —prometió, usaría una pequeña parte de los ahorros para pagar. YoonGi nunca le pedía nada y estaba siendo totalmente razonable al pedirle eso.

—Deja de pedir disculpas —se quejó y lo miró amenazadoramente antes de que se disculpara de nuevo, haciéndolo reír.

Continuaron cada quien en lo suyo, JiMin cada tanto iba a buscar al mayor para recibir su aprobación y poder continuar. Su parte favorita era el tallado, hacer las hermosas decoraciones que el contrario diseñaba para los clientes. Definitivamente era lo más tardado, pero se le daba bien, contaba con la fuerza y delicadeza para desarrollarlos correctamente. No le gustaba lijar porque había dañado un centenar de bordes bien hechos, siempre se le pasaba la mano, por suerte ya sabía reparar los daños. Mientras sostenía la lija en la mano y tallaba con cuidado, una mano se posó en su cintura y notó el delgado cuerpo ajeno casi pegado al propio. Tuvo que detenerse cuando la sensación se volvió una distracción.

— ¿Pasa algo? —cuestionó YoonGi confundido, soltándolo para verlo a la cara—. No te pongas nervioso, solo quiero ver cómo lo haces para corregir tu técnica —se explicó, todo el tiempo lo escuchaba quejarse porque se le pasó la mano.

— Eh, está bien.

Continuó trabajando, obligándose a no pensar en la sensación fría en su cintura a causa de la falta de la cálida mano ajena ahí. YoonGi sostuvo su muñeca y lo miró con el ceño fruncido.

— Creo que no estás prestando atención, te dije que te detuvieras un par de veces, JiMin —por primera vez lo veía molesto. Aún no soltaba su muñeca mientras le regañaba. Mordió el interior de su mejilla, reclamándose a sí mismo el hecho de verlo de esa manera con su uniforme de trabajo y la piel llena de aserrín le pareciera atractivo—. ¿Por qué sigues sin escucharme?

— Eh, yo... —pensó en miles de excusas rápidas y creíbles, pero su subconsciente lo traicionó—. Te ves atractivo cuando estás molesto —para él nunca fue algo malo reconocer que un hombre era atractivo, no lo veía como algo malo. El problema era decirlo cuando debía prestar atención a lo que le estaba diciendo.

Con su comentario puso en pausa la verborrea saliendo de la boca del mayor, boqueó sin ser capaz de pronunciar ni una sola palabra. Estrelló su mano contra la nuca del menor, molesto por haberse enredado de esa manera cuando era de las pocas veces siendo capaz de ponerse serio con él. Pero cómo evitar tropezarse con sus palabras si lo halagaba poniendo esos ojitos tan preciosos que parecían brillar aún sin luz. Recargó su pecho a su espalda, manteniéndolo totalmente cerca, juntó su mano a la ajena y le ayudó a tomar la lija. Mostrándole nuevamente cómo debía hacerlo, reacomodó un par de veces sus dedos y después de unos segundos lo soltó para que lo hiciera por su cuenta y revisar la técnica por enésima ocasión.

Your eyes tell | JimSu |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora