Capítulo XXXV

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Un amigo es aquel que conoce cómo eres, entiende dónde has estado, acepta en lo que te has convertido y, aun así, suavemente te permite crecer.

Shakespeare.


El malestar en la mente de Charlie por haber hecho aquello no se iba, tenía dudas de cómo a partir de ahora respondería Aramis; si lo apartara, si no le hablara, si lo ignorara... Él no quería que aquello sucediera. Habían avanzado tanto aquella madrugada que no le gustaría volver atrás.

Charlie recordaba claramente el momento en que aquel chico de piel canela y actitud pícara, en algunos momentos ruda, hizo que su corazón diera un vuelco. Era la primera vez en su vida que le pasaba aquello y por un completo desconocido, porque sí, era muy poco tiempo, tan solo había pasado un día desde que se vieron por primera vez, y no de la mejor manera, como para que Charlie dijera que conocía a Aramis; aunque, si se lo preguntaban, este diría que un dia lo estaba sintiendo como si llevara meses conociendo al francés.

Para el pelirrojo era surrealista. Esas cosas solo pasaban en las historias, en las novelas románticas, ¿enamorarse de alguien después de una discusión? Era simplemente de locos.

Desde que pasaron de los insultos a las bromas con insinuaciones, Charlie se había dedicado a observar con total fijación y adoración al moreno: ya sabía cuántas pecas tenía su rostro, los suaves que eran sus cortos rizos, que cuando se enoja o le desagrada algo sus ojos marrones se vuelven un poco más claros y sus labios hacen un puchero mientras se vuelven completamente rojizos; que su ceño se arruga cuando le hace un cumplido que le gustaba; que su buen sentido de la moda le venía de las estrictas reglas de su familia francesa; que odia el huevo frito, pero ama el omelette, que prefiere la tranquilidad y calma de los pueblos que el bullicio de la ciudad... 

Charlie conocía todos esos gestos, todas esas pequeñas manías y gustos que solo empezabas a notar y conocer cuando tenías tiempo de convivir con alguien. ¿Cómo las sabía? ni él lo sabe, y evitaba pensarlo mucho, porque no cree que sea algo muy normal y algo que todo el mundo hace al acabar de conocer a alguien de la manera en la que ellos se conocieron; no obstante, también sabía que Aramis cargaba con tormentos que nunca serán compartidos con él. Él, que no es nada suyo, como bien lo había dejado escapar el moreno aquella vez.

Sin decir ni una palabra, Charlie se apartó de Draco y se acercó a Ron, interrumpiendo el reencuentro de los chicos. Lo atrajo hacia él y lo abrazó. El menor sintió la búsqueda de consuelo en aquel abrazo y lo correspondió sin perder tiempo.

—¿Estás bien, pequeño Ron?

Ron rio —Estoy bien, Char.

—¿Y el bebé?

—También.

Charlie dejó salir un largo suspiro —Eso es un gran alivio, nos preocupaste mucho.

—Lo siento... —Ron ocultó la cabeza entre el hombro y cuello del hermano que más admiraba.

—Está bien, pero no vuelvas a ser tan imprudente. Y confía en mí, soy tu hermano. Siempre cuidaré de ti, nunca haré nada que te haga daño, Ron.

—Siento lo que te hice. Solo tenía miedo.

—Lo sé y lo entiendo —Charlie acarició suavemente la espalda de Ron.

Después de algunos largos segundos, el abrazó acabó y los hermanos se separaron. Charlie miró a los dos chicos que aún se encontraban en la habitación. Harry sonrió al percatarse.

—Iré fuera. Cuando estés listo búscame, ¿sí? Te pondré al tanto de lo que está ocurriendo.

—¿Qué? No. Ahora puedes- —Charlie volvió a acercarse a su hermano interrumpiendo sus palabras.

No nos prohibirán amarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora