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Bu-buenos días... Mi-mi no-nombre es Lalisa Manoban, por fa-favor, ¡cuiden de mi!

Seguido de sus palabras hubo un silencio tenso en el salón de clases mientras las mejillas de la pobre chiquilla se tornaban rojas por la vergüenza. Entonces, comienza las risas.

Lisa tuvo que contener las lágrimas de sus ojos en tanto la profesora les decía que se callaran, mandándola a sentar en el único puesto vacío, al lado de una chica de cabello gris y aspecto dormilón, seria, casi aburrida allí.

Mordió su labio inferior, caminando por el salón forzándose a ignorar las risas burlonas, para luego sentarse al lado de esa chica, que apenas le dirigió una mirada.

—Ho-hola... —saludó con la voz rota.

Jennie Kim la observó sin cambiar su expresión, enarcando una ceja para luego mirar al frente otra vez, ignorando a la muchacha con frenillos y mejillas regordetas a su lado.

Lisa sabía que sería un difícil año escolar.



¿Por qué estás tratando de alejarme ?

Dime, no estás siendo sincera, puedo notarlo.

¿Por qué sigues alejándome?

Puedo sentirlo todo

¿Por qué no me dices nada?



Las burlas no se detuvieron ese día, claro.

Al principio sólo ha sido palabras riéndose de sus frenillos, de sus mejillas, de sus orejas que se asomaban en los gorros que se ponía y su mamá le tejía con cariño, de sus dientes, de sus ojos, de todo. Le dolía, por supuesto, pero podía manejarlo, podía fingir que no era para tanto y creer que tarde o temprano se aburrirían.

Tres semanas después, comenzaron los empujones.

Cuando debía ir a buscar algún examen, cuando debía pasar al pizarrón, cuando salían de clases...

Fuertes empujones que la desequilibraban, seguido de risas maliciosas.

Un día, la empujaron tan fuerte que cayó al suelo, las palmas de sus manos raspándose, sus cuadernos desparramándose, y sabía que le iban a pegar, sabía que ahora comenzarían los golpes.

Eh idiotas ¡¿Que mierda están haciendo?!

Unas manos la tomaron de los hombros y la pusieron de pie, encontrándose con el enojado rostro de Jennie Kim.

¿Te gusta la nueva, Kim? —se burló una de las agresoras, aunque se notaba molesta.

O la dejan en paz, o les cortaré el cuello con mi navaja, idiotas.

Por supuesto, eso provocó que todas salieran corriendo.

Tus cuadernos —gruñó Jennie soltándola.

Lias se sobresaltó.

¿De... de verdad ti-tienes una navaja...? —balbuceó a punto de llorar.

¿Por qué todos ahí estaban locos?

Jennie parpadeó.

Por supuesto que no, tonta.

Apego. - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora