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Jisoo siempre había sido una buena amiga para Lisa, y cuando había llegado a casa, llorando, no dudo en hacerla entrar, sirviendo le un vaso de agua para lograr calmarla y así poder escucharla. Poder oír todos los balbuceos sin sentido que soltaba.

Rosé había ingresado segundos después con la pequeña Yeri en brazos, sin embargo, al ver a Lisa llorando sin control alguno, hizo un gesto de sorpresa para luego llevarse a la niña lo más rápido que pude de allí.

Sin embargo, Lisa alcanzó a oír las palabras inocentes de la niña.

—¿Por qué llora la tía Lisa?

Su corazón se quebró un poco más.

Jisoo no la presionó a hablar, esperando en silencio a qué se calmara, a que pudiera tener la suficiente tranquilidad como para decir algo, que llegó segundos después, con Rosé entrando al comedor. Su torpe amiga se sentó a lado de Jisoo, tomándole la mano a su novia, y esa visión la hizo sentir patética y miserable.

—Jennie me pidió el divorcio.

Su mejor amiga abrió los ojos por la sorpresa, en tanto Rosé soltaba una maldición, aturdida. Por supuesto, nadie se lo esperaba. ¿Quién iba a pensar que Jennie le pidiera aquello cuando había sido ella quién había dado siempre los primeros pasos para todo?

Cuando se conocieron, fue Jennie quien la había salvado de ser objeto de burlas en la preparatoria debido a lo asustadiza y torpe que fue Lisa el primer día de clases.

Fue Jennie quien le había pedido salir y quien le dio un beso.

Fue Jennie quien le dijo que debería irse a vivir juntas.

Fue Jennie quien le pidió matrimonio.

Y ahora parecía ser Jennie quién acabaría con todo.

Y, a pesar de que pareciera que era Jennie quien tenía que tomar esas decisiones, no era como si Lisa nunca hubiera puesto de su parte: Lisa era, como veía todo el mundo, la persona que podía sacarle una sonrisa enamorada a Jennie con una acción tan tonta como un beso sorpresivo, y la única persona que la hacía bajar las defensas totalmente, haciendo que se comportará de una forma infantil e incluso caprichosa.

Para todo el mundo, no había Jennie sin Lisa, y no había Jennie sin Lisa, por qué eran una de las parejas más bonitas y honestas que se podían ver.

Pero, al parecer, las cosas no eran tan felices como le mostraban al resto.

—¿Por qué? —pregunto Jisoo en voz baja.

Los labios de Lisa temblaron.

—Dice que no me ama —su tono se rompió y las lágrimas volvieron a salir —Ya no me ama, Jisoo. Jennie ya no me ama.

Lisa quería negárselo, ver lo inevitable, pero no era tonta, y mucho menos una adolescente enamorada: si Jennie lo decía, era cierto.

Por qué Jennie jamás le mentiría con algo tan importante como eso, Lisa lo sabía.

Jennie siempre había sido brutalmente honesta con sus sentimientos, tanto, que a veces no se daba cuenta de que sus palabras le hacían mucho, mucho daño.

Tomo un poco más de agua.

—Esta enamorada de otra persona —barboteo antes de volver a romper en llorar otra vez e inmediatamente los brazos de Jisoo la rodearon —Ama a alguien más. La perdí Jisoo, la perdí...

Su corazón no se había sentido tan roto como en ese momento: saber que la persona que amaba, con quién compartió tantos años de su vida, ya no la quería como antes la había dejado de lado se entregó a alguien más, era como una estaca clavándose no solo en su corazón, sino en todo su cuerpo, haciendo que doliera y se estremeciera.

Haciendo ver todo de un horrible color negro, incapaz de ver un poco de luz en medio de tanta oscuridad.


Jennie suspiró, leyendo un informe que su secretaria le dejo esa tarde, para luego bajarlo y dejarlo sobre la mesa, cansada.

Recordó los ojos llenos de lágrimas de Lisa, su labio temblando, sus mejillas húmedas por el llanto, y se sintió culpable y triste por lo que había ocasionado, pero no arrepentida. Tenía que hacerlo.

¿Cómo podía seguir casada con alguien que no amaba?

No era justo para Lisa ni para ella, así que no podía seguir con esa farsa.

Ya no amaba a Lisa, era un hecho claro, pero la seguía apreciando lo suficiente como para no seguir haciéndole daño con sus acciones.

Tocaron la puerta de su oficina y murmuro un "pase" lo suficientemente alto para que la persona entrara.

Al verla, sonrió con relajación.

—Tienes un aspecto horrible. —dijo la de cabello negro con una dulce sonrisa, cargando un montón de carpetas.

Dejo salir un bufido, recostándose en la silla, y pronto su amante se acercó, comenzando a hacerle un masaje en lo hombros.

—Le pedí el divorcio a Lisa —le comunico Jennie con tono de pesar. La pelinegra parpadeó, inclinándose, con una expresión triste.

—Oh, lo siento tanto, Jennie. —le dijo de forma honesta —¿Estás segura de esto, del que tenemos nosotras? Llevas tanto tiempo con Lisa que quizás...

—No digas eso. —le interrumpió Jennie con suavidad —todavía quiero a Lisa, claro, pero es un cariño que le tengo por el tiempo que hemos estado juntas, así que... tengo en claro lo que siento por ti, Irene

Irene asintió, titubeante, para luego inclinarse y darle un pequeño beso en los labios.

—Lo lamento mucho por Lisa. —murmuro Irene de forma repentina, sin alejarse demasiado —debe estar pasándola mal, me siento culpable por esto, pero...

—Lo va a entender —contesto Jennie dándole un beso en la mano —Lisa lo entenderá con el tiempo.

Jennie esperaba eso: que Lisa pudiera, con el pasar de las semanas, curar esa herida que la hizo a pesar de haber prometido, esos años atrás, que nunca le rompería el corazón.

Pero las promesas, al igual que los sueños, parecían ser destinados a ser rotos de cualquier forma y sin posibilidad alguna de evitar aquello.

Apego. - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora