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María José

Los labios de Calle acariciando los míos se siente como probar el sabor de mi helado favorito, escuchar mis canciones favoritas y ver el alba desde mi ventana, dándome la felicidad que creí jamás sentir y la paz que deleita mi corazón y todos mis sentidos.

Sus caricias suaves y tibias van acorde con mis caricias impetuosas y frías, provocando una hermosa combinación con diferentes sensaciones que liberan el mismo sentimiento.

No necesitamos decirnos nada cuando son nuestras acciones, que gritan reemplazando las palabras, las que nos dan a entender que nos queremos con la misma intensidad y reprocidad y que para ambas este momento exacto es lo mejor de nuestras vidas.

-Me gustas tanto, Pouch. -dice Calle aún sosteniendo mi rostro y mirándome con devoción e incrudilidad por los recientes acontecimientos. No sé cómo aguanté contener todo esto sin explotar.

-¿Es una confesión la que oigo salir de tus labios?

-Una confesión muy importante-responde ella en un susurro seductor y dulce a la vez.

Sonreímos como par de idiotas debido a las cosquillas que los nervios provocan en nosotras, y es que todo este viaje se siente nuevo y a la misma vez familiar con cada toque cálido, torpe y nervioso que nos damos mutuamente. Su calor me envuelve y superfume a cítricos me embriaga haciéndome sentir perdida entre su cuerpo, sonrisa y mirada.

-Sé que no es el momento -Empieza una vez que nos sentamos en la grada que sobresale de una de las puertas―. Y no quiero que pienses que esto es un truco, o tal vez sí, lo que sea. Solo quiero pedirte una vez más que nos escapemos, Maria José. Sé que no es la mejor opción, que somos un par de adolescentes que no saben mucho de la vida pero lo único que sé ahora mismo es que quiero estar contigo, sana y salva, sin temores ni miedo a que algo malo te suceda de por medio.

-Eso no sucederá.

Escuchar aquella voz es como escuchar un estrepitoso trueno que anuncia una gran tormenta capaz de arruinar todo a su paso.

Mamá viene hacia mí a rápida velocidad y el primer movimiento que hace es tomarme del antebrazo con extrema fuerza y clavar sus uñas en mi piel, provocando un dolor punzante y que por dignidad me niego a liberar quejido alguno. Con la misma fuerza me zarandea hasta alejarme por completo de Calle, que mira todo este escenario tétrico con los ojos confundidos y en estado catatónico.

-Alejate de mi hija -grita con tal fuerza que me hace pensar que está desgarrando su garganta-. Eres el pecado en persona y una mala influencia para ella.

-No soy una mala influencia, señora-Los ojos de Calle dejan su estado catatónico para ser apoderados de una intensa ira y rechazo hacia mi progenitora-. Y la que debería alejarse de Poché es usted. No importa que sea su hija, usted es dañina para ella. Un hijo no es para controlarlo a su antojo y maltratarlo cuando tome decisiones propias, mucho menos es para tenerlo encerrado cuando hace algo totalmente normal pero que usted, por su locura religiosa, cree que es mala. Acéptelo, señora, a su hija le gustan las mujeres y no hay nada malo en eso. El amor no es un crimen. El único crimen aquí es el maltrato que usted y su esposo le dan a ella.

Las lágrimas en mis ojos se forman de manera rápida al ver a Calle dedicarme una sonrisa comprensiva luego de decirle todas esas palabras que jamás me hubiera atrevido a liberar. Veo la determinación flamante en sus ojos negros fríos que acuchillan a mamá y que luego se tornan suaves cuando me enfocan a mí. Su mandíbula tensa y cabeza levantada es la cereza que terminade coronar su acto de valentía, demostrándole a mamá que no le teme.

Y una vez más, siento la admiración y envidia enredándose en mi pecho.

-Gracias a Dios mi hija no te verá más.

Winter Solstice | Adaptación Caché | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora