Capitulo 3

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Había llegado la hora. Había bebido sangre. Sangre después de esos malditos cuatrocientos setenta y ocho años y, por primera vez, la llave la tenía él.

Los dedos de Natalie colgaron flojos y con un chirrido inoportuno, la puerta cedió. Anthony sonrió triunfante y se alejó para dar lugar al trozo enorme de metal al moverse. Lo que no esperaba, era ver gente del otro lado, en el pasillo, quieta e inmóvil.

Había pocas personas, dos mujeres y cuatro hombres, que habían estado charlando en voz baja, hasta que lo vieron salir a la poca luz del pasillo, con los ojos azules bien serios y con Natalie inconsciente en sus manos.

—¡Natalie! —chilló una de las mujeres, estuvo a punto de lanzarse sobre ellos, pero Susan Séller gritó en advertencia. Su esposo, aparentemente, la sujetó en un férreo abrazo.

—¡No se mueva, Claire!

Anthony miró bien a la mujer a quien le conocía la voz desde hacía años, pero su atención se vio totalmente desviada hacia Claire en cuanto esta comenzó a suplicarle que le devolviera a su hija. Se fijó en ella y perdió el aire que le quedaba en los pulmones. El parecido era más que increíble. La madre de Natalie era más que igual a Marian.

—Anthony —llamó Susan con voz baja—. Deje a la chica.

Sin embargo, a pesar de la advertencia, y de que el resto de los humanos estaban a la defensiva, Anthony sujetó mejor a Natalie, inerte en sus manos, para alzarla sobre su hombro.

—Susan, es un placer conocerla al fin.

Susan frunció los labios.

—No puedo decir lo mismo.

Él sonrió, ignorando como uno de los hombres llevaba una mano a su espalda muy despacio. Una espada no podría dañarlo, obviamente.

—Me imagino. Pero creo que después de todos estos siglos me merezco una bienvenida más cálida.

—No bromee, Anthony —Susan dio un paso hacia adelante—, su lugar es allí adentro.

—Ya no lo es. El hechizo está roto y todo gracias a los hábiles dedos de esta señorita —Anthony agitó la mano de Natalie en el aire—. Sus pequeños dedos funcionan tal y como el collar, incluso mejor. Me atrevo a decir que fue ella quien debilitó el hechizo.

—¡Eso no tiene sentido, Anthony!

—¡Por favor! —gimió Claire, interrumpiéndolos—. ¡Devuélvame a mi hija!

—Lo lamento —respondió Anthony mirándola con ojos nostálgicos—. Natalie vendrá conmigo. —La mujer ahogó un lamento en el brazo de su marido, mientras gruesas lágrimas caían por sus mejillas—. No tiene por qué preocuparse, cuidaré muy bien de ella.

—¡Sus padres son quienes deben cuidar de ella! —El señor que la sostenía abrazó con más fuerza a su esposa. Sus ojos miel estaban totalmente angustiados.

—¡Vuelva por donde vino, vampiro! —soltó el hombre que aún tenía la mano en su espalda.

—Parece que la gente ya no es tan amable ni educada —comentó el príncipe—. Ya me lo ha mostrado esta damita —continuó con una sonrisa malévola, moviendo el cuerpo de Natalie, cuya cabeza cayó hacia un costado dejando ver en su cuello los dos orificios de la mordida y su piel cubierta de sangre. Claire soltó un chillido de horror al ver la sangre fresca en la piel de su pequeña y casi cae desfallecida en el suelo.

—¡Está muerta! —gritó el padre de Natalie—. ¡Mató a mi hija!

—No está muerta —Anthony le restó importancia al asunto—, solo esta inconsciente. Despertará, pero no llegara a verlos. —Claire titubeó—. Con permiso.

Mi príncipe vampiro [Version2013/borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora