Acudiendo a Norman

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Cuando Vladimir necesitaba apoyo, siempre acudía a Norman. Norman era su compañero de aventuras. Se conocían desde la guardería. Era conocido por su mediocridad general, su ensimismamiento y su incapacidad para sentir interés por nada. A diferencia de Vladimir, la meta de Norman consistía en dejar pasar el tiempo hasta envejecer lo suficiente para que la vida le fuera biológicamente imposible.


Tras correr durante horas, Vladimir llegó a casa de Norman, situada en una urbanización donde todos los edificios eran exactamente iguales. Llamó al telefonillo y entró al portal. Si no conocías el lugar, podías perderte fácilmente ya que todas las escaleras y pasillos eran iguales. Había quien decía que los planos conformaban un fractal.  Antes, mandaban a equipos de rescate para salvar a la gente que se perdía allí, pero dejaron de socorrerlos cuando reconocieron que los propios miembros de los equipos de rescate morían de hambre, perdidos en esos apartamentos. Afortunadamente, Vladimir usaba los cadáveres y esqueletos como guías para no perderse.


Una vez en el apartamento de Vladimir, este le recibió con un apático saludo. Por lo que pudo ver, había sido interrumpido mientras pintaba en un papel con acuarelas blancas. Norman le ofreció un vaso de agua destilada y un poco de tofu, pero el asunto era demasiado urgente para entretenerse con un insípido piscolabis. Vladimir le contó todo lo que había pasado y que necesitaría su ayuda para salvar a su novia. Sin dudarlo un segundo, Norman aceptó acompañarlo sin ningún entusiasmo. Pero para lograrlo, deberían trazar un plan.


Esa misma noche, se volvieron a reunir. Vladimir proponía un enfrentamiento directo. Sin embargo, Norman, por primera vez en su vida, y posiblemente última,  propuso algo inesperado. Puso sobre la mesa una esfera con líneas blancas y negras, pelo y un potente olor a sudor. Su penetrante aroma dificultaba la respiración, pero saltaba a la vista que poseía un gran poder. Norman, sentado, bajó la mirada y juntó los dedos. Se hizo el silencio. Primero durante unos segundos, después minutos. Estos se transformaron en horas y a su vez en días. Finalmente, levantó la mirada, dirigiéndose hacia Vladimir que aún se encontraba agitado.


-Ha llegado la hora de que cuente la historia de cómo llegó esta esfera a mis manos. - sentenció Norman.

Las bolas de cebraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora