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Cuando entro, Jennie vio a Lisa tras la mesa mirando a la nada, sus ojos rojos e hinchados, una copa de vino en su mano.

Fingiendo una tranquilidad que no sintió, cerró la puerta tras de ella, y el sonido hizo que Lisa la mirara.

Su esposa parpadeo para luego sonreír levemente.

Jennie llevaba sin verla tres días, en los que estuvo durmiendo en un hotel para darle su espacio, y estaba esperando que cuando se vieran, Lisa comenzara a llorar y a pedirle que se alejara, no que le sonriera.

La carta de divorcio en su bolso peso un poco más. Necesitaba ser firmada para llevar a cabo el tramite pronto, ese instante así que si o si tenía que hablar con Lisa en ese instante.

—Te extrañe mucho. —comento Lisa de pronto, poniéndose de pie. Antes de decir algo, Lisa le dio un beso suave en los labios. Su estómago se contrajo, atónita.

De forma casi inmediata, se alejó, arrugado el ceño en confusión.

—Pensé que no vendrías a cenar —prosiguió Lisa como si nada, sin dejar de sonreír —Estaba a punto de llamarte.

Abrió la boca, pero las palabras no salieron de su boca, aturdida.

¿Acaso...?

Miro hacia abajo, viendo los papeles de divorcio.

—Lisa... —dijo con la voz suave —Vine para que firmes los papeles.

Los sacó y mostró.

La hermosa sonrisa que la había enamorado cuando era más joven se convirtió en un mohín de dolor, pero no retrocedió. Necesitaba hacer eso pronto. Una vez que los papeles fueron firmados, sacaría sus cosas de la casa para irse a un pequeño departamento que vio los últimos días.

Lisa sacudió la cabeza.

—¿Qué dices, Jennie? —pregunto con la voz temblando —. ¿Papeles de qué?

Suspiró.

Se lo había planteado: cuando los papeles estuvieran listos, pensó que Lisa podría reaccionar de distintas formas, y la negación fue una de ellas. La triste, terrible negación.

Jennie habría preferido que Lisa colapsara, le gritara, le rogara, más, pero no sé qué se esforzara en negar lo que era inevitable. Negarlo era lo peor, porque significaba que Lisa seguía teniendo esperanza ocurrido fue solo una broma o, peor, un invento.

—De divorcio. —dio sin perder el tono suave.

Lisa parpadeo.

—Oh... —fue lo único que dijo.

Se dio vuelta antes de que Jennie pudiera añadir algo.

Jennie percibió, entonces, que la más alta estaba pálida, con ojeras bajo sus ojos hinchados, sus labios resecos y partidos. Incluso podía notar que su rostro estaba más delgado. Le preocupo que Lisa no hubiera comido bien los días anteriores, no se atrevía a preguntar.

—Prepare tu plato favorito. —dijo Lisa entonces, sin mirarla.

—Lisa —ahora su voz salió dura —, por favor, no hagas esto más difícil.

—Difícil —repitió Lisa —. No lo entiendo.

Sintió como se desesperaba, algo se estrujaba al ver los ojos de Lisa, tan cálidos y tiernos, pero llenos de un infinito dolor que sacudirla por dentro, que le rompía en mil pedazos. Esos mismos ojos que siempre parecían contentos y felices ahora estaban asustados, temerosos de ella.

—Te lo ruego. —murmuró con la voz temblando.

Pero Lisa sólo se abrazó, mordiendo su labio inferior.

Apego. - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora