Capítulo 4

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Faith

Bajé del taxi al mismo tiempo que llegaban dos camionetas a la pista, afuera del avión yacían el piloto y dos aeromozas. Arrastré mi maleta y una de las chicas se acercó para ayudarme con ella, voltee a ver al hombre que bajaba del auto con un traje azul marino sin corbata y lentes de sol, con su andar prepotente y esa seguridad que emanaba. El aroma de su perfume invadió mis fosas nasales al tenerlo a tan sólo unos pasos de mi, se acercó a saludar al piloto para después fijarse en mi.

—Buenas tardes, señor —saludé, un asentimiento de cabeza fue lo que recibí en respuesta, pasó por mi lado subiendo al jet y sin poder evitarlo me fijé en su espalda y en su muy grande trasero.

Traté de disimular la sonrisa en mis labios, sacudí mi cabeza y lo seguí, me acodé a tres sillones de él tratando de mantener la distancia y no incordiarlo con mi presencia. Una de las aeromozas le sirvió whisky antes de despegar, me fijé en la manera en que aquel líquido pasaba por su garganta, y no me bastó sólo verlo hasta ahí sino que mis ojos bajaron hasta su pecho, abdomen y... desvié mi mirada hacia un lado, mis mejillas se sonrojaron por lo atrevida que estaba siendo. Cuando me atreví a levantar la mirada y volver a hacer el recorrido me encontré con sus azules ojos fijos en mi, escaneándome, haciéndome saber que estaba enterado del recorrido que le había hecho. Me sentí desmayar cuando un asomo de sonrisa se formó en sus labios, los cuales se relamió cuando sus ojos se posaron en mis pechos.

Apreté mis muslos y mordí mi labio inferior discretamente, sentía que el aire era insuficiente y no sabría si soportaría todo el vuelo con él a una pequeña distancia. Desvíe la mirada y me quedé viendo la ventana, el jet no tardó en despegar y las siguientes horas fueron la mas tortuosas de mi vida. Si bien él se centró en trabajar desde su iPad, de vez en vez me lo encontraba mirándome con discreción, mientras yo no paraba de preguntarme mil cosas, reprendiéndome por la desviación de mis pensamientos y por cómo reaccionaba mi cuerpo a cada mirada suya.

Al llegar al hotel recibieron nuestro equipaje, fui a registrarme en la recepción para que me dieran la lleve de mi habitación. El señor McConnell se encontraba a unos pasos de mi esperando por su tarjeta de acceso.

Me alteré cuando me dijeron que no habían habitaciones disponibles.

—¿Cómo que no hay habitaciones disponibles? Hice reservación hace unos días, debe ser un error.

—Lo siento mucho, señorita. Pero no se registró la reservación y por el momento no hay habitaciones disponibles.

Quería tomar su cabeza y estrellarla contra la pantalla frente a ella al no darme una solución cuando era evidente que el error había sido de ellos. Ahora mi jefe pensaría que una completa inepta al no poder reservar ninguna habitación.

—Su tarjeta, señor —uno de los botones le tendió la tarjeta al señor McConnell, quien me miraba con el entrecejo fruncido. Al parecer oyó la conversación.

—¿Qué sucede? —preguntó a la recepcionista

—Al parecer no registraron la reservación que hice días antes de venir, no me dan soluciones cuando fue una incompetencia de parte de ellos.

Hizo una mueca y un ademán para que lo siguiera.

—En la suite hay una habitación extra, puede quedarse ahí —dijo deteniéndose frente al ascensor.

—Gracias, señor.

Solo asintió con su cabeza, se hizo a un lado cuando el ascensor abrió sus puertas, señaló el interior para que pasara primero. A parte de estar bueno, era caballeroso, tuvo el mismo gesto cuando entramos a la suite.

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