Descubriendo la esfera de cebra

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Eran los años 40. Una época de prosperidad y felicidad. Por aquel entonces, las agencias de viaje organizaban excursiones a parajes exóticos, como Iwo Jima o Auschwitz. Mi abuelo, con el dinero que ganaba en los estudios estadísticos representando el papel de ciudadano medio, se lanzó a la aventura. Tiró la casa por la ventana y se compró un bonobús. Desde las ventanas del autobús, vio paisajes que nunca había pisado. Tras cambiar de sentido en una rotonda, se bajó frente a la parada donde había cogido el autobús. Cuando se bajó del vehículo, intentó comunicarse con los lugareños haciendo uso de gestos y sonidos guturales.


No muy lejos de allí había un mercadillo. Se acercó a un puesto con todo tipo de baratijas: el eslabón perdido, un huevo de fénix, el santo grial, etc. Pero nada de eso atrajo su atención. Sin embargo,  desde que se había acercado al tenderete, sentía una quemazón en los ojos y en la nariz. Buscando al culpable encontró una esfera peluda que dejaba un cerco negro sobre la tela en la que reposaba.


-¿Qué demonios es esa cosa? - dijo mi abuelo señalando asqueado a la pestilente esfera

-Es una esfera de cebra. Aunque no se sabe cómo, se dice que aparecen en frigoríficos de todo el mundo. Nadie sabe cómo llegan ahí, generalmente ni se saben lo que son. Pero has de saber que si reúnes 6 de ellas, son capaces de invocar a la gran cebra mágica que podrá concederte todos los deseos que quieras e incluso te enseñará casi todos los pasos para hacer un bocadillo. -Respondió el demente comerciante, mientras sus pupilas se separaban más entre sí.

-¡Esto me parece estupendo! ¿Qué debo hacer para comprarla? ¿Me la ofrecería a cambio de sexo?

-No hace falta sexo, pero ya que lo dices, debido a mi sequía sexual y mi extenso catálogo de ETS,  aceptaré el trato. Siempre y cuando me entregues la mitad de ese bonobús que llevas pegado en la frente.

De esta manera, mi abuelo consiguió la esfera de cebra y perdió la virginidad, pero las ETS que el comerciante le contagió no solo le quitaron la fertilidad, sino también la vida. Desgraciadamente, sus ahorros no le permitieron pagar el bonobús, por lo que al haber puesto la casa como aval, lo único que quedó a sus hijos tras su muerte fue la esfera de cebra.


Su pegajosa superficie era propensa a adherirse a los pelos de todos. Tirar de ella solo conseguía arrancar el cabello junto con la piel y el hueso. Por esa razón en mi familia, desde que llegó la esfera a nuestras vidas, nadie tiene pelo.

Ahora que has escuchado la historia, ¿aún quieres enfrentarte directamente a los zombis ninjas?

Las bolas de cebraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora