6.

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Sábado.


Había sido rápido, la semana transcurrió más rápida de lo que cualquier otra, o así era a la perspectiva de Takemichi; a diferencia de los primeros días de clases donde se presentó como un estudiante aplicado, ahora lo único que hace es ignorar la clase, apenas prestando atención y termina durmiendo. Esté comportamiento que a adoptado estos últimos cuatro días a preocupado a los profesores y uno de ellos tuvo que hablar con él este viernes.

—Takemichi, últimamente tu comportamiento no es el más adecuado.—decía el profesor.—Has dejado de prestar atención a clases y también te duermes por varias horas. Si sigues de está manera, no llegarás a ninguna parte.

“No llegaras a ninguna parte”; esto último le cambió el ceño a Takemichi, y por primera vez en ese momento le miró a la cara al profesor. Takemichi sentía ese mismo escalofrío de irritación al ver el rostro de ese hombre, una cara simplista, una copia más, pero sobre todo le molesta la hipocresía de ese hombre. No es que a él le importe la seguridad de Takemichi o su futuro, sólo le interés el dinero, sabe que detrás de los ojos de ese maestro sólo hay un creciente repudio hacía él.

A pesar de que el profesor continuó hablando y hablando, no le presto atención, estaba muy ocupado intentando no hacerle caso, no quería oír lo que tenía que decir alguien que lo mira por encima, que se cree superior a él cuando no lo es.

He visto los verdaderos ojos de una bestia antes. Tú no te acercas ni un poco a esas.

Pensaba Takemichi, haciendo referencia a su propio padre.

Al terminar esa pequeña reunión, el rubio se fue completamente enojado ya que todo eso para él solo fue una perdida de tiempo. Volvió a casa caminando y se encerró en su habitación, miró el calendario que tenía marcado con lapicero el sábado de ésta semana, mañana sería el día en donde Takemichi iría a reunirse con los demás, por fin podía meterse en una ola de motocicletas a hacer terremotos con sus ruedas resonando por toda la calle.

Y como si nada, el sábado llego, Takemichi se la pasó durmiendo el día entero para solo levantarse a la hora adecuada, vestirse y irse, pero antes de salir por la puerta, se acercó al teléfono y marcó al trabajo de su madre, espero a que contestarán.

—¿Hola?, ¿mamá?

—¿Takemichi?, ¿qué sucede?

—Voy a salir.

—¿Qué?

—Si, así que no te sorprendas sino me encuentras. Sólo quería decirte eso...

La mujer guardo unos segundos de silencio, quería decir algo al respecto, pero nada salió de su boca. Takemichi suspiro.

—Nos vemos.

Colgó el teléfono y se marchó.

Mientras conducía por las calles, observaba a las demás personas, a la gente con una vida común, con sus trabajos, con sus familias, con sus estudios, una vida corriente que sólo va hacía un solo lado. Takemichi odia eso, en parte, le desagrada más eso que las pandillas, cada vez que ve a esos hombres y mujeres viviendo esas vidas que creen ser libres de manejar, les da pena y asco, para él solo han sido esclavizados por el sistema social en el cual viven. Sin libertad, sin vida, sin nada; creyéndose una mentira social de que vale la pena seguir la misma corriente.

Tokyo Sin Revengers. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora