Encontrando el amor

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No siempre tenía la oportunidad de dejar la rutina y salir al exterior, pero hoy era un día especial para Vladimir Gaylord Hirohito. Se dirigía para reunirse con su novia, quien había aceptado ser su pareja por pena tras aceptar la herencia que Vladimir obtuvo de su desaparecido padre. También había heredado miles de deudas y enfermedades degenerativas, pero eso no le importaba lo más mínimo porque estaba enamorado. El Sol brillaba con fuerza. No en vano la gente se untaba cemento como crema protectora. Pero para Vladimir nada podía salir mal. Recordó cómo la conoció trabajando de profesora en una guardería y como surgió el flechazo al cruzar sus miradas. Aunque ella perdió ambos ojos cuando un tanque le disparó en la cara. No obstante, rellenaba sus cuencas con aceitunas con anchoas para que no se notara su ausencia.


Desafortunadamente, cuando llegó al punto de encuentro, ella estaba con su madre, quien tras sus periódicos cambios de sexo, ahora era mayormente hombre. Estaban procreando en público frente a los niños de la guardería. Al parecer, su madre no había sido su primera opción, por como indicaban  la multitud de mendigos sifilíticos a los que había pagado con el dinero de la herencia. Aunque fue un duro golpe para él, prefirió acercarse y saludarla. Esperó un tiempo a que ella y su madre terminaran y le limpió sus partes íntimas de los fluidos que borboteaban de ella con su camisa nueva.


Cuando se alejaron de allí, Vladimir comenzó a hablarle. A pesar de ello, su novia estaba ocupaba charlando por el móvil y riéndose de él. ¿Era normal sentirse feliz a pesar de eso? Para él sí, porque tenía novia. Era el primer vertebrado que le correspondía y eso le enorgullecía.


Sin darse cuenta, llevaban horas andando en línea recta y se habían alejado bastante de la ciudad, adentrándose en un bosque. Como era habitual en dos adolescentes que se han criado en la ciudad, se subieron a un árbol y fueron desplazándose de rama en rama a saltos. En un claro oyeron unos ruidos y vieron como unos ninjas salían del suelo. Algunos cojeaban. A otros les faltaban algunos miembros. Vladimir puso en marcha su mente prodigiosa. Observó un cartel que decía "Urbanización de zombis ninjas, temible vecino del polígono de samuráis piratas". Quizás allí estaba la clave para saber donde estaban y quienes eran esas personas. Pero no había tiempo para pensar. En cuanto se dio cuenta, su novia había desaparecido. Esta había dejado colgadas sus bragas. Cuando Vladimir las alcanzó vio que había un mensaje. Lo escribió usando una rama como cuña y las heces frescas como si fueran una tablilla de arcilla. En ellas le declaraba:


"Vladimir, sé que me quieres, pero debes ser fuerte por los dos. Sabes que siempre que puedas mantenerme económicamente, me permitas mis caprichos y me pagues viajes de placer con otros hombres, te querré incondicionalmente. Pero mientras te sangraba la nariz por el esfuerzo mental de descubrir que esos raros individuos eran zombis ninjas, estos me han secuestrado para quitarme mi virginidad e inocencia. Por favor, no te pido más que sacrifiques tu vida por mí. Con todo lo que te mimo creo que me lo merezco. Si lo haces, cuando dé a luz al hijo de tu madre le compraré un hámster al que le pondré tu nombre."

Vladimir lloró emocionado ante tanta sinceridad. No se merecía tanto amor. Sin embargo sabía que no podía enfrentarse a los zombis solo. Por ello puso rumbo a la ciudad para encontrarse con Norman, su compañero de aventuras.

Las bolas de cebraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora