1. Primera Cita

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Había pasado ya tres días vagando por el mar, era un milagro que su pequeña tabla aún no se hundiera. Hace dos semanas salió a pescar en una gran embarcación junto a su hermano, pero se encontraron con una fuerte tormenta que destruyó el barco. En todo el caos que se formó se golpeó la cabeza quedando inconsciente, al despertar, estaba recostado en una tabla flotando sin rumbo por mar abierto.

—Muero de hambre— se quejó a nadie.

Cerró los ojos por un momento y a su lado encontró un par de peces muertos. Le pareció extraño, y asqueroso, así que lo tiró de vuelta al mar.

Después de un momento algo sacudió su tabla y al dar vuelta se encontró con conchas, tampoco las podía comer, pero… ¿Cómo llegaron hasta él? También las tiró.

Acostándose otra vez cerró los ojos, sintió una pequeña oscilación en su tabla, haciendo que los abra nuevamente; allí a sus pies estaba un montón de algas, pero más allá, en el agua, pudo observar algo rojo moverse y desaparecer en el mar. Revisó las algas, las probó y enseguida las escupió, sabían horrible, luego regresó al mar el resto.

Tomando su anterior posición, está vez más enfocado en su entorno, escuchó un chapoteo, se levantó de inmediato lanzándose en dirección del sonido logrando atrapar una mano que estaba por abandonar su “embarcación”. La criatura se asustó queriendo escapar, en sus intentos, terminó llevando al humano consigo al mar. Al ver su error se apresuró a ayudar al otro a volver a la seguridad de la tabla. Cuando el humano salió del agua, tosió todo el líquido en sus pulmones, miró a su alrededor y encontró  unos hermosos ojos aguamarina mirándolo desde lejos para luego desaparecer.

Había escuchado una vez de las sirenas, eran tan temidas cómo deseadas, si las tenías a tu merced podían cumplir todos tus deseos; si estaban en contra sufrirás lo inimaginable hasta la muerte. También se decía que para protegerse no dudaban en atacar a los humanos atrayéndolos con sus dulces cantos a su trampa. Muchos pescadores y personas del mar conocían esto, la mayoría se alejaba para no terminar “nadando con los peces”, pero los más arriesgados solían ir en busca de estas sin ningún resultado, pasando ha ser conocidas solo como una leyenda.

—¡Hey!— gritó el pescador —¡No voy a hacerte daño, regresa!

Sin respuesta, suspiró por su intento fallido.

—Sigo con  hambre—hizo una mueca, esperaba que con eso pueda atraer de vuelta a la criatura. Se sentó y esperó.

Había pasado ya varias horas, el sol estaba por ponerse y no había rastro de la supuesta sirena. ¿Serán tan bellas como lo cuentan las leyendas, con una voz envolvente que te vuelve loco? Cómo sea, nunca lo sabrá ahora que asustó a la única que ha visto en toda su vida.

Por un momento sintió nuevamente la tabla moverse, se giró y allí estaba, con algunas cosas rojas en sus manos. Cuando la sirena vio que la miraban, asustada quiso volver al agua pero el pescador le habló para tratar de tranquilizarla.

—¡Espera!, no pienso hacerte daño— dijo, pero solo pudo ver como su  aleta roja volvía al agua, suspiró nuevamente. Entonces la criatura era quien le traía todas esas cosas para comer, ahora se sentía mal por rechazarlas. Tomó lo que parecían ser frutos rojos antes dejados, al probar uno… ¡Era delicioso!

Muy bien, se decidió, iba a conocer a la sirena quiera o no, solo esperaba no morir tratando. Terminó de comer y con una gran bocanada de aire se lanzó al mar esperando a que esa criatura se acercase a ayudarlo. Se quedó cerca de la superficie, en un lugar estratégico para no ser arrastrado por alguna corriente o hundido por la presión. Pasó ya un minuto, se estaba rindiendo, ya no podía soportar más sin respirar, hasta que sintió unos brazos rodearle por la espalda haciéndolo sonreír internamente mientras lo devolvían a la superficie. Una vez que topó la tabla con una mano, con la otra se las arregló para sujetar a la criatura por la muñeca. Esta trató de zafarse de su agarre, sin mucho éxito, ya que, si luchaba enserio por huir podía terminar ahogando al pescador, con ese pensamiento la criatura se quedó quieta bajo el agua.

—Escucha, en verdad no quiero hacerte daño, solo agradecer por esas deliciosas frutas que trajiste. Y… la verdad me siento muy solo aquí.

Vio como la criatura sacó un poco su cabeza para que solo se asomaran sus lindos ojos.

—¿No me crees?—sonrió el pescador divertido, tratando de tranquilizar a la criatura—Vamos, ayúdame a subir a esta tabla—dijo tratando de subir por su cuenta sin soltarla, no quería que volviera a desaparecer.

—No puedo ayudarlo sin mi otra mano— escuchó un murmullo opacado por el agua, ¡Que dulce voz! pensó el pescador.

—Si te suelto, te volverás a ir.

—Yo… no lo haré.

—En ese caso—soltó su mano—confiaré en ti.

Con esto sintió un empujón hacia arriba logrando subir a la tabla. Cuando volvió la vista ya no estaba la criatura. Sonrió con pesar, se había ido de nuevo.

—Aquí— escuchó tras suyo la dulce voz. Cuando volvió la vista ahí estaba dejando nuevamente esas frutas extrañas. Está vez pudo observar un poco más de las facciones de su rostro ¡En verdad era hermosa!

—¡Gracias!— sonrió resplandeciente, haciendo que la criatura se sonrojara—¿Qué te parece si subes para hacerme compañía y ver la puesta de sol?

La criatura hundió la mitad de su rostro en el agua murmurando algo, que está vez no se le entendió.

—Lo siento, no pude entenderte.
La criatura sacó por completo su cabeza del agua.

—Yo… no puedo subir, está prohibido interactuar con humanos.

—Pero ya lo estamos haciendo.

—La-La tabla se hundirá—dijo otra vez sonrojada la criatura.

—En ese caso puedes quedarte en el agua y ver el atardecer desde allí.

—Yo…

—Además, me alegraría  tener a alguien tan linda a mi lado—con esto, la sirena se puso aún más roja.

—Yo… soy macho—dijo tímidamente dejando, de nuevo, media cabeza fuera del agua.

—¿Vaya? —el pescador había dado por hecho que solo había sirenas hembras— En ese caso, alguien tan lindo.

Con esas palabras la pobre criatura se puso aún más roja ¿Eso era posible?, y se hundió por completo en el agua. Nadie le había dicho que era lindo ¿Cómo se respondía a algo así?

—¿Qué fue lo que dijiste? No te puedo escuchar si estás tan abajo—gritó el pescador al escuchar algún tipo de murmullo desde el agua.

Asomando apenas sus ojos, el tritón volvió a repetir lo que dijo.

—Sigo sin escuchar—negando con la cabeza.

—¡Tu también eres guapo!—gritó, aún avergonzado, sacando la cabeza por completo para al terminar volver a dejarla hasta la mitad.

El otro se rio, en verdad esa sirena macho era muy tierno.

—¿Cómo te llamas?

La criatura lo miró con dudas—Wen Ning—dijo está vez sacando su cabeza por completo para que lo escuchara.

—Un gusto Wen Ning— dijo colocando su mano sobre su cabello mojado—mi nombre es Wei Ying.

Dulce MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora