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Daniela

La aguda y chillona voz de Sofia se escucha alterada desde el primer piso de la casa luego de ver a mi mejor amigo salir.

Ya puedo imaginar la escena que presentará en los próximos minutos, incluso, puedo contar los pasos que está dando para dirigirse a mi dormitorio.

Veintiocho. Veintinueve. Treinta.

Al paso treinta, abre la puerta con la copia de llave que tiene y posa su mirada amarga en mí. Su ceño fruncido y sus brazos cruzados me reafirman de que, evidentemente, está enojada.

Sonará mal, pero disfruto sacarla de quicio, de alguna manera, siento que es una sutil venganza por todos sus malos tratos.

Me fijo en ella, en su silueta, ojos ojerosos y cabello negro con algunas canas. Verla tan acabada a su corta edad me da cierto placer.

-Te he dicho varias veces que dejes de meter chicos a la casa, Daniela -sentencia casi en un grito-. Mi casa no es un burdel.

-Pues si quiero convertirlo en uno, lo haré. También es mi casa, Sofia -Dejo sobre la mesita de noche la lata de cerveza sin quitarle la mirada.‐ Además no es cualquier chico, es mi amigo.

Veo como pone los ojos en blanco, ignorando mis palabras y barre con la mirada todo mi dormitorio. Su expresión despectiva y asquienta de cierto modo se siente insultante porque me esfuerzo siempre en tener mi dormitorio limpio para así evitarme más gritos de su parte como para que me dedique esa mirada.

Contengo las ganas de levantarme y abofetearla y me quedo en mi sitio, mirándola fijamente. Casi retándola.

-No entiendo cómo tu padre aún te mantiene aquí -sisea cuál serpiente es-. Debería botarte de una vez de la casa.

-No soy mayor de edad años y sigo estudiando. Si él llega a correr e de la casa, sería abandono. Y dudo mucho que quieras que tus hijos tengan un padre con antecedentes penales -Boto el humo del cigarro hacia la ventana y luego doy una calada ante su escéptica mirada.- Entiendo que me odies porque soy el recuerdo andante de la mujer a la que mi padre amó locamente, pero ya, detente ¿no? -Doy otra calada y esta vez expulso el humo dentro del dormitorio, esperando a que está vez decida largarse.

-Insolente y malcriada-pronuncia enfadada y dedicándome una filosa mirada. Igual de vulgar a tu madre.
-Con ella no te metas, Sofia.

No sé si logra escucharme porque sale de mi dormitorio cuando le respondi; lo único que sé es que ha logrado arruinarme la tarde. Apago el cigarrillo en la lata que uso como cenicero y me acuesto en la cama esperando que la furia que su comentario me ha causado se disipe.

Quedarme encerrada en mi habitación solo aumentaría la rabia que tengo en estos momentos, así que decidida a dejar este lugar en donde solo reina el odio entre mi madrastra y yo, tomo una casaca y me dirijo hacia la salida de la casa.

Otra vez, escucho su insoportable voz.

Volteo cansada de sus constantes comentarios llenos de hiel. Le dedico una mirada ardiente en reproche y evidente odio hacia su persona. Espero a que abra la boca y empiece a ladrar como perro rabioso pero solo se queda mirándome.

-¿A dónde crees que vas?

-Afuera.

-No te mandas sola, Daniela―pronuncia, fingiendo un tono serio-.Debes pedirme permiso para salir.

-No necesito hacerlo, Sofia -Ella me escudriña con sus ojos negros sumidos en ira-. Sabes que me mando sola, ¿o no? Eso les dices a cualquiera que se te cruce por el camino y para que veas que no soy tan desconsiderada, te diré a donde voy-Es evidente que mi tono condescendiente y sarcástico la molestan, así que suelto una risa antes de lanzar la daga final-. He oído que comentas que tengo orgias, y aunque sé que sabes que solo son calumnias, hoy lo haré realidad y podrás gritarlo a los cuatro vientos y así no quedas como la mentirosa que eres.

Winter Solstice | Adaptación Caché | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora