Dos de la mañana y seguía sin querer marcharme de su habitación,
donde horas antes empezamos a hablar del porqué pasó.
Que irónico que nos dejáramos ir el uno al otro,
a pesar de querernos a gritos.
Qué bonito poder mostrar al cielo y al universo,
que nos encontramos una vez más aquel enero.
Qué paz me da verle de nuevo,
poder mirarle a los ojos y decirle que le quiero;
que, aunque suene loco,
yo no quiero de otros besos,
que seré joven y niña todavía,
pero así es como lo siento.
Si marchase una vez más de mi vida
me quedaría con todos los recuerdos,
pues mil canciones asemejo a ellos.
Sus labios sabor caramelo,
sus abrazos que me abrigan en invierno,
su sonrisa que me lleva al cielo,
y su risa que está llena de te quieros.
Su mirada que penetra por todos mis huesos,
sus roces que queman más que el fuego;
no es la lluvia lo que me cala en invierno,
es él que me deja temblando con un simple beso.
