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«L-lo siento... » agua dulce derramó el ángel. Sí, dulce, porque es tan empalagoso que no hay salado que salga de sus ojos.
Mientras el bermejo parecía decepcionado. Tiene en claro que injustamente este cuento ha finalizado. Pero el hecho tendría que ser aceptado. «No te preocupes » contestó, con el mayor fingido tono de voz positivo que, en realidad era destructivo.
«No. Ahora por mi culpa... » el bermejo tosió. El bermejo lloró. Y se dio cuenta... Que el ángel no era la cura inalcanzable a su dolor. «Vas a morir ». El amor mata. El amor envenena. El amor es droga, al sentirse tan bien. Cuando es correspondido, pero te hace daño... Y te vuelve adicto.
Te vuelve una marioneta manipulable. Es un sentimiento agridulce. Ser ángel no es un premio. Ser un ángel de los sueños es un castigo. El peor de los castigos... Ser ángel es ser incapaz de sentir emociones positivas que te hagan feliz. Y el bermejo se lo había ganado. Por enamorarse.
«T-traté de darte señales, ¡T-te di mi halo! ». Los dos estaban decepcionados. La situación no les favorecía.
Fue cuando de repente el bermejo comenzó a sentir todo negro; y menos peso...
El mismo recibió las lágrimas de sus padres desde la cama. Pues a fin de cuentas.
